Llegando a casa
Carlos Delgado
En la pintura de Antoni Miró la forma adquiere una plasticidad de tal intensidad que se redefine su significado. A través de sutiles alteraciones del sentido mimético del dibujo y de la valoración euclidiana del espacio, nuestra sensación de estar ante una mera ventana abierta al mundo empieza a resquebrarse. Pero van a ser la rotundidad del color y la extrema limpieza compositiva los elementos que acaben situando sus imágenes en el ámbito de un nuevo modo de figuración que, más que representar la realidad de una manera estricta, intenta activar la mirada del espectador para cuestionar la aparente facilidad que implica su comprensión.
Este mecanismo, deudor de procesos visuales propios del arte pop y de una amplia nómina de poéticas neofigurativas llevadas a cabo tras los alardes expresivos de la vanguardia abstracta norteamericana, alcanza en la obra de Antoni Miró un estilo propio, que tiene en la fotografía un apoyo de primer orden. El gusto por determinado tipo de encuadres, panorámicas, visiones recortadas, es compartido por un afán de imbuir a sus imágenes de un sentido de crónica social que también procede del ámbito fotográfico.
No en vano, gran parte de la producción plástica de Antoni Miró ha estado orientada a denunciar algunos de los conflictos sociales que caracterizan la contemporaneidad. Imágenes tan impactantes como Manhatan explosion (2002) apuntan las principales claves de este tipo de realidad alterada para producir o resaltar connotaciones que no surgen de manera evidente desde una contemplación aséptica. Pero aún dentro de esta conciencia de denuncia, siempre queda espacio para una visión poética que no anula la fuerza de la plasmación de un determinado conflicto social. Un claro ejemplo de este modo de actuación puede ser la obra que acabamos de mencionar, o la impactante Inmigrantes en Tarifa (2006), donde una dinámica mancha roja puede ser contemplada como un manto protector, una barrera inquebrantable o un mar manchado de sangre. Los parámetros estéticos e ideológicos de Antoni Miró se realzan mutuamente, integrando la solidez de su discurso.