Saltar al contenido principal

El dòlar

Isabel Clara Simó

Me gustaría poder explicar quién es Antoni Miró de manera clara y con pocas palabras. Esto es dificilísimo, no hay duda, y no sólo en el caso de Antoni Miró, sino también en el caso de la más anónima de las criaturas, A mí me gusta Antoni Miró, no puedo hacer más. Me gusta porque es alcoyano, como una servidora de ustedes, porque es independentista, como una servidora de ustedes, y porque tiene una manera de producirse sin complejos, y eso en nuestros Países es rarísimo.

Ahora bien, a pesar de haber visto tantas obras de Miró, al encontrarse con un espesor tan considerable reunido en este libro —seis años de su producción—, es fácil quedar abrumado. Sería demasiado fácil decir unos cuantos adjetivos y listos. Pero la verdad es que uno se queda con unas ganas inmensas de compartir impresiones con otros, porque, al margen de su belleza, estas obras nos sugieren el tema de la función del arte.

Es otro pintor, Antoni Tàpies, que dice: «El gran artista tiene que aspirar a cambiar el mundo, para que todo gran artista espera a despertarnos la auténtica naturaleza de las cosas, el auténtico funcionamiento de la realidad, en el cual es incluida la realidad social». Y es curioso que lo diga esto —unas palabras que tanto se adecuan a Antoni Miró un pintor de estilo tan radicalmente diferente al del pintor alcoyano. Nos encontramos así con el arte como denuncia de la realidad, pero no como el panfletario realismo socialista —lo de obras sufrientes, generales iluminados, masas enardecidas, explotadores diabólicos y todo eso que tiene más de mística que de marxismo—, sino como el realismo social que, por ejemplo, en la literatura representa tan admirablemente Bertold Brecht.

También vemos en Miró algo de lo que fue la “nueva objetividad” alemana de los años 20, con su perfección formal, y su implacable denuncia. Miró es todo esto y muchas otras cosas, porque es él mate sale, y es la crítica que se debe molestar a encasillarlo. No hace místicas ni metafísicas, claro, ¿qué desea en país tan pequeño y tan concreto como València? Y, ahora que se habla tanto, es de un país mediterráneo, que es como decir medido, burlona y sensual. Pero, como Miró es inteligente, no se enamora de un pinito o una olivera, sino que se enfrenta a los nuestros males reales, los auténticos, los que apenas nos esconde Hollywood y el tecnicolor: la dependencia, el uniformismo. El dólar y la coca-cola.

Este libro quizás debería haber repasado los parlamentarios españoles antes de decidirse a hacernos entrar, si quieres a la fuerza, en la OTAN. Y es un libro que no hay más remedio que entender. Y cuando lo has acabado de entender y lo tienes bien digerido, resulta que te encuentras con una bola pesada en la boca del estómago, y en un estado de rabia que no puedes neutralizar más que encendiendo el televisor, en el comedor de casa, y tragando hacerte el último serial americano...