El arte comprometido y solidario de Antoni Miró
Àngel Beneitop>En julio de 1936 una parte del Ejército español se levantaba en contra de un gobierno legalmente constituido, el cual se definía en el artículo primero de su Constitución como una “República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y de Justicia”. En Europa, por desgracia, las cosas no iban mejor. En Alemana hacía tiempo que Hitler era canciller, mientras que en Italia Mussolini gobernaba con poderes dictatoriales. El enfrentamiento entre dictaduras y democracias parecía inevitable.
En Suecia y en Noruega, al saber que Franco se había levantado en armas, la clase obrera mostró su solidaridad con los trabajadores españoles. Inmediatamente partidos políticos y sindicatos de corte progresista, así como entidades cívicas y culturales iniciaron una campaña para ayudar al Frente Popular, iniciativa que dio paso a un movimiento de solidaridad llamado “Ayudemos a España”. Gracias a ello, en poco tiempo se creaban comités locales de Ayuda a España en casi todos los municipios, en los que colaboraron miles de ciudadanos con el fin de enviar ropa, medicinas y alimentos a los combatientes republicanos y a la población civil, especialmente mujeres y niños que sufrían los horrores de la guerra.
Para sensibilizar a la población y predisponerla en favor de la causa republicana, los comités de Ayuda a España repartieron miles de agujas de solapa con el texto “För Spanien”, hicieron cantidad de mítines, de manifestaciones, de conferencias, de fiestas solidarias y de charlas radiofónicas, mientras que la prensa más progresista insertaba un buen número de artículos, de poemas y de dibujos hechos por autores radicales que aludían a la guerra de España.
Esta llamada solidaria surtió efecto y la respuesta de la población escandinava fue impresionante: bajo la consigna “vuestra lucha es la nuestra” miles de trabajadores recogieron elevadas sumas de dinero que sirvieron para comprar toneladas de alimentos (conservas, leche, trigo, margarina, pescado salado, queso, azúcar, chocolate, etc.), así como pastillas de jabón, vitaminas, material quirúrgico, medicamentos, vendajes, ampollas de morfina, anestesia, etc., con destino a España.
Hecho esto y al tener noticia de las carencias sociales y sanitarias que sufría el pueblo español, los Comités Sueco y Noruego de Ayuda a España decidieron unir esfuerzos y colaborar conjuntamente con la Central Sanitaria Internacional y con el Comité Internacional para la Infancia. Para ello, Georg Branting (era el presidente del Comité Sueco de Ayuda a España), en representación de ambos comités, destinó buena parte de las miles de coronas que se iban recogiendo a montar hogares de acogida y orfanatos para los niños que habían perdido a sus padres, así como un hospital de sangre completo: el Hospital Sueco-Noruego de Alcoi, que serviría para atender a los soldados que caían heridos en combate.
Pues bien, esta gesta de altruismo y de solidaridad que protagonizó el pueblo escandinavo con el español, queda magníficamente reflejada por Antoni Miró en la serie “el Hospital Sueco- Noruec”, exposición que conmemora el 75 aniversario de esta efeméride.
La trayectoria artística de Antoni Miró como pintor, escultor o grabador, tanto monta, siempre se ha caracterizado por mantener unos signos de identidad que le distinguen y lo hacen único, al estar siempre al servicio y en función del compromiso social y cultural. Nunca ha dado puntada sin hilo: su obra es denuncia, es grito, es crítica, es ironía, es reconocimiento... Las series “América Negra” (1972), “El Dólar” (1973-80), “Pinteu Pintura” (1980-90), “Vivace” (1991-2001), “Sense Títol” (2001), “Viento del Pueblo” (2011), entre otras, son una elocuente muestra de conjunción pictórica, gráfica y plástica que se materializa mediante una marcada intencionalidad política, social o cultural. Miró, observador desde la distancia, hombre casi enclaustrado en la masía Sopalmo es, sin embargo, un faro consciente y crítico de la sociedad que le rodea, la cual analiza y denuncia a través de sus interpretaciones metafóricas, imágenes llenas de fuerza y de compromiso que no nos dejan impasibles.
Pues bien, debo advertir que ni estoy cualificado para realizar una crítica de arte al uso, ni este texto lo pretende. Dicho esto, queda fuera de toda duda que contemplar la obra que Antoni Miró nos presenta en esta serie, “l’Hospital Sueco-Noruec”, es contemplar la obra de un artista comprometido con la historia y el presente, con el pasado y nuestro tiempo mediante la utilización de texturas, de formas, de colores y de intenciones ciertamente testimoniales y provocadoras, que sacuden la conciencia del espectador con la intención de sensibilizarlo y no dejarlo indiferente.
No es la primera vez que Antoni Miró se adentra en los trazos de la recreación histórica. Todo lo contrario, la historia y los personajes de trascendencia histórica son un motivo de inspiración casi constante a lo largo de toda su trayectoria artística. Recordar los lienzos “Vietnam-1 ” (1968), “Llances imperials” (1976-77), “Interludi” (1998), “Record d’Hiroshima” (2002), “Desert de Kuwait” (2004), “Ciutat sense eixida” (2005), “L’arbre de Gemika” (2008), la serie “L’exili 1939” (2009) o “President Companys” (2010), entre muchos otros, con clara referencia a la guerra de Vietnam, al imperialismo de los Austrias, a la Segunda Guerra Mundial, al holocausto nuclear que sufrió Japón, a la guerra del Golfo, al genocidio nazi en los campos de exterminio, a la reivindicación de las históricas libertades de los vascos, al exilio republicano o a la subsiguiente represión y perdida de libertades que tuvo lugar cuando acabó la Guerra Civil española.
En la presente serie expositiva, Antoni Miró recrea plásticamente, con atrevimiento y valentía, un hecho histórico del que Alcoi, su ciudad natal, fue testigo durante la desventurada Guerra Civil: la instalación en la ciudad del Hospital Sueco-Noruego. Pero su obra, comprometida profundamente con la historia, va más allá al presentarle al espectador toda una secuencia de imágenes que reconstruyen, paso a paso, cada uno de los hechos más significativos e impresionantes de esta magnífica historia de solidaridad universal, de la cual fue depositaría la República española en el año 1937.
Rojo, amarillo y morado son los colores dominantes y siempre presentes en las obras que componen esta serie, con una clara intención de recordar y de rendirle tributo a la Segunda República y a los hombres que lucharon por ella para defenderla del pronunciamiento militar. Ahora, 75 años después de la instalación en Alcoi del Hospital Sueco-Noruego, la obra de Miró hace didáctica, al mostrarle al espectador y sensibilizarlo en un hecho histórico que la dictadura y el paso del tiempo se encargaron de borrar. Sus lienzos, pura recreación artístico-histórica, nos muestran las multitudinarias manifestaciones que se hicieron en Suecia y en Noruega en favor de la República española, así como la solidaridad que tuvieron los trabajadores de esas latitudes recaudando dinero y víveres por fábricas y calles, que sirvieron para aminorar el hambre y proporcionar ayuda médica a los combatientes y a la población civil que sufría la guerra. Sin embargo, también pone frente a nuestros ojos los rostros de los heridos (algunos de ellos casi niños) y las amputaciones que sufrieron, como una metáfora del dolor que causó el levantamiento militar. Y el lacerante enfrentamiento bélico. Y la dignidad del pueblo español. Y la dura represión que tuvo lugar nada más finalizar la guerra. En definitiva, todo un alegato hecho historia y denuncia de la condición humana: la parte más sublime, como es la solidaridad con los semejantes, y la más baja y ruin que genera un conflicto bélico.