Cuando los «personajes» cobran forma y se revelan en la pintura de Antoni Miró
El tiempo ahorma las formas convirtiéndolas en una especie de sufragio, en donde los augurios de certeza se suceden en perfecta materia evanescente. Porque las respuestas que subyacen en la contemplación de las mismas, no obedecen a razón alguna, tan sólo al deseo de captura de la verdad última, y que vive en el arraigo de su construcción libre. Nos recuerda E. Cioran en «El Ocaso del Pensamiento», Ed. Tusquets, pag. 169, que: «¡Ojalá pudieras pensar cuando se te encienden los pensamientos! ¿Pero qué ideas podrían tomar cuerpo cuando del cerebro sale humo y chispas del corazón? Existe demasiado rigor para la sencilla necesidad de alcanzar, con audacia, la intimidad en las miradas que se aprestan a representar todo el universo del pensamiento en la razón. Tal vez Antoni Miró se postula demiurgo consciente a la hora de intervenir en las poderosas circunstancias que se adornan en cada fugaz destello de las miradas ajenas. Y se abren universos como se suceden fotogramas precisos de una misma historia, que no deja de ser la historia del pintor, o la vida del artista, que se ciñe al conjunto de sus retratos, en la inmensidad de sus “personajes.” Y Antoni Miró habla de sí mismo. Nos relata su propio pensamiento cuando describe, con sus pinceles, el carácter ajeno. El artista posibilita nuestro encuentro circunstancial en las estancias de un mundo que sí nos pertenece, ya que se inscribe, de forma evidente, nuestra necesidad de hurgar en la materia incorpórea de los deseos colectivos, observando fijamente los rostros que nos hablan desde el muro.
La pintura, o el arte, tal vez sea como un combate. Bien advierte E. Cioran cuando establece un paralelismo entre pensamiento y razón. Tal vez una lucha de contrarios, que dificulta el sosiego a la hora de establecer equilibrios suficientes, y que estimula el hallazgo de ciertas verdades que se suceden a la pura necesidad de la aprehensión. Pero si la razón no alcanza, la pasión por descubrir en las miradas la causa legítima del orgullo de pertenencia, es suficiente motor para alimentar la voluntad. También la ilusión por el conocimiento.
Josep Sou