Lugar donde fue muerto Al-Azrak
Vicent Andrés Estellés
Quizás, éste, sólo es un texto político.
Quizás lo empuja alguna voluntad,
algún esfuerzo amargamente político.
Pero me gustaría, si no os molesta demasiado,
que no olvidéis los otros textos que tanto aprecio,
desde aquel de Ciudad al oído en Hamburgo.
Quizá encuentre alguna coherencia,
el desempeño severo de un mandamiento,
la voluntad de servir a mi pueblo
por los viejos caminos, torturados a veces,
de un idioma válido para todo.
Yo he cantado el amor de una ciudad,
como he cantado el arañazo de la posguerra
-más que un arañazo: vosotros lo sabéis-;
como he cruzado días de ligereza
y me he adentrado en nocturno sentimiento.
Pero ahora os dejo un texto escrito con una clara
voluntad constructiva, de doctrina de arados,
dispositivo de piedras. Quisiera llegar, ahora,
ahora que ya me llegan los tristes finales,
a certezas serenamente políticas.
Por eso escribo páginas de combate.
Aquella noche de barrancos sucesivos
y luna grande, más bien espectacular,
no se me va de la memoria, no.
Barrancos solo, precipitados, cayendo,
siempre cayendo, montañas sucesivas!
Nunca han dejado de caer las montañas.
Aquí Al-Azrak perdió la batalla.
Esto nos dijo Toni Miró, solícito.
¡Oh aquella noche desde Alcoy a Alicante!
Muda la noche, de tan augusta anchura,
entre barrancos y caballones de suelas.
Erraba un nombre de elegía caliente.
Toni Miró dijo el nombre: Al-Azrak.
¡Monarca amargo, caudillo de la derrota!
Un alboroto de caballos fugitivos.
Intemporal, subía esa noche
de luna grande de piadoso propósito.