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La conjura Miró-Llorca

Isabel Clara Simó

Congratulémonos: Carles Llorca ha descubierto el origen del Universo, el momento de la Gran Explosión, ¡el Big-Bang! Y no ha sido fácil, sino fruto de su gran perspicacia, paciencia y dotes de observación.

Sólo esta noticia ya nos debería hacer temblar de emoción. Pero la noticia más grande es que la localización exacta es el Mas de la Sopalma, propiedad de Antoni Miró, el cual, sin duda, tuvo algo que ver –y bien decisivamente– en el origen del Universo. La explicación científica que nos aporta Carles Llorca es irrebatible y debería tener un inmediato eco internacional.

Pero... que sean los Países Catalanes la patria del Big-Bang puede hacer poner nerviosa a mucha gente. Aunque habría quien diría: "¡Mirad si son anticuados, estos!". Para evitarlo, Antoni Miró ha ideado un sistema que podemos calificar de genial: disfrazando el Big-Bang de cuadros de creación artística, no se reparará que reproducen fielmente el proceso de creación del Universo, y así podrá exhibirlos por todo el mundo sin miedo a que alguien nos haga la puñeta. Sólo los más inteligentes científicos darán cuenta en el acto de la trascendencia que tienen estos cuadros. Ya se sabe: la prudencia es la madre de la ciencia.

Sin embargo, me ronda por la cabeza que no han sido las razones políticas las que han inducido Antoni Miró a una tal discreción, sino un motivo más bien personal. Él se habrá dicho que esto llevaría a la Vall de Gallinera, en la misma Font Roja gente de todas partes. Resultado: desequilibrio ecológico, destrucción del suelo, suciedad y polución.

Ah, no, ¡de ninguna manera!

Y, encima, la tranquilidad del pintor dañada por los curiosos de todo el mundo.

Inaceptable.

Por ello, muy astutamente, Carles Llorca nos pinta un Mas de la Sopalma como un lugar inhabitable para la especie humana.

Pintor y escritor se han conjurado.

Y, encima, el pintor ha pintado unas telas bellísimas y el escritor ha escrito un cuento delicioso.

Sólo una advertencia para que nadie se lo tome a mal: no os acerquéis demasiado a los cuadros; quedaríais chupados hacia el hiperespacio. Que es justamente por donde navegan, hace milenios, estos dos hombretones valencianos. Sin red, para la envidia de Internet. Y no tendréis nada que hacer, porque van armados: uno, con un pincel; con una pluma el otro. Y trabajan de noche, como los vampiros...