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El combate de Antoni Miró (presentación)

Isabel Clara Simó

Antoni Miró es un artista diferente; y no sólo porque haya encontrado caminos nuevos, formas expresivas terriblemente originales, ni tampoco porque aboca en cada obra toda su sabiduría técnica y artística; no: es diferente porque se involucra en nosotros. Él es la antítesis de la torre de marfil, donde los señores del pincel suelen cerrarse. Él se involucra, se compromete. No nos deja solos, ni permite que el arte sea una barrera. Todo el contrario: el arte de Antoni Miró es un vínculo. Un vínculo donde deposita no sólo su dignidad sino también nuestra precaria y angustiada dignidad.

El ser humano es tiempo. Es historia. Transcurre por los siglos como una criatura que pasara sus dedos por el agua del mar: sin dejar rastro. A veces, sin embargo, hay una piedrecita, un minúsculo universo que hace un dibujito en el agua. A veces es una roca gigantesca que marca oleadas o configura el brillo del mar, que acontece combativo y la golpea. Antoni Miró es esta roca. Él no se detiene dejándose llevar por el flujo del agua, sino que opone resistencia: combate. Combate con lucidez y con las armas poderosas de unos pinceles y unos botes de pintura.

A Antoni Miró lo dan risa las modas: ¡él es su moda! Y pinta para denunciar la realidad, para mirarla con ojos de fuego, para romper el silencio de la resignación y de la fatalidad. Cuando mira nuestra historia, Miró está con los vencidos, pero no arrastrando los pies en retirada, sino indignado e irónico, poniendo un espejo ante los vencedores y dejando que su calavera se refleje con su fealdad fétida.

Antoni Miró es un combatiente. Y aun así, es tiernísimo y cargado de amor. Decidle solidaridad, si queréis…