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El alma de una tradición y la fiesta, Antoni Miró, Suite MC

Josep Lluís Peris Gomez

Es a través de un conjunto de imágenes -resueltas con la técnica del aguafuerte- que reúne esta Suite MC 2001-2002 como Antoni Miró nos ofrece la posibilidad de introducir en una sorprendente y compleja atmósfera habitada de misterio, tradición y voluptuosidad donde el pretexto es, sin duda, la fiesta de Moros y Cristianos, pero donde la mirada del artista sobrepasa la mera descripción gráfica para adentrarse en el espíritu contradictorio, excesivo y enigmático de una de las más singulares tradiciones colectivas de carácter fundacional, conmemorativo y cíclico de la cultura valenciana.

Lejos de intentar un relato visual planimérico, a modo de crónica en imágenes de la fiesta, el autor selecciona las situaciones aparentemente más anecdóticas que conviven en medio o al lado de las escenas centrales de los desfiles y busca encontrar la vertiente más humana y cotidiana de la puesta en escena de la fiesta. Más que guiar al espectador a través de instantes relevantes que explican la narratividad de los hechos que se describen y se rememoran en cada acto festivo, Antoni Miró fija su mirada plástica en los elementos precisos que desvelan una atmósfera envolvente donde se explica, sin necesidad de palabras, la sorprendente magia, el delirio colectivo desde donde se expresa el alma cohesionada de un pueblo arraigado a la tradición, satisfecho de su singularidad y orgulloso de su propia historia. Escenas como “lluvia” o “el descansito” manifiestan ese acercamiento que hace el autor a situaciones inadvertidas en el cuerpo central de la fiesta, y donde el autor recrea esa capacidad de la gente para vivir.

La importancia que adquiere cada mínimo detalle como la escena del “trabuco”, junto a escenas de tipo costumbrista como la de “músicos y tambores”, vertebran a lo largo de toda la serie una coherente unidad coral de imágenes desde las que el espectador pasa a formar parte de una manera lúdica y sensorial de todo un complejo evento marcado por rituales alegóricos, escenográficos e, incluso, teatrales a través de los cuales se desencadena todo ese aluvión de originalidad e imaginación colectiva, llena de colorido, sensualidad y rememoración historicista que es la fiesta de moros y cristianos.

La singularidad o, incluso, la excepcionalidad de esta tradición convertida en manifestación artística -donde la música, la danza, el elemento coreográfico y teatral se combinan de una manera bastante ingeniosa- cobran, bajo la técnica plástica de Antoni Miró, una especial vivacidad en combinación con un tratamiento formal que le da una presencia reverencial a las composiciones, cargadas de cierta melancolía poética en cada una de las escenas de los grabados. Por otro lado, el acercamiento esteticista y, a veces, mistificador, los personajes, los objetos y las iconografías propias de la fiesta abundan en la consecución de una entrañable poética descriptiva que hace brotar el alma antigua y reinventada de todo un pueblo, de toda una cultura que viene de siglos y que año tras año se contemporaneiza en una increíble y atrevida puesta en escena.

Haber escogido la tradicional y antigua técnica del grabado, del aguafuerte, le ha permitido al artista plástico Antoni Miró profundizar, desde el punto de vista dibujístico, en ese carácter testimonial, con vocación de perdurabilidad, de una realidad excepcional y efímera en su construcción coral y fugaz, como es todo un pueblo vestido de fiesta, y como si de un reportaje fotográfico se tratara el autor ha resuelto utilizar las planchas de zinc, cincelar-las, pasarlas por un baño de cobre y níquel y conseguir así, sobre papel, una estampación de fragmentos de vida donde se manifiesta un imaginario colectivo único e indisociable de una parte de nuestro territorio, de nuestra geografía. En cada grabado habita una faceta del espíritu mágico y inaprehensible de una inigualable tradición y el artista ha perpetuado una trama de grises, ocres y colores tierra en cada aguafuerte a partir de una técnica de depósito de resinas ácidas en forma de polvo que retienen la atmósfera delicada, onírica y antigua donde estalla cada año.