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El hombre que pinta

Jordi Botella

A Antoni Miró

I
El hombre que pinta levanta los ojos y mira.
Delante de él encuentra un lienzo. Detrás
Nada. Y en medio él solo, con los rostros
Que el tiempo deja al lado de cada hombre
Con alquitrán de los barcos y huesos de peces.
 
II
El hombre que pinta ahora escucha el latido
De su corazón, y en un gesto mecánico palpa
El tránsito de la sangre a lo largo del cuerpo.
En una mano, el camino por el vasto desierto:
La incógnita. Y en la otra, la certeza
Del ser encarado con el propio aliento:
Él. Ya en el cruce duda entre el viaje
-Y el gran riesgo de la blanca superficie-
O la auscultación de los sentimientos.
 
III
El hombre que pinta levanta
El brazo, moja el pincel, se acerca al lienzo.
Ha elegido el viaje. A partir de ahora
caminará con el quehacer justo:
Cargará sólo con el propósito
De contar, si algún día vuelve a casa,
Cómo el hambre es la escuela de muchos niños.
Cómo se aprende la aritmética en los campos
De exterminio y la lengua en el exilio.
Cómo un renacuajo crea leyes que un soldado loco
Obedece.
Como el sexo acontece prisión,
La raza oscurece el destino.
Como hacer del barrio
Frontera, del oficio desprecio,
Del dinero catecismo.
Como celebrar
Dioses y sacrificar hombres.
Como la Historia
Está escrita con el humo de las batallas,
El Arte perfuma sepulcros, la Academia
Dicta y la gente ignora.
Como la Técnica
Es una doncella engañada por el Mercado,
El avanzado hijo del Monstruo Frankenstein
Y el Futuro Hipoteca.
Como reír
Por no llorar.
Cómo el árbol puede dar
Sombra si tan sólo es fuego, no calienta, quema.
No señala el camino, ciega a las bestias,
Deshace la casa.
Tener un país
Es como no tener nada si vas a casa
Y han cambiado la cerradura. Fuerzas la puerta
Y te encarcelan. Hablas, no te entienden.
Gritas: "¡casa, árbol, fuego!". Y escuchas: "¡fuera!".
 
IV
El hombre que pinta baja el brazo y vuelve
Al principio. Lo rodean niños etíopes,
Reyes entronizados, las escuadras de la muerte.
Toda una enciclopedia estética
Que consagra el fetiche. La acrobacia
Del Capital con un código tan negro
Como el de una tarántula.
Entre el lienzo y él
Habita toda esta multitud popular
Desarraigada, anónima y eterna.
También la tierra fértil, el paraíso,
La lluvia y las aves. La servidumbre,
El invierno nuclear, el hombre-lobo, el infierno.
Cuando él pinta, entonces, dice aquello que los otros
silencian, por víctimas o cómplices.
Señala el verdugo, disfraza momias,
Salva el tigre, levanta el brazo contra el buldócer.
Después calla. Porque el hombre que pinta
Pierde su voz para darla a los demás.
Así el viaje es solo para desenvolverse
Y su obra esfuerzo para explicar
El viejo caos, omitir fanfarrias
Y dar sentido a la experiencia.
 
V
El hombre que pinta cierra los ojos, vuelca
La paz de los inocentes. La mañana
Se resbala por la sierra y la plaza
Las manzanas, el pan y los gritos del que vende vino
Trazan órbitas en un mundo perfecto.
El primer sol rebota en las fachadas,
Se refleja en los estanques y entra en las fábricas.
Todo está en orden cuando el hombre que pinta
Se duerme: ahora sueña.
Va solo por una blanca superficie
Y a la vez que anda los pies dibujan
Guerras, barcos, la elipse de los delfines,
El áspero silencio de las multitudes.
Los otros. Todo aquello que no siendo él
Vive en cada persona, hecho o cosa
Siempre que la amarilla pesadilla de la historia
Crea monstruos que la razón no explica.