Antoni Miró, Viatge interior (serie Sense títol)
Josep Lluís Peris Gomez
Enseñar la piel de una innombrable realidad a través de la pintura
El triunfo de la lingüística (de la imagen) se ha producido en el preciso momento en que la información se desarrollaba como poder e imponía su imagen de la lengua y del pensamiento de acuerdo con la transmisión de consignas y con la organización de redundancias.
Gilles Deleuze/Claire Parnet, Diálogos
Como fragmentos de una inabarcable y compleja piel de realidades, así el lienzo roto a trozos o los cuadros reflejando esos mismos retales de la piel inmensa e innombrable de actuales realidades, a través de la mirada sorprendente e incisiva del artista alcoyano Antoni Miró. Y es que la nueva serie pictórica del conocido y polifacético autor plástico Antoni Miró se adentra de lleno en un nuevo tratamiento de las imágenes pictóricas, a través del cual el lienzo grueso evidencia la trama granulosa y muestra la rugosidad de la pintura y del pincel, después de un proceso digitalizado de estas mismas imágenes. El lienzo de esta manera se convierte en medio y soporte de una forma sugerente de mirar la misma realidad que los medios de comunicación nos ofertan abusivamente a través de ambiguas y descontextualizadas visiones que casi nunca aportan un acercamiento equidistante a la complejidad de cualquier realidad mostrada.
Son treinta y cinco las obras que completan este conjunto bajo el epígrafe de Viatge interior, todas ellas pensadas y preparadas por el pintor para iniciar una nueva etapa plástica en la que experimentar algunas innovaciones técnicas, el soporte en lienzo grueso y el tratamiento digital previo de las imágenes pintadas en acrílico, principalmente, y son treinta y cinco composiciones en formatos medianos a modo de crónicas concretas y fragmentadas de una misma visión turbadora de la actualidad, descrita por la mirada aparentemente inocente o imparcial del autor, si no fuera por la sutileza de una narratividad implícita en los detalles anecdóticos de cada cuadro. Un hilo conductor a modo de discurso irónico recorre todo el conjunto de la obra donde la narración concreta de los hechos reales se van tramando con paradójicos elementos visuales llenos de sarcasmo, juego imprevisto o calculadas ambigüedades. La realidad mostrada es reinterpretada por el pintor viajero, por el pintor investigador o por el pintor de imágenes en un laberíntico espejo de multirrefencialidades icónicas.
En esta ocasión, el artista se transmuta en viajero o turista escrutador del entorno urbano, se hace paseante de calles concretas, de arquitecturas habitadas y él mismo se erige en habitante de rincones singulares, avenidas, monumentos... (foto de turista del artista, autorretrato en grupo…) y protagoniza presencias en medio de multitudes que recorren estaciones de trenes, aeropuertos o barrios de las ciudades de sus viajes (Europa, Cuba, Nueva York, Chile, Marruecos, países del Este...). Esta condición de observador errante le permite al artista contrastar irónicamente la experiencia de sus propias instantáneas visuales de la realidad actual con aquellas que los medios de comunicación de masas se encargan de hacernos servir de manera estereotipada y casi emblemática, con mensajes cerrados y tramposos. El artista, ahora, ¿se ha propuesto nutrirse de la cotidianeidad, beber directamente de aquello más inmediato y más visible, distanciándose y desconfiando de las imágenes emblema de la sociedad de la información-desinformación? Y es aquí donde el artista se separa en parte de los planteamientos temáticos y de los enfoques más estéticos e idealizantes con que acometió su anterior serie Vivace, donde los planteamientos eco-sociales dominaban la mayor parte de sus composiciones centradas en el paisaje, el mundo animal y la presencia totémica y devastadora de las máquinas excavadoras.
Después de haber experimentado la realidad como un sorprendente órgano viviente, complejo y lleno de interrelaciones eco-sociales y eco-matéricas en la serie Vivace, Antoni Miró se adentra en la aparente simplicidad de las imágenes cotidianas y reales que nos ofrece el mundo urbano actual, cualquiera que sea la ciudad, la calle o el fragmento de arquitectura habitada, siempre que aparezca latiendo con fuerza la vida. La mirada del artista Miró se ha dejado llevar por la fuerza intuitiva que comporta la curiosidad receptiva hacia el entorno más inmediato que es la ciudad, cualquier ciudad -conocida experiencialmente o bien a través de imágenes estereotipadas de los medios de comunicación, pero siempre ese mismo escenario donde late con intensidad la vida, donde se desencadenan historias concretas, aunque ocultas y siempre sorprendentes.
Antoni Miró entiende que es la realidad desnuda -en apariencia silenciosa o sin mostrar evidentes enigmas que la expliquen- aquella que, con toda certeza, sorprende al visitante y es así, pues, como es necesario mostrarla, ya que se adivina mucho más rica y poderosa que si la filtramos a través de las ideas convencionales y preconcebidas. Realidad y mirada escrutadora sin ningún tipo de artificio discursivo o pictórico, encuentro clarividente de los signos que nos dan las claves de la cultura, del entorno, del rompecabezas que es el tiempo histórico o la actualidad; viaje real o imaginario a través de los conflictos que estallan devastadoramente, que nos perturban e intranquilizan a pesar de mirar siempre hacia otra parte menos incómoda... paseo, viaje o itinerario de imágenes que el pintor utiliza para comunicar una experiencia individual, aunque también colectiva, y que el espectador puede llegar a empatizar como también a enriquecer con su propia experiencia de observador.
Viatge interior. A través de un itinerario de instantánea o fragmentos de la realidad
Viaje interior desde un itinerario aparentemente secuenciado en instantáneas epidérmicas, en improntas o huellas de realidades radicalmente exteriores, visibles a los ojos de cualquier espectador pero que el artista es capaz de hacer presentes al inferirles otro sentido iconográfico, otro tipo de significación que va de la alegoría posmoderna a la más devastadora ironía o, incluso, cínico simbolismo.
La nueva serie Sense títol de la que forma parte este conjunto pictórico Viatge interior y que ahora presenta por vez primera el autor arranca de la anterior Vivace, ya que mantiene elementos plásticos y temáticos propios del universo eco-social, así como de la poética figurativa que caracterizaba su anterior aproximación pictórica al mundo de la ecología y sus relaciones intrínsecas con el paisaje, la naturaleza y los objetos. En cambio, ahora el artista acomete desde otras perspectivas programáticas y visuales los principios de realidad que inspiran cada obra, como un todo fragmentado, diseminado y aparentemente inconexo que busca la complicidad interpretativa del espectador. El pintor enfrenta su propia poética visual -que también se sirve de imágenes de los medios- a las posibilidades experienciales y redefinidoras de las imágenes y su impacto tanto ético como estético en los ojos alfabetizados del espectador.
A partir de nuevos parámetros compositivos y de un uso más elaborado de las técnicas de recreación de las imágenes de la publicidad, la televisión y de Internet, Antoni Miró consigue interiorizar un mundo concreto y real que a todos nos envuelve y del que formamos parte. La actualidad más rabiosamente presente a través de los conflictos bélicos, la multiculturalidad, la desproporción de las políticas represivas, la asimetría entre el primer y el tercer mundo... la injusticia latente en distintos escenarios sociales, junto a imágenes de personalidades relevantes de la cultura o la política hechas emblema, alegoría o reclamo ideológico, todo al mismo tiempo aparece indistintamente recogido en cada fragmento o piel de realidad que el pintor ha sido capaz de transferir -desde su mirada estética y cuestionadora de la realidad- a la tela o lienzo que se precipita en estampa contemporánea, calcomanía plástica o ventana pictórica de la tozuda realidad inventada y resignificada por el poder mediático que controla el universo de las imágenes.
Un enfoque mucho más personal y más rigurosamente concreto va definiendo los temas de cada cuadro, la experiencia singular y totalmente identificable que el autor ha sentido en cada situación de clarividencia estética o de impacto emotivo la traslada al lienzo y así atrapa cada fugaz momento o encuentro afectivo con los objetos, personas o acontecimientos y los reelabora en un proceso primigenio y plástico para poder de esta manera tramar un discurso visual y comunicativo que se plasma en cada cuadro. El pintor, de esta forma, ya no muestra la pintura de una bicicleta más o menos modélica o estereotipada (como hiciera antes en la serie Vivace), ahora pinta esa bicicleta atada a una señal concreta de esa calle -Via Appia, 2002,116x81- de esa conocida ciudad de Roma.
El artista ya no necesita definir con una técnica verosímil o realista un objeto o una figura impactantes (en Vivace las feres salvatges, las excavadores o los parajes desolados por la basura); en esta nueva serie atrapa, elabora y reinventa cada imagen real con su propia historia, cada imagen aparece totalmente contextualizada en su entorno con nombre e identidad. Si el autor ha decidido poner como título a esta nueva etapa pictórica Sense títol, esto se debe a que lo ha hecho justamente para contrastar aún más la concreción y la identificación inequívoca de cada imagen en cada cuadro, ya que en cada obra subyace una verificable narración instantánea, más o menos visible u oculta, cargada de sentido y con una clara intencionalidad comunicativa.
No le hace falta un título a todo este conjunto de pinturas o “álbum de fotos”, pintado a mano, que Antoni Miró ha elaborado tan delicadamente, porque se trata de un acercamiento íntimo -pero también transferible- a la enigmática y decepcionante condición humana. El pintor se ha propuesto relatarnos una cuantas historias reales que cada día presenciamos, atónitos o indiferentes, delante de las poderosas máquinas que vomitan imágenes y que deciden el estado general de la opinión pública, y lo ha hecho, consciente de las posibilidades comunicativas de estas mismas imágenes desprovistas del soporte tecnológico de los medios audiovisuales. Estas historias concretas trasladadas de las pantallas del ordenador o de la televisión a los ámbitos más serenos y reflexivos de la pintura y de la sala de exposiciones inciden de otra manera en la conciencia del espectador; las posibilidades de interpretación y comprensión de los fenómenos mostrados pueden adquirir más eficacia y ser menos alienantes. Antoni Miró nos las muestra con una fina ironía mezclando el viaje exterior (artista haciendo de turista que fotografía y pinta a la gente y los conflictos -Mala carrera, 2002, 116x81, Rambla, Canaletes, 2002, 95x65) con el viaje interior (artista que se expresa pintando objetos reales cargados de misterio o poesía -Via Appia, 2002, 116x81, Cap a la dreta, 2002, 81x65).
Hay obras en las que el artista evoca su experiencia emotiva, la sorpresa de una imagen contundente, la singularidad de un objet trouvé a la manera de Duchamp, y en este tipo de cuadros consigue un tipo de composiciones pictóricas que se aproximan al universo estético de la poesía visual de Joan Brossa ya que introduce breves, pero eficaces y sorprendentes, juegos de palabras, de conceptos y de visiones plásticas que ayudan al espectador a hacerse cómplice de una actividad mental, la del autor, completamente lúdica y abierta a múltiples interpretaciones, todas ellas posibles y correctas (como apuntaría Umberto Eco). El autor genera, así, un espacio compartido con el espectador donde la ironía y la ocurrencia ocupan un plano central de significación y de sentido, tal es el caso de obras como Excava-mala, 2002, 92x65, Gata negra, 2002, 81x116 o Tele-censura, 2002, 50x65. En todas estas piezas el autor convoca al observador a leer un mensaje abierto a diferentes contextos siempre reformulados desde la experiencia concreta y sentido crítico del potencial espectador; en todo el sarcasmo y la ironía están presentes y contrastan con la gravedad temática del resto de imágenes donde se reflejan los conflictos o la devastación.
El aparente viaje interior del artista a través de imágenes de realidades sociales plenamente urbanas y contemporáneas muestra la paradoja de un mundo civilizado que se hunde frente a la praxis irracional de la guerra, consecuencia de la codicia y la prepotencia de las sociedades más avanzadas representadas por la lógica del poder y de las armas. La sociedad civil como víctima, los niños y niñas, la gente mayor, en definitiva, las inocentes víctimas de la maquinaria de la muerte y de la desolación adquieren en la pintura de esta serie un papel protagonista y relevante (Afgana i xiquet, 2002, 116x81). Las imágenes emblema como Manhattan crack, 2002, 116x116, donde la rugosidad del fondo se hace aún más patente, indican la fragilidad y la vulnerabilidad de este sistema socio-económico que es el neoliberalismo más atroz y sin matices, y que es la causa principal de todo tipo de conflictos políticos y de injusticias programadas. La realidad, tal y como es mostrada por A. Miró, puede superar narraciones ficcionadas sobre la condición humana, y es por eso que las imágenes elaboradas a través de su pintura adquieren ese especial impacto que la televisión o el cine son capaces de disimular, alterar y manipular alterando cualquier técnica de desviación propias de la propaganda política o de la publicidad.
La piel de la innombrable realidad se fragmenta en imágenes que nos relatan la desgracia y la impotencia colectiva de las mujeres y hombres concretos que sufren la injusticia, la miseria, la destrucción o el abuso del poder (Intolerància, 2002, 116x116) también de los escenarios de esos acontecimientos desafortunados, de las obras petulantes y arrogancia de las culturas dominantes, manifiestas en grandes monumentos (Columnata a boqueta nit, 2002, 116x81) de los conflictos nunca resueltos (Palestins presoners, 2002, 65x81), de la inocencia de las víctimas (Manhattan people, 2002, 116x116), en definitiva, esa imperceptible piel áspera de realidades visibles y de heroicidades ocultas y anónimas, pero reales y concretas, es la que el artista nos propone como testimonio plástico a través de su técnica y a partir de su mirada llena de ironía y de sagacidad. Y es así como el viaje hacia el interior que propugna el autor tiene que ver con la experiencia reflexiva y de descubrimiento a la que el propio artista se ha estado sometiendo en su peculiar proceso creativo, así como en el proceso y actitud individual que ha ido interiorizando a lo largo de la experiencia del viaje.
Pero también es necesario destacar que este movimiento introspectivo es fruto de su predisposición receptiva y crítica hacia el conjunto de imágenes de desolación y de injusticia que le llegan -como a cualquier ciudadano- a través de los medios de comunicación de masas. La sensibilidad y el coraje que emergen desde la indignación y la rabia frente a la impotencia que sentimos muchos ciudadanos de hoy delante de la barbarie y el abuso del poder político y económico están en la base de ese compartido movimiento de introspección o viaje interior que obliga al testimonio y a la acción civilizada pero contundente y de denuncia, y es justamente este tipo de percepción de realidad compartida y solidaria la que explica el discurso subyacente en la poética y en la plástica que emanan de las manos del pintor Antoni Miró en esta sorprendente y sugerente nueva etapa.
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