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Miradas cruzadas: Miquel Martí i Pol y Antoni Miró

Carles Cortés

No hago de mi sufrimiento ninguna excusa
para desertar un tiempo demasiado siniestro,
de desolados contornos, tan poco propicios
que ya nadie sabe donde arañarse.
¿Quién no sufre? Contemplo a lo lejos la triste
solemnidad del mar y me vienen lágrimas
de añoranza en los ojos, de añoranza y melancolía.
¿Quién no sufre? Intento comprender
qué quiere de mí el espacio de mí que me falta,
el espacio concreto de claridades extremas
en que el olvido y el ritmo y la distancia
me devolverán la soledad perdida,
el polvo de los años depositado con cuidado
sobre la piel, tal vez la esperanza,
quizá un amor, como un grito en la noche,
aguas y viento y la sombra de las sombras,
nada y todo, para no perderme eternamente.
(Miquel Martí i Pol, 7.3.92)

Miradas cruzadas

¿Quiénes son Miquel Martí i Pol y Antoni Miró? Un escritor, un poeta, y un artista, un pintor. ¿Con dos palabras únicamente los podemos definir? No es totalmente adecuado. Martí і Pol y Miró, el Miquel y el Toni, fueron amigos.1 Dos personas inquietas, cada uno interesado por la creación artística —que el Toni me disculpe por usar la palabra creación, que tan poco le gusta— en su respectiva disciplina, que coincidieron un día, en la década de los noventa, y que pudieron cruzar su obra y una serie de conversaciones, orales y escritas, sobre sus preocupaciones vitales y artísticas. Un punto de conexión fortuito que se produjo y que nos ofrece, más de quince años después, una base de reflexión importante para entender la conexión entre dos lenguajes artísticos muy distantes como son la poesía y la pintura.

Sus perfiles biográficos son muy distintos. Aunque existe una relación epistolar que arranca en 1992, un año después se conocen en persona, a consecuencia de una estancia del poeta en la masía del Sopalmo, en Ibi (l’Alcoià). En aquel momento, Miquel Martí i Pol (Roda de Ter, 19 de marzo de 1929 - 11 de noviembre de 2003) se encuentra en uno de los momentos álgidos de su trayectoria literaria.2 Con el premio Osa Menor de 1954 por Palabras al viento se había dado a conocer. Dos años más tarde se casó con Dolors Feixas, con quien tuvo una hija en 1958 i un hijo en 1965. Es la época en la que inicia su dedicación artística, traduce i colabora en foros de cine, al mismo tiempo que pone música a sus poemas y canta en escenarios junto a miembros de la Nova Cançó. Una actividad que reanudará en los años noventa, época en la que conoce a Antoni Miró, con uno de los miembros más jóvenes del movimiento musical de protesta: Lluís Llach. A partir de 1970, una esclerosis múltiple empieza a dificultar la movilidad del poeta. Es el momento en el que arranca su dedicación poética: Veintisiete poemas en tres tiempos (1972), La piel del violín (1974), Libro de los seis sentidos (1974), Cinco esgrafiados en la misma pared (1975), Cuaderno de vacaciones (1976). La reclusión domiciliaria que inicia en 1973, a causa de la enfermedad, no impide su reconocimiento público con la edición de Libros del Mall de tres volúmenes de la obra poética: La raíz y la corteza, El largo viaje y Con cristales en la sangre. Poco después, con el poemario Querida Marta (1978), Martí i Pol reanuda la asistencia a actos públicos i se pone en contacto con el público que tiene en consideración su obra. En 1984 muere su esposa, Dolors Feixas, tras una larga enfermedad. Dos años más tarde, se casa con Montserrat Sans.

Tradujo obras de autores tan dispares como Saint-Exupéry, Simone de Beauvoir, Apollinaire, Flaubert, Zola, Racine, Huysmans, у Gianni Rodari, entre otros. Martí i Pol también es autor de un volumen de prosa, Cuentos de la Villa de R. y otras narraciones, dos libros de “memorias noveladas” y otro de correspondencia con el poeta Joan Vinyoli. Pero, más allá de la poesía, lo que interesa de su obra es el hecho de que varios cantantes como Maria del Mar Bonet, Ramon Muntaner, Lluís Llach, Celdoni Fonoll o Rafael Subirachs la han musicado y Ovidi Montllor la ha recitado. El reconocimiento internacional ha llegado de la mano de las traducciones de su poesía al español, el portugués, el alemán, el inglés, el italiano, el flamenco, el esloveno, el búlgaro, el ruso y el japonés. En el ámbito interno, además del premio Osa Menor de 1954, obtuvo el premio Fastenrath, el Premio de la Crítica (1978), el Salvador Espriu, el Ciudad de Barcelona (tanto de traducción como de poesía), el Nosside internacional en el valle de Aosta, como también los reconocimientos del Premio de Honor de les Letras Catalanas (1991), la Cruz de Sant Jordi, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (1992), el Premio Nacional de Literatura de la Generalitat de Catalunya (1998) i la Medalla de Oro de la Generalitat de Catalunya (1999). Del mismo modo, en 1999 se inició un movimiento cívico que provocó que se presentara su candidatura a la Academia Sueca para el premio Nobel.

Por lo que respecta a su obra poética, con una voluntad sintetizadora, podemos concebir una evolución desde planteamientos existencialistas hasta el realismo histórico. Como apunta Pere Farrés en la antología poética del autor de 2003, después de una crisis de los valores religiosos durante los años cincuenta, el poeta resuelve el conflicto mediante una abertura a la realidad de su entorno, concretada en los dos marcos espaciales inmediatos: su pueblo y la fábrica donde trabaja. Así vieron la luz los poemas de El pueblo y de los dos conjuntos La fábrica (1959) y La fábrica (1972). Esta es su integración inicial en la corriente renombrada del realismo histórico. Martí i Pol describe, siguiendo las técnicas realistas, un medio que conoce bien, al mismo tiempo que enaltece la condición de los obreros, sus mujeres y los jubilados.

En el ámbito formal, hay que destacar en todo momento la opción del poeta por un lenguaje directo y asequible —con una selección cuidadosa del léxico y el uso de metáforas y de imágenes que evocan las sensaciones y los estados de ánimo de los personajes— que enaltece el valor poético de su obra. La consecución de la enfermedad incrementará la interiorización de su poesía. Así, en libros como Veintisiete poemas en tres tiempos (1972) o Cinco esgrafiados en la misma pared (1975), sentimientos como la angustia o la soledad aparecen para describir espacios reducidos e íntimos. Cuaderno de vacaciones (1976) representará la tímida superación de la situación anterior, aunque será en Querida Marta (1978) y El ámbito de todos los ámbitos (1981) cuando la voz poética recuperará de nuevo el optimismo y el anhelo por la vida. Una temática que reaparecerá con fuerza será la amorosa y la erótica. Un tema de interés que compartirá con Antoni Miró, según podemos observar en algunas de las cartas cruzadas a las que nos referiremos después. De igual manera, se consolidará una preocupación por la conciencia cívica del lector, con una voluntad de incitarlo a la reflexión. Tal como destaca Pere Farrés en el artículo mencionado, “el poeta [...] invita al lector a una reflexión cívica sobre la necesidad de aportar cada uno lo que pueda en la construcción del país común. Son tres vías —la fe en el futuro, el erotismo y la reflexión cívica— que definen un nuevo momento [...] y dan algunos de sus textos más maduros”.

En publicaciones posteriores como Primer libro de Bloomsbury (1982), Libro de ausencias (1985) o Los bellos caminos (1987) el sentido reflexivo del autor se mantiene, al mismo tiempo que valora positivamente la experiencia que el paso del tiempo le otorga. En la década siguiente, el poeta aporta un mundo más íntimo en el que la expresión del paso del tiempo se acentúa. De esta manera se plantean temas como la inseguridad y el desencanto de las sensaciones personales junto a reflexiones sobre la evolución colectiva del país. Así podemos encontrar libros como Un invierno plácido (1994) o Libro de las soledades (1997) donde encontramos un Martí i Pol crítico ante la evolución sociopolítica externa, con un contrapunto irónico que presidirá las obras posteriores. Una visión crítica y satírica, producto de la preocupación por su país, que compartirá, tanto desde el punto de vista personal como desde el artístico, con la obra de Antoni Miró. Son los años de Vivace, la serie pictórica donde Miró buscará la visión más desgarradora sobre los desastres medioambientales de nuestra tierra y, simultáneamente, la continuidad en la defensa de un espacio nacional catalán. Se trata de la década en la que ambos se conocerán i trabarán su amistad.

A su vez, Antoni Miró (Alcoi, 1944) inicia su trayectoria artística el 1960 con un primer premio de pintura del Ajuntament d’Alcoi. Cinco años más tarde realiza su primera exposición individual y funda el grupo Alcoiart (1965-72). En 1972, con otros compañeros artistas, funda el Gruppo Denunzia en Brescia (Italia). Su reconocimiento nacional e internacional ha provocado que haya llevado a cabo cientos de exposiciones y que haya recibido condecoraciones de diversa índole, como la distinción por la “Cultura Nacional” otorgada por el Ministerio de Cultura en nombre de la República de Cuba y el homenaje al pintor dentro de los premios Octubre de la editorial ЗІ4 en 2008. La carrera pictórica de Miró ha ido acompañada por la dedicación a otras disciplinas artísticas, como la escultura o el dibujo, pero también ha desarrollado paralelamente distintas iniciativas sociales en defensa de las libertades humanas y del reconocimiento de los pueblos oprimidos. Con un sentido cívico y solidario considerable, a lo largo de los casi cincuenta años de trayectoria podemos encontrar a Antoni Miró en la mayoría de propuestas culturales y políticas que se caractericen por su valor progresista.

En cuanto a su obra, agrupada en varias series como “Les Nues” -Las Desnudas- (1964), “La fam” -El Hambre- (1966), “Els bojos” -Los Locos- (1967), “Experimentacions i Vietnam” (1968), “L’Home” (1970), “Amèrica Negra” (1972), “L’home Avui” -El Hombre Hoy- (1973), “El Dòlar” (1973-80), “Pinteu Pintura” (1980-90), “Vivace” (1991) y “Sense Títol” (2001), puede situarse dentro del realismo social, a pesar de tener unos inicios marcados por el expresionismo figurativo. El interés creciente por el tema social lo llevará a lo largo de los sesenta a un neofiguratismo, con un mensaje de crítica y denuncia que, en los setenta, se identifica plenamente con el movimiento artístico “Crónica de la realidad”, incluido dentro de las corrientes internacionales del Pop Art y el realismo. Un elemento que caracteriza su obra es el uso de las imágenes propagandísticas de la sociedad industrial y los códigos lingüísticos utilizados por los medios de comunicación de masas.

En el ámbito formal, cabe destacar que la voluntad crítica de su obra se encuentra reflejada en un uso experimental de diversas técnicas pictóricas que configuran un lenguaje plástico particular, en el que destaca, sin duda, la gran calidad de la aplicación cromática en los cuadros. Una visión continúa en su obra que será un punto de conexión personal con el poeta de Roda de Ter. Es difícil valorar el peso de su impronta en la obra del pintor. En cualquier caso, debemos tener en cuenta que, en su biografía, Miró siempre ha mostrado un interés especial por los autores catalanes que han ofrecido un impulso importante por la cultura propia. El pintor lee desde su adolescencia a los escritores que más conocimiento del país le aportan: Joan Valls, Salvador Espriu, Vicent Andrés Estellés, Joan Fuster, Ausiàs March o Miquel Martí i Pol, entre otros. Con ellos asume la reflexión crítica de una realidad que no siempre es grata para el artista. Es evidente que el contacto con Miquel Martí i Pol le proporcionará una serie de gratificaciones personales y anímicas que van más allá del elemento puramente formativo. Así lo expresa el pintor en la última carta que le mandó en las postrimerías de 1994, al referirse a las dificultades del poeta para hacer avanzar su obra:

Dudaba de hacerlo [escribirte] para no distraerte, para dejarte el tiempo para que cojas de nuevo esa mágica libretita de tus poemas que para todo el mundo ha sido una milagrosa fuente de sabiduría, de la que todos queremos beber, para sentirnos más personas y más cerca de tu secreto.
(CT Miró, 12.12.94)

Miró es consciente, desde el momento que lee su obra, de la importancia referencial de su figura para la cultura que comparten: “admiro profundamente su obra poética, que me hace acercarme cada vez más a usted y a su monumental tarea que a todos nos dignifica.” (CT Miró, 08.09.92). En una carta posterior, destacará esta consideración: “espero y deseo que con el inicio del año [...] su trabajo continúe tan fructífero como siempre, un motivo por el que todos los catalanes debemos sentirnos agradecidos.” (CT Miró, 12.01.93).

Ambos pueden ser considerados trabajadores del arte, dado que a lo largo de su vida se dedican a la creación a través de sus respectivos códigos. Uno con las palabras, el otro con las imágenes. La magia del arte los hace coincidir, en un par de años, para hacer compatibles los dos lenguajes. En cuanto al ámbito personal, se encuentran en unos años de gran actividad: Antoni Miró al inicio de la nueva serie pictórica “Vivace”, que le aportará un peldaño más en su evolución como artista; Miquel Martí i Pol con la publicación del nuevo poemario Un invierno plácido y el trabajo minucioso al lado de Lluís Llach de la composición musical Un pont de mar blava (Un puente de mar azul). Con todo, el escritor tiene una percepción muy distinta y entiende que su amigo sí que ha sabido aprovechar el tiempo:

He visto que este año habías trabajado mucho, como de costumbre en ti. Yo no he hecho nada; mejor dicho, sí, he hecho muchas cositas que me han pedido, pero trabajar, lo que de verdad se dice trabajar, no lo he hecho para nada. Estamos a más de medio noviembre y la libreta en la que escribo los poemas está virgen desde diciembre del año pasado. Un año perdido, este, por lo menos en este sentido, porqué tampoco lo he sabido aprovechar para leer. Cuando me pregunto a mí mismo —cosa que hago a menudo— en qué he ocupado estos doce meses, me suben los colores a la cara. Cambio de tema.
(CT Martí, 18.11.94)

Y es que el grado de sinceridad y de afecto establecido entre los dos artistas es considerable si tenemos en cuenta las confidencias del escritor, agobiado por el éxito de su último libro, Un invierno plácido:

Ha tenido un éxito escandaloso que me ha sorprendido y me ha avergonzado: en tres semanas escasas se ha vendido la primera edición de tres mil (sí, sí, 3) ejemplares y antes de final de mes saldrá la segunda, de tres mil más. Yo, ante estas cosas y ante otras por el estilo que me están pasando estos días, prefiero comentarlo solo con el anciano que cada mañana me observa desde el espejo3 durante cerca de tres horas. A veces temo caer en la esquizofrenia, benigna quizá, pero esquizofrenia al fin y al cabo. El mundo, evidentemente, no es justo.
(CT Martí, 18.11.94)

Ambos analizan la vida con humor e ironía i su obra se hace eco de ello. Asimismo, en la contestación a la carta anterior, Antoni Miró hace la referencia siguiente al éxito y al alcance de la última publicación de Martí i Pol: “Este ha sido el invierno más plácido desde que vivimos al Sopalmo, quizá tu libro lo ha propiciado, casi lo daría por cierto si fueran posibles los milagros” (CT Miró, 12.12.94).

La relación epistolar entre ambos, realizada entre los años 1992 y 1994, es un excelente testigo del interés por la obra respectiva. Una buena muestra de las posibilidades de interferencias entre códigos artísticos distantes, pero coincidentes a la hora de aportar una visión crítica del mundo, como es el caso de sus trayectorias. Es evidente que, como advertía Áron Kibédi Varga,4 la posible comparación y analogía entre dos categorías de objetos como son la palabra y la imagen está viciada desde el comienzo de su interpretación, ya que la percepción sensorial de los dos lenguajes no es igual en todos los aspectos. Es por ello que las interrelaciones que podamos observar entre las dos trayectorias artísticas están mediatizadas por la recepción subjetiva a que podamos hacer de cada una de estas. Nos interesan, como no puede ser de otro modo, a los vínculos personales e intelectuales creados entre los dos creadores, dos personalidades claves en la historia cultural de nuestro país. 

Cartas cruzadas

Centrémonos, pues, en el intercambio epistolar de ambos.5 Después del envío de Miró del libro monográfico de su obra La otra mirada (1992), el poeta le envió la primera carta de su breve pero intensa relación epistolar. Era el mes de mayo de 1992 y Martí i Pol escribía “no nos conocemos, y por eso me ha sorprendido verme digamos compartiendo libro y dedicatoria con personas a las que quiero y admiro” (CT Martí, 29.05.92).6 La sorpresa del poeta obedecía a la dedicatoria que Miró había incorporado al inicio del libro que provocaba la formulación de la siguiente pregunta: “me gustaría saber qué le ha impulsado a contar conmigo de una manera tan íntima y agradable. Me ha hecho poner muy contento.” (CT Martí, 29.05.92). La respuesta del pintor vino en la segunda carta de este epistolario: “el motivo de haberle dedicado el libro ha sido simplemente la admiración que siempre le he tenido a lo largo de muchos años. Su poesía y su talante personal siempre me han interesado” (CT Miró, 06.92). En esta carta, Miró avisaba del próximo envío de un cuadro, tal como el poeta había solicitado con anterioridad:

Había visto algunas —pocas— reproducciones de sus pinturas, que ya me habían despertado la sed; este libro me la ha hecho casi insoportable. Oiga, ¿no podría tener un cuadro de usted para colgarlo en casa? Quiero serle franco, mi disponibilidad económica es bastante escasa, pero si me hace un precio de amigo estaría dispuesto a empobrecerme más.
(CT Martí, 29.05.92).

El cuadro llegó dos meses después. Antes, sin embargo, Martí i Pol se mostraba impaciente por recibirlo: “lo espero con impaciencia porque me gustaría poderle dedicar un lugar preferente, cálido, que sea para mí un referente constante.” (CT Martí, 29.06.92). El poeta apuntaba una posible confluencia de código a partir de la observación del cuadro deseado. Estamos en la esfera de interrelación que apuntaba Daniel Bergez en el estudio sobre literatura y pintura:

L’activité picturale peut constituer un sujet de réflexion pour l’écrivain. Il se produit alors implicitement une mise en abyme symétrique á celle du peintre représentant l’homme de lettres au travail, puisque ce sont souvent ses propres interrogations que l’écrivain prête au peintre.
(2004, 163)

Finalmente, el cuadro llegaba a manos del poeta con una nota del artista: "lo he escogido, precisamente, considerándolo temáticamente más poético y cálido que muchos de mis cuadros”. Un criterio, pues, muy explícito que en voz del pintor asume una especial interpretación, ya que interrelaciona la obra enviada con las características que él mismo aduce en la poesía de Martí i Pol. Rojo desnudo es el título del cuadro en cuestión; había estado pintado un año antes, en 1991, y ofrece un desnudo femenino de gran sensualidad y pasión, un sentido reforzado por la tonalidad roja que ocupa toda la imagen. Unas características que Miró observa en sus versos.

Una variación sobre la misma figura femenina desnuda dio pie a una nueva obra de Miró orientada al recuerdo de otro poeta, en este caso Ausias March. Se trata del grabado “Així com cell qui en lo somni es delita” (“Así como aquel que en el sueño se deleita”) incorporado a la colección editada por Bancaja “9 grabadores interpretan a Ausiàs March” del año 1997. El interés del pintor por la poesía de contenido amoroso o erótico, en poetas como March o Martí i Pol, se refleja en obras con contenidos semejantes que obedecen a un intento de plasmación de sentimientos similares.

Si el conocimiento de la obra de March es muy anterior —y, en cierta medida, gracias al trabajo musical que Raimon hizo sobre el poeta de Gandía—, es a finales de los ochenta cuando entra en contacto con la poesía de Martí i Pol, según recuerda en la actualidad el pintor: “Ovidi [Montllor] me hablaba de ello, entre los poetas que leía, Miquel Martí i Pol era uno de sus puntos de referencia”. Con su lectura, Miró encontraba nuevas maneras de abordar el erotismo femenino y la sensualidad de la mirada poética de la vida. El escritor confirmaba el acierto en la elección del cuadro:7

lo ha acertado muy bien. La seducción y el misterio de esta gama de rojos tienen una fuerza impresionante y es de una belleza emotiva. Pero después está el tema, el torso desnudo de mujer que, inmerso en el rojo, adquiere una peculiar matización y es lacerantemente bello. Siempre me ha atraído el desnudo femenino, y este no creo que me canse de contemplarlo.
(CT Martí, 15.07.92)

En una carta posterior también apunta alguna de las características de la obra de Miró, cuando habla de la observación de las imágenes de la casa del pintor en los catálogos recibidos:

Cada vez que veo fotografías se me hace la boca agua, por la belleza de las estancias y, sobretodo, por la limpieza, el orden y la meticulosidad que se adivina, y que, en mi opinión, también se deja ver en su obra, tan intensa como limpia de perfiles y perfecta de realización.
(CT Martí, 13.08.92)

En cartas anteriores, Martí i Pol formula una serie de preguntas sobre los materiales utilizados en las composiciones del pintor, un pretexto que sirve al poeta para manifestar las limitaciones de su conocimiento sobre el arte pictórico, aunque se plantea, como en tantas otras cartas enviadas a Miró, como una especie de captatio benevolentiae: “perdone mi incultura y la poca habilidad para plantear las preguntas. No le pregunto esto para querer más el cuadro, sino para adquirir conocimientos. [...] Si no le apeteciese contestar a las preguntas que le he formulado, olvídelas.” (CT Martí, 29.06.92).8 Miró contestará aquel mismo verano y explicará que “el procedimiento es laborioso y exige una cierta destreza técnica a partir del dibujo previo” (CT Miró, 06.08.92). El escritor se siente atraído por el lenguaje pictórico, aún siendo consciente de sus limitaciones: “debe ser apasionante pintar, creo, y dominar tantos recursos para crear belleza.” (CT Martí, 13.08.92). 

Del pintor al poeta

Por su parte, el poeta, atraído por la obra pictórica que conoce a través de los catálogos recibos, promete escribir “una reflexión poética, en verso o en prosa” (CT Martí, 29.06.92) para una próxima publicación del pintor. Él mismo apuntaba sobre la naturaleza que podía tener aquel texto hecho para la ocasión: “no creo que me atreva a hacer un texto digamos teórico. Posiblemente optaré por una reflexión poética, en verso o en prosa, aún no lo sé” (CT Martí, 29.06.92). El resultado fue “Esbozo de carta a Antoni Miró”, una larga cincuentena de versos mayoritariamente decasílabos que recibirá el día seis de noviembre de aquel mismo año. En la carta remitida conjuntamente con el texto, el escritor define la base temática sobre la que ha construido su composición: “no es un texto teórico, sino una interpretación poética, absolutamente libre, evidentemente, de su pintura y, osadamente, un poco también de la impresión que tengo de usted, por sus cuadros, por sus libros y por sus cartas.” (CT Martí, 21.10.92).

Esbozo de carta a Antoni Miró (Octubre de 1992)

Toni Miró, que digo, escucha esto:
la impertinente verbosidad del tiempo
es una trampa devastadora y obscena
y tú que lo sabes pasas de largo y escribes,
lúcidamente, en el lado de allá del espejo.
Minucioso, dibujas claroscuros
sobre la piel cansada y vehemente,
para que la luz penetre por el tejido
incierto de los años y disperse claridades
mucho más allá del horizonte falaz
de este vaivén de un vivir trepidante
siempre próximo a la extinción.
¿De qué secreto pozo de silencio sacas
el luminoso y perenne sentido
de cada gesto, de cada movimiento?
Astuto y grave, ¿te ausentas del ruido
para convertir cualquier trazo en fuego
y pasar a ser más tierno y retador,
bien describes parábolas de viento
para incitar la lluvia y el desazón
a definir correctamente el rumbo?
Símbolos y espacio combinan el deseo,
el estallido del rojo y el sentimiento del azul
que solo tú sabes maestrear,
para desvelar el enigma tortuoso
de cualquier misteriosa mirada,
y así deshacer, sin mover ni los dedos
toda la sarta de adversas soledades,
que como un yugo nos ata y nos somete.
Pregunto mucho y tú siempre respondes
y es seductor dialogar con el vacío
de mí mismo hacia donde me atraes, tozudo
como un niño solemne y desenfadado.
Pregunto mucho y me hace de tornavoz
la desnudez del cuerpo y de la mente
que ningún espejo no acierta a reflejar
fuera de aquel que me ofreces tú.
Te pienso lejos, Toni Miró, y escribo
desacostumbrado a todo, cerrando los ojos
muy a menudo para no romper el hechizo
y aprenderme más, como quien deshace camino
para repensar el desencanto del futuro
sin el temor de tópicos sobresaltos.
Te pienso mucho, amigo lejano, y me gusta
conversar contigo silenciosamente
para convertir la quietud en canto
y ganar espacios de música sutil.
Todo se produce exprimiendo la soledad,
configurando ardidamente las palabras,
renunciando al oropel y al fasto
para alcanzar el éxtasis esencial;
todo se produce de claridades adentro
y el reto, el grito, la torpeza y el gozo
discreto, no son sino la aureola del rayo
con la que podemos, quizá, combatir la vieja
trampa del tiempo, verboso, impertinente
y, al fin y al cabo, obsceno y devastador.

Es interesante observar como el escritor aborda el origen de su composición: “el poema lo empecé con la intención de hablar, tan subjetivamente como se quiera, sólo de tu pintura; pero fue él mismo, el poema, quien me fue imponiendo una dinámica que hubiera sido contraproducente y grotesco querer contradecir. Así fue como me encontré que la última parte se me hacía íntima y comprometida, pero como era conmovedoramente sincera, dejé que me dictase los versos” (CT Martí, 21.10.92). Un intento, pues, de crítica pictórica9 que acabará siendo un pretexto para construir un texto literario a partir de las impresiones que el pintor y su obra aportan al poeta. Una espontaneidad del poema que viene favorecida por la libertad formal de la composición, únicamente marcada por la regularidad del verso decasílabo —el metro más tradicional en la lírica catalana— en los que se muestra el aprecio por el pintor.

Quizá sea también interesante observar la explicación que el poeta hace del proceso de creación y de su plasmación escrita:

Los poemas los debo escribir a mano; no sabría hacerlo de otra manera. La máquina es demasiado distante, demasiado fría, y yo, para los poemas, necesito más calidez. El tuyo, lo he tenido semanas en el cajón; lo tomaba y lo dejaba según el humor y el trabajo.
(CT Martí, 21.10.92).

Al explicar el proceso exacto de redacción de “Esbozo de carta...”, añade que “trabajar en tu poema ha sido una gimnasia muy eficaz y gratificante” (CT Martí, 20.11.92). Y es que Martí i Pol había tenido unos años previos de ralentización de sus publicaciones poéticas, aunque dos años más tarde vio la luz Un invierno plácido (1994).

El pintor aprecia enormemente la composición poética, así lo manifiesta en su dietario de entonces.10 En cartas posteriores se refiere: “creo que es magnífico, una obra maestra como poema y una gran suerte el que haya inspirado tanta belleza. Quedo verdaderamente impresionado y eternamente reconocido, es un trabajo inmenso con una profundidad total, imposible de definir.” (CT Miró, 10.11.92), “El esbozo... es tan precioso que espero publicarlo en diversos sitios” (CT Miró, 10.11.93). De este interés nace el proyecto de Miró de incluirlo en una carpeta con dos aguafuertes sobre el escritor: “La pipa, la paleta”. Una noticia que sorprenderá de nuevo a Martí i Pol y que provocará una larga relación de cuestiones: “perdóname si me estoy pasando, que dice la juventud de ahora. Te pido todo eso para informarme o, si lo preferís más campechano, por puro chisme. Me gustará, sin embargo, si no te importa, saberlo.” (CT Martí, 20.01.93). Como anuncia Miró en un escrito posterior, la incorporación del poema en esta carpeta de obra gráfica, “es un complemento a mi pintura, que la hace más accesible a la gente y que permite una mayor divulgación social” (CT Miró, 17.02.93). De esta manera, el pintor hace compatible, como anuncia al poeta, la interacción de los dos códigos artísticos -el lingüístico y el pictórico a la hora de abordar una misma realidad. Martí i Pol, a pesar de advertir que “mi juicio no tiene, evidentemente, ningún valor crítico” (CT Martí, 24.02.93), ofrece estas valoraciones: “tus grabados son, a mi entender, espléndidos; minuciosamente justos de dibujo, sugestivos y claros de color y, sobretodo, llenos de connotaciones, referencias y significados, como toda tu obra. [...] lo que me hace sentir amenamente próximo a tu obra es la ausencia de gratuidad que se manifiesta, y también el ritmo y el orden que la presiden.” (CT Martí, 24.02.93).

Toda esta interrelación se realiza sin ningún tipo de conocimiento personal directo, tan solo a través de las cartas cruzadas. Eso sí, desde el inicio de esta relación, el poeta siente el deseo de visitar al pintor: "Si Alcoi no estuviese tan lejos de Roda, o si yo estuviese en unas condiciones mínimamente aceptables de autonomía de movimientos, te aseguro que me encantaría visitarte a la masía del Sopalmo.”(CT Martí, 13.08.92). Seis meses más tarde, el escritor apunta una posible visita: “Nosotros tenemos un automóvil —un R-5, dicen— y Montserrat lo sabe conducir, pero sospecho que no se atrevería a emprender un viaje tan largo, ella y yo solos, contando que en caso de cualquier problema, avería, etc., yo, por desdicha, no solamente no puedo hacer ningún servicio sino que, en cierta medida, soy una engorro. Teniendo eso en cuenta, lo que haremos será hablar con un buen amigo nuestro, a quien debes conocer cuando menos de nombre, Lluís Llach, por sí él pudiese combinárselo, le hacía gracia, que estoy seguro de que sí, y nos llevaba con su coche, que es grande y potente. A nosotros nos haría ilusión ir, y más con Lluís, con quien nos vemos a menudo y nos queremos mucho.” (CT Martí, 24.02.93). El trabajo de Martí i Pol y Llach en el disco Un pont de mar blava —en el cual, según el poeta, “yo he colaborado intensamente” (CT Martí, 13.04.93) — retrasó el viaje hacia el sur hasta el 29 de octubre de 1993.

Un testigo de primera mano de aquel momento es el dietario del pintor donde este derrama el sentimiento que impregna su casa ante el visitante ilustre: “Miquel es una gran lección de humanidad y de resignación, de gozo de vivir” (AG Miró, 31.10.93). Los pocos días compartidos alcanzan el estado de ánimo de Miró y su familia, Sofia y Ausiàs; estos últimos aún recuerdan las palabras de Lluís Llach en aquel momento: “donde llega Martí i Pol, todo el mundo se hace bueno”. De esta estancia, Antoni Miró aún recuerda las limitaciones físicas del poeta para moverse por los espacios de la masía del Sopalmo: “Era increíble con la filosofía que aceptaba su terrible situación. Cuando estábamos comiendo, si quería ir al baño, podía pasar perfectamente media hora en el trayecto entre el comedor y el baño. Quería valerse por sí solo. No molestar. Y Montse, su mujer, es cierto, estaba acostumbrada”. El escritor, resignado al avance de su enfermedad degenerativa, explica a la familia Miró su voluntad de hacer él mismo las cosas: “si un día no hago algo, no lo haré nunca más”. Antoni recuerda aún su sonrisa, sobre todo cuando hablaban de dos temas de interés para ambos: la belleza de las mujeres y la estima por su cultura. Al abordar la realidad valenciana, los dos coincidían en la maestría importante de los grandes poetas valencianos desde la época clásica al mundo contemporáneo: Ausiàs March y Vicent Andrés Estellés, dos voces que interesaban por igual a los dos amigos.

Los meses posteriores al encuentro en la comarca de l’Alcoià son de gran trabajo para Martí i Pol y Llach, el poeta así lo manifiesta al pintor, después de tardar un par de meses a agradecerle la cortesía de la invitación: “he estado muy ajetreado con el estreno de Un pont de mar blava en Barcelona y con los compromisos que se han derivado. ¡Qué le vamos a hacer! A menudo estas cosas son tan agradables como cansadas.” (CT Martí, 12.12.93). En esta carta, Martí i Pol anuncia “escribiré más cosas sobre tu pintura y sobre ti, pero no sé ni qué ni cuando”, aunque desgraciadamente este deseo no se convirtió en realidad.

Un año más tarde, el poeta recordará de nuevo el encuentro en la casa de Miró, al mismo tiempo que apunta la dificultad que representa repetir el viaje: “Ahora ha hecho un año desde que fuimos a la masía del Sopalmo. Tanto Montserrat, como Lluís y yo lo recordamos con alegría. Fueron dos días muy agradables, aunque el tiempo no nos hizo buena cara, y muy intensos. Lo que veo difícil es repetir la vuelta en condiciones semejantes, cuando menos porque yo cada día estoy más perezoso.” (CT Martí, 18.11.94).

Del poeta al pintor

De la huella de la obra de Martí i Pol en la trayectoria artística de Miró, hay que resaltar el interés que el pintor siempre tuvo por libros como la Suite de Parlavà. Sobre esta obra se refería en una carta al poeta, después de que este le hubiera sugerido enviarle un ejemplar: “la Suite de Parlavà, ya lo tengo y me gusta mucho, como toda la obra tuya” (CT Miró, 10.11.92). Este interés se concretó en el año 1994 con la colección de collage que el artista creara partir de versos de la Suite de Parlavà. Se trataba de una creatividad paralela a la aplicada a los poemas de La pell de brau (La piel de toro) de Salvador Espriu preparados entre 1993 y 1994 en el estudio Can Rajoler de Pals donde Miró trabajó durante los veranos correspondientes. Tal como nos explica el mismo artista, el proceso de elaboración de los treinta y ocho collage se genera a partir de la fijación de un verso o de una expresión de los poemas de Martí i Pol que le ha interesado, unas palabras que sirven de título para la composición. Este grupo de obras se sitúan a las postrimerías de la serie pictórica que había desarrollado en los años ochenta “Pintad Pintura”. Así, Miró se muestra inmerso de lleno dentro de la serie siguiente, “Vivace”, donde el erotismo femenino, la interpretación crítica de la sociedad, la reflexión nacional y la preocupación por la degradación de la naturaleza se presentan con un discurso consecutivo propio de las preocupaciones del artista alcoyano de entonces.

Un segundo factor pudo motivar el pintor a trabajar sobre el libro de poesía mencionado. Recordemos que los collages fueron ejecutados en la localidad gerundense de Pals, muy próxima a Parlavà, el espacio usado por el poeta como marco de referencia que obedece a la casa que tiene su amigo Lluís Llach y que ambos conocen bien. Miró se percataba de la proximidad del espacio que ambos, el músico y el poeta, compartían. Por ello, como él mismo recuerda, se sintió atraído por un “espacio próximo y real que pasaba a ser mítico en la obra de Martí і Ροl. Con los collages o papiers collés, como los llama Joan Àngel Blasco Carrascosa, Miró busca una fusión entre el dibujo, la pintura y la poesía:

estos encajonamientos iconográficos, que surgen de un proceso de selección de imágenes —de acuerdo con un concepto y un propósito previos—, que serán dislocadas y seguidamente reordenadas, al mismo tiempo que se utilizan para estimular el efecto visual, dejan entrever la acción catártica experimentada por su autor.
(Blasco Carrascosa 1998,5)

“Huiría de mí”
“Volver al pasado” 
“Quizá es el lugar” 
“Ojo siempre abierto” 
“Cadencia secreta” 
“Solo juego a vivir”
 “Velo de misterio” 
“Siempre me acompaña” 
“Este hechizo” 
“La ausencia de deseo” 
“Remota sinfonía” 
“De tu recuerdo” 
“Gesto insólito” 
“Gestos y miradas” 
“Quizá una mano” 
“Ganancias de solitario” 
“Discreta quietud” 
“Espejo opaco” 
“Incita a persistir” 

“Contemplar el poniente”
“Cálidamente ingenua”
“Vuelvo atrás”
“Azaroso futuro”
“Río de aguas inciertas”
“Otra piel”
“Alguien quizá”
“Sentarse a la sombra”
“Figuras y presencias”
“Tú estarás lejos”
“Para decir el amor”
“El silencio es el refugio”
“Temporal lejano”
“Implacables”
“Rama dócil”
“Ya estaré lejos”
“Cerrando los ojos”
“Ladrido lejano”
“Esporádico sueño”

Antoni Miró toma trozos del libro que Martí i Pol había publicado tres años antes. Una selección de parejas de palabras hecha aparentemente al azar que no hace sino confirmar la recepción que los versos del poeta provocan en el pintor. Así, podemos observar una referencia al sentimiento de la voz poética como “huiría de mí”, “solo juego a vivir”, “la ausencia de deseo”, “cadencia secreta”, “discreta quietud”, “vuelvo atrás” o “el silencio es el refugio”. El artista también selecciona las referencias afectivas del poeta: “siempre me acompaña”, “este hechizo”, “de tu recuerdo”, “gestos y miradas”, “contemplar el poniente.”

El recuerdo, la añoranza por el tiempo perdido y que no se puede recuperar, interesan al poeta y al pintor, como vemos en “volver del pasado”, “vuelvo atrás” o “de tu recuerdo”. Unos sentimientos que encuentran, en la visualización de objetos del pasado, una recreación concreta y de gran interés para el espectador-lector de los collages de Miró.11

El final de la encrucijada

Te dejo. Prometo no ser tan desgarbado en próximas ocasiones, aunque cada vez me siento más pesado y desanimado. ¡Deben ser los años!
(CT Martí, 18.11.94)

Esta despedida procede de la última carta escrita que recibió Antoni Miró de su interlocutor durante los dos años de relación epistolar. La amistad y la estima entre ambos no hizo sino crecer. Con todo, la ocupación progresiva del poeta —que a raíz del éxito de Un pont de mar blava y de sus últimos libros ponía en marcha una etapa de gran reconocimiento y de actividades públicas— y el avance inagotable de su enfermedad le impidieron contestar la última letra que Miró le envió a finales de 1994. Como una especie de presagio, el pintor charlaba sobre la enfermedad de otro buen amigo: “recuerdos a Montserrat [Sans] y Lluís [Llach] que escribió una letra preciosa para el homenaje a Ovidi, que como sabes está muy enfermo.” (CT Miró, 12.12.94). El año 1994 es un año difícil para el artista,12 el estado del amigo cantante se había agravado. Así, le dedica en el mes de julio un fotomontaje con un título muy significativo, “...I juego a vivir solo para no perderte”, una obra que se alterna con los collages mencionados sobre los versos de Martí i Pol. Cuando Miró escribe la carta mencionada a Martí i Pol, hace dos semanas que ha organizado el homenaje “La Cançó amb Ovidi” donde diversos artistas de “La Nova Cançó” actúan en Alcoi en presencia del cantante enfermo, que morirá en su presencia el 10 de marzo siguiente.13

Hablar a Antoni Miró de sus amigos y de sus poetas preferidos representa observar el brillo de sus ojos azules. Se emociona. Embelesa al interlocutor explicando —él, que es corto de palabras, aunque no de sentimientos— qué voces poéticas le han hecho entender el mundo. “Espriu es nuestro poeta nacional, Martí i Pol, su heredero”, así de concisa es su conclusión. Cuando se enteró de la muerte del poeta, en el mes de noviembre de 2003, envió en seguida un telegrama a Montserrat Sans, la viuda del poeta. Para homenajearlo, puso en marcha una muestra colectiva dedicada al poeta, en la sala de la Unesco de Alcoi.

Miró estimaba la obra del poeta de Roda de Ter, quizá desde el momento en que supo que la suya era una poesía de proletarios, esto es, escrita por una persona sencilla, humilde, que había trabajado en las fábricas, como su estimado Joan Valls, en el Alcoi de la posguerra. El mismo Antoni siempre se ha visto así, como un pintor-proletario, un trabajador incansable del arte. Una imagen común a Vicent Andrés Estellés, el gran poeta valenciano del siglo XX. Más allá del posible sentimiento de mitómano ante las grandes figuras de la literatura catalana, Miró aprende la seducción de los sentimientos, la expresión de las personas, a través de la poesía escrita para buscar la belleza que no existe sin justicia, para condensar el contenido. El conocimiento personal de Miquel Martí i Pol no hizo sino confirmar y reforzar la atracción que su figura ejercía sobre el pintor. Antoni, maestro en pintura, pasó a ser alumno de las grandes figuras poéticas que ha conocido en su vida. Aquí radica su veneración, la gran cantidad de iniciativas en defensa de su memoria, de su obra; los homenajes a Salvador Espriu y su Pell de brau, el erotismo de Ausiàs March y su llir entre cards (lirio entre cardos), el sentimiento de Vicent Andrés Estellés y su no hi havia a València dos amants com nosaltres (no había en Valencia dos amantes como nosotros), y los alcoyanos Joan Valls, Jordi Botella, Ovidi Montllor, Isabel-Clara Simó que le ha dedicado sus únicos poemas y, finalmente, la visión amorosa y erótica de Miquel Martí i Pol y su Parlavà... Dos mundos distantes, la pintura y la poesía, que con la obra de Miró se acercan y se complementan; reducen la distancia para ofrecer un discurso conjunto, único. La expresión de los sentimientos, de una visión crítica de la realidad no aceptada. Así es el arte, así es la poesía de Miquel Martí i Pol, así es la pintura de Antoni Miró. Miradas cruzadas: una realidad común. Para siempre.

 

1. Aunque inicialmente se trataban de usted, como podemos observar en las primeras cartas que se cruzaron, es a partir de diciembre de 1993 cuando el poeta pide a su interlocutor: “me gustaría que de ahora en adelante nos tratásemos de ti; ¿te importa?” (CT Martí, 12.12.93).

2. Consultad el excelente “Estudio introductorio” de Pere Farrés en la edición de la antología poética de 2003.

3. Una imagen similar sobre la acción del paso del tiempo sobre el poeta la encontramos en un poema de aquella época “El andén” (Martí i Pol 2004,49): “He envejecido esperando, y no lo sabía” (02.03.91)

4. Nos referimos al artículo “Criterios para describir las relaciones entre palabra e imagen”, en Literatura y pintura (2000,110).

5. Debemos agradecer a Antoni Miró la consulta que hemos podido hacer de la correspondencia recibida como de la copia de la que él mismo envió antes de mandarla al poeta. De esta manera hemos podido contrastar las dos direcciones de la relación epistolar establecida.

6. Con esta notación indicamos la fecha y la autoría de la carta, ya sea de Miquel Martí i Pol, ya sea de Antoni Miró. Además de Martí i Pol, Miró había dedicado la publicación a Salvador Espriu, Vicent Andrés Estellés, Joan Fuster, Josep M. Llompart, Isabel-Clara Simó i Enric Valor.

7. El interés de ambos por el cuerpo de la mujer tiene como anécdota la referencia de Martí i Pol en las lecturas realizadas en los días compartidos en la masía del Sopalmo: “de todas formas, el buen recuerdo está presente y nos acompaña. Aún echo de menos a las señoritas del Playboy que miraba en la cama, mientras desayunaba.” (CT Martí, 18.11.94)

8. En la mayor parte del inicio de las cartas de Martí i Pol podemos encontrar este tipo de llamada al interés del lector, el pintor, ante la periodicidad de las letras enviadas. Así, por ejemplo, podemos leer en uno de los últimos envíos: “Hace tanto tiempo que te adeudo (le adeudo) carta que no sé ni cómo empezar a escribirte. Podría, evidentemente, alegar compromisos, encargos, visitas, obligaciones y un montón de otras naderías, pero no lo hago porque me da vergüenza; encuentro mucho más razonable entonar un mea culpa solemne, y eso es lo que hago: absolvedme, por favor.” (CT Martí, 18.11.94).

9. Como apunta Daniel Bergez, estos espacios de interferencia de código son muy interesantes para entender los puntos de equilibrio entre los dos lenguajes: “la critique picturale pratiquée par les écrivains représente sans doute le meilleur point d’équilibre dans le dialogue entre littérature et peinture. L’écrivain vise en effet le tableau á travers le texte, mais il soumet aussi son texte á des impératifs esthétiques qui l’autonomisent par rapport á sa source.” (Bergez 2004,196).

10. Una documentación que también hemos podido consultar gracias al artista. Nos referimos a la anotación que escribe en su cuaderno el 10 de noviembre del mismo año.

11. Recogidos por la editorial Marfil en la publicación Antoni Miró i la poética del collage, dedicada “Al muy querido Ovidi Montllor” y con el poema introductorio “Trencaclosca” (“Rompecabezas”) de Jordi Botella.

12. Hay que añadir, además, la operación de cáncer de estómago de su madre, según expresa en su dietario: “entre mi madre, Ovidi y tantas cosas, estoy triste. Es muy difícil vivir, saber vivir es un milagro, pero hay tanta injusticia, tanto sufrimiento, que se hace pesado, aunque seas, en cierta forma, un privilegiado” (AG Miró, 16.10.94)

13. El dietario de Antoni de aquellos meses es un excelente testimonio de su sufrimiento hacia la enfermedad del amigo y de las consecuencias anímicas de su ausencia: OVIDI. ¿Y ya no podremos hablar nunca más?” (AG Miró, 05.03.95), “Ovidi me deja un vacío imposible de llenar” (AG Miró, 16.03.95).