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Pròleg

Jordi Botella

Una imagen no vale más que mil palabras a pesar de lo que diga mucha gente. Tampoco una palabra por sí misma puede sustituir el impacto sugerente de una imagen. Son dos mundos diferentes que conviven y que al encontrarse en un momento determinado originan poesía.

Este encuentro entre la imagen y la palabra algunas vueltas es fruto del azar, de la inocencia o de la pulsión eléctrica que nace de mirar el mundo y el corazón de los hombres. Otras veces, en cambio, este encuentro lo forzamos con el mismo deseo de los primitivos cuando descubrieron la relación de sentido que podía guarecerse bajo un ruido cada vez que se designaba algo.

De estos dos encuentros, uno inocente y el otro necesario, nace la poesía de Josep Sou en el libro “L’estança” –La Estancia–. Cotejándose a treinta años de la pintura de Antoni Miró, expresa en palabras sus imágenes y, lejos de ser un simple escoliasta, entabla un diálogo en el que la voz del poema, con entidad propia, establece unos vínculos invisibles con las telas de Antoni Miró. De una manera parecida a como, según Octavio Paz, los Nueve Solteros lanzan proyectiles de deseo desde la parte inferior del Gran Vidrio de Marcel Duchamp hacia la Novia que los invita. Metáfora de la lucha del arte para encontrar el sentido. Metáfora del hombre moderno para, después de recomponer los fragmentos de qué está hecho, encontrar su imagen. Metáfora de las metáforas. Este propósito de Josep Sou no hubiera sido posible sin el conocimiento de una disciplina como la poesía visual en la que ya ha dado buena prueba de sus méritos en libros como “País d’esfèrules”, “Pols de fenedura” o “Un peu a l’estimball”. Este bagaje le permitirá matar dos pájaros de un tiro: poner palabras a la imagen sin que por ello pueda producirse ninguna subordinación de un mundo estético al otro.

L’estança” –La Estancia– es un libro construido sobre los mismos interrogantes que conforman la obra de Antoni Miró. Una dialéctica que oscila entre una pesadumbre profunda –producto de una ausencia que no se sabe si atribuirla a las avalanchas de la historia, con todas sus miserias o la melancolía más íntima–, y una denuncia en voz alta que se estruja contra todo tipo de arbitrariedad.

En medio de estos polos fluctúan los treinta años de la obra de Antoni Miró y “La estancia” de Josep Sou. Como una danza de las contradicciones, la lírica de Josep Sou establecerá un diálogo entre un pasado idílico y un presente tenso donde el individuo no tiene elección, sintiéndose condenado –a merced de unas fuerzas oscuras que lo convierten en víctima de su propio desencanto–. Esta misma lucha interna caracterizará las tres décadas de la pintura de Antoni Miró, optando primero por una estética que denunciará injusticias de todo tipo, social o nacionales, pintando luego a partir de un “mirada intencionado sobre la historia del arte”, gracias al cual cada cuadro actúa como un palimpsesto donde podemos discernir múltiples significados.

De toda la serie de dialécticas (imagen y palabra, deseo y realidad, vida y sentido, azar y arbitrio, historia y silencio...) que conforman las obras de Josep Sou y de Antoni Miró, ambos lo conseguirán gracias a la ironía y al arte. La primera les ayudará a tragarse las páginas más tristes de la historia –la suya y la de los otros– con la distancia suficiente como para no alejarse demasiado del mundo ni acercarse tanto que al final no se distinga nada. El arte, en cambio será el espejo donde no se buscará la realidad, un mismo en sí, sino lo que hay detrás –qué país de las maravillas se cobija bajo una hermosa aparenta, qué paraíso nos ha sido arrebatado, qué "otro" hubiéramos podido ser...–