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Antoni Miró: la escultura de las lanzas en Gandía

VM Vidal i Vidal

La obra de arte y su producción mecánica

Siglos de juicios previos sobre el que las distintas expresiones artísticas que las sociedades pretéritas han codificado como obra de arte, arrastra los juicios de las generaciones posteriores en limitar y mimetizar las producciones artísticas de los contemporáneos, sin tener la intuición o razonamiento sobre unos hechos que a lo largo de la historia han estado ocurriendo de distinta forma. Una civilización eminentemente técnica como el actual, forzosamente debía dejar sentir el peso de los logros mecánicos y transferirlos al plano de producción artística.

En las obras de Oteiza que asumían un peso conceptual abstracto y poderoso, se utilizaba el plegado mecánico como forma específica de materializar sus desempleos, aceptando y transfiriendo a la manufactura mecánica la forma específica de materialización de la obra de arte.

Una consecuencia directa de la mera incorporación de las obras que se fabrican en el taller con la incorporación de su nueva escala radica en la ausencia de pedestal; su desaparición en la obra de Oteiza o de Richard Serra son caminos que se recorren y no tienen vuelta atrás.

La obra de Antoni Miró se puede adscribir a esa modalidad: es una obra sin pedestal. Su tamaño, 200 palmos, que se corresponde a 50 varas valencianas o 45 metros, nos remite a otro tipo de experiencia visual como puede ser el panteón que Adrià erigió en Roma en memoria de Agripa. Su dimensión urbana aleja a la obra en su percepción del aislamiento que el pedestal impone, ofreciendo recorridos visuales que la incorporan a una experiencia distinta a la costumbre, pues acepta la visión dinámica del automóvil y la del recorrido visual del peatón que en su observación cotidiana, por distraída que resulte, siempre quedará vinculada en la memoria a un lugar y un paisaje con una luz cambiante que el tiempo también modelará. El objeto y el sujeto comparten un espacio visual que no está sometido a la autoridad del pedestal, su campo se expande tomando del espacio urbano lugar, disposición y orden.

La producción de una obra de estas dimensiones necesita de la existencia de un sistema de fabricación que la industria mecánica oferta, donde lo importante es la reinterpretación de lo que se entiende por originalidad, ya que en la obra la manualidad pasa a un segundo plano y emerge en un primer plano la forma de articular el espacio que los dos diedros proponen. A la manera de apropiarse del vacío definido por los dos grandes planes, se superponen la brecha central y las transparencias, que se añaden como una narración dentro de un hilo conductor coral que incide en las interpretaciones personales que se suman a una experiencia visual de gran peso que el tiempo irá completando en incorporarse al círculo de experiencias, recuerdos y biografías personales que, de alguna manera, quedarán adscritos a una nueva pieza que ahora inicia su incorporación a una ciudad y a sus gentes, que forman parte de un país y de sus pobladores.

25 D'ABRIL 1707

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