Realidades próximas de Antoni Miró
Carlos Delgado
Bajo la evidencia de la realidad que Antoni Miró plasma en sus pinturas, existe siempre la certeza de un significado latente. El artista ajusta los recursos figurativos hacia diversos extremos, de tal modo que todo, incluso aquello que reconocemos como propio de nuestra cotidianeidad, se toma inquietante y sorprendente. Su capacidad para el dibujo, sus sutiles distorsiones cromáticas y las audaces composiciones son herramientas claves para la consecución de este tamiz que codifica la lectura de lo real y activa la necesidad de una contemplación detenida.
Detrás de sus pasos que han jalonado una trayectoria amplia y reconocida, siempre hemos advertido la persistencia de una denuncia social. Y si bien ésta se ha mostrado en periodos anteriores con mayor evidencia, su obra actual sigue reflejando el desajuste entre diversos niveles sociales y la indiferencia que pueden generar situaciones terribles convertidas en habituales. Pero si bien la recurrencia de una imagen puede llegar a reducir su inherente dramatismo -por ejemplo, la llegada de una patera a nuestras costas-, el artista sabe eliminar de su mirada la costumbre de lo dramático sin caer, por el contrario, en el grito alarmado. Su mirada capta con sutileza, no borra los tintes trágicos pero tampoco los deforma para hacerlos más expresivos. Es este complejo equilibrio el que otorga una fuerza innegable a sus composiciones de denuncia.
Por otro lado, el artista revisa iconos de la cultura de masas sin dar vuelta de tuerca a los presupuestos ya conocidos del arte pop. Su trabajo revisa fragmentos o visiones globales de ciudades modernas, coches y maniquíes con el mismo interés que puede mostrar un conjunto cerámico bereber. La poética de lo cotidiano es extraída en ocasiones de su entorno para enfrentar la mirada del espectador con la esencia de una realidad inerte que contemplamos con admiración en nuestro devenir diario.
Todas estas pautas sociales no son, con ser importantes, el principal valor de la pintura de Antoni Miró. Tal vez lo que produce una seducción inmediata de su obra es la capacidad del artista para convertir la escenografía del siglo XXI en algo que identificamos pero que, gracias a las estrategias plásticas empleadas por el artista, nos cuesta reconocer como propio.