Antoni Miró: imágenes de realidad urbana
David Rico
Observar la obra de este artista alcoyano no es demasiado complicado. Incluso para los no-iniciados en el mundo del arte con un mínimo de agudeza intelectual. Es muy fácil entender gran parte de su producción artística, cuando menos, como imágenes de la realidad urbana que diariamente devoramos con ansiedad, que asimilamos como propias e incorporamos a nuestra memoria en una especie de base de datos icónica que queda fijada automáticamente. Ahora bien, a la hora de interpretar los numerosos significados que esconden sus obras, hace falta tener algo más de bagaje cultural o incluso de sensibilidad artística. No es recomendable para espíritus obtusos.
Es bastante sencillo averiguar la significación primera de aquello que nos muestra. Normalmente toma la realidad como modelo y la transforma según le conviene para lanzar un mensaje concreto a la sociedad. Un mensaje o diversos al mismo tiempo. Estas significaciones llegan claramente al observador, pues en numerosas obras realizadas ya en este nuevo milenio del cual vamos agotando la primera década, mantiene toda la potencia expresiva de su creación anterior. Sus obras resultan por lo tanto exponentes validísimos del mundo actual, genuinas ventanas abiertas a la contemplación de aquello que acontece en el mundo. Así, la obra de Antoni Miró continúa ejerciendo una especial relación con la fotografía y la pintura, con los colores vivos y expresivos, con la temática de cariz social que muestra, clama, protesta, indaga...
Antoni juega a capturar imágenes de la realidad más próxima en sus numerosos viajes por el planeta, pero no se complace en mostrarlas tal cual. Al contrario, elabora la realidad y la cambia, la retoca, le da la vuelta, la modela. Y lo hace como él quiere, libre de llenar espacios de fondo con grandes superficies de color, libre de eliminar detalles innecesarios para comunicar, experimentando perspectivas y texturas nuevas que otorgan fuerza y contundencia, elevando la voz para denunciar situaciones, destacando aspectos que, por cotidianos, nos pasan inadvertidos demasiado a menudo. Frente a sus obras nos vemos abocados a una búsqueda ineludible de mensajes. A escuchar el grito de la obra que se nos presenta no sólo como manifestación estética de la cual disfrutar visualmente, sino como medio de transmisión de ideas, de conceptos y hechos que acontecen ante nuestros propios ojos. Un grito a veces terrorífico que golpea el interior del espectador, pues es crudo y directo en muchas ocasiones. En otras, en cambio, resulta de una sutileza refinada que provoca la reflexión dilatada de quien mira y juzga, de quien aprende interpretando los detalles y los cambios que introduce el artista de forma inteligente. A menudo transforma la realidad que observa mediante la cámara fotográfica y el ordenador, con las técnicas informáticas y las posibilidades digitales que se amplían día a día, con una variada paleta cromática y gran variedad de recursos materiales y compositivos, aún simplificando enormemente la información directa de la realidad para ir a aquello que en verdad cree importante.
Su particular visión refleja las personas, los edificios, los objetas de uso diario, los diferentes posicionamientos y actos que adoptan infinidad de seres humanos, desde un prisma que cuestiona ciertos axiomas de la sociedad y los aplasta para replantear otras “verdades” ocultas, olvidadas por resultar demasiado incómodas a los espíritus bien acomodados que engordan en los Estados del Bienestar. Nos muestra a los marginados, los rechazados por el poder y la implacable máquina del Capital, por los prejuicios humanos y los intereses económicos. Pobres, mendigos, artistas del asfalto y otros personajes repudiados en “sociedades desarrolladas”. Apartados e ignorados por aquellos quienes viven en mejores condiciones, como también nos muestra con las mujeres de cualquier parte del mundo que intentan sobrevivir con un mínimo de dignidad humana donde ésta es harto difícil de conseguir... Así lo hace en Dones a Kosovo (Prístina) 2004, Dones a Grozni (Txetxènia) 2004, Sense refugi 2004, o Repartiment global (Roma) 2005. Prescinde de aquello superfluo, para centrarse en las figuras que contienen el mensaje, la fuerza comunicadora, transmitiendo el dolor y la desesperación, el rechazo y la tristeza, la decadencia consentida de una parte de las sociedades actuales del mundo. Y lo consigue a partir de la disposición concreta de las figuras, desde la fuerza de una mirada, el uso intencionado de un detalle o determinados colores que impregnan de vida y atractivo la imagen representada.
Asimismo, aparecen en sus obras multitud de utensilios, aparatos y máquinas de uso cotidiano, que convierte en actores protagonistas de primer orden. Los honra y destaca, sacándolos del anonimato en que se encontraban anteriormente, como suele hacer también con las personas. Les rinde un silencioso homenaje que los coloca como protagonistas (ya no olvidados) al menos una vez en la vida. Les otorga nuevas significaciones comunicativas para contagiar al espectador de esa voluntad por observar el mundo de otra manera, desde otra perspectiva. Así lo vemos en Provocadors 2002, Bici castellana 2002 o Rocinante de la Mancha 2004, pero es una constante en su obra.
Y esa nueva perspectiva desde la cual observar las cosas no sólo recae sobre personas y objetos, la hace extensiva a las ciudades, a las grandes construcciones y edificios que utiliza de una forma u otra para hacer llegar sensaciones diversas: Rascacielos y grandes edificios corporativos, espacios públicos como aeropuertos, estaciones, estadios olímpicos, museos...casi cualquier elemento del paisaje urbano que le es útil para contar una pequeña historia personal mediante un lienzo.
Especial atención le dedica los últimos años a los museos del mundo. Nos los presenta no solo como contenedores de cultura, como receptáculos-almacén de obras artísticas, sino como obras de arte en sí mismo. Se produce un juego curioso donde dentro una obra de arte (la propia de Antoni) observamos otras obras artísticas contenidas en un espacio que por sí mismo alcanza dicha categoría. Los museos del mundo, vistos desde sus entrañas y desde el exterior, con gente o desiertos, desde un punto de vista a pie de calle o desde una perspectiva forzada siempre por la curiosidad de quien pinta. Edificios que son verdaderamente obras artísticas en sí mismos, pero que son mostrados como agentes culturizadores, como elementos dinámicos imprescindibles por todo el planeta.
El artista alcoyano, gran inconformista, incansable cultivador del detalle, actúa como grand chef que orquesta la creación de obras desde la cocina artística inmensa que es su taller. Allí se recrea elaborando estas instantáneas que después transporta a diversos soportes, para servir platos magníficos donde la vida se hace presente en forma de obra artística. Y lo hace siempre desde su bonhomía, en una lucha sangrante por el reconocimiento de estas injusticias y situaciones. Sangrante porque el rojo es uno de los colores que utiliza con mayor profusión, aquel que nos grita, que nos atrae, que capta y viola nuestra atención. Sangrante porque esta tarea creativa le recome incluso la salud, pero no la ilusión y la sonrisa a la hora de afrontar nuevos proyectos.