El hombre poliédrico
Es práctica habitual atender a la comprensión de la complejidad humana. Es común interpretar que el hombre, por su esencial naturaleza, ahonde en estrategias de pensamiento que le son, las más de las veces, incluso extrañas y sorprendentes. Y las conductas que se derivan abrazan, por tanto, y en muchas ocasiones, estadios incomprensibles para el propio individuo que las lleva a efecto. Otra cosa será el libre albedrío, que en su registro más favorable, institucionaliza la libertad en el comportamiento de los seres humanos. La diversidad, la autenticidad, el conocimiento, la personalidad, la acción directa, la respuesta a los estímulos y la reflexión acerca de la intimidad, establecen criterio suficiente para detectar la compresión, en su vastedad, de los hombres.
El artista Antoni Miró, anuente con la disciplina de la noche, indaga, piensa, escribe al justo dictado de sus quimeras, y transforma los registros conceptuales en formas, luz y color. El artista se desdobla en razones cuando la poética de la voz multiforme se ajusta al canon de su voluntad, siempre disconforme, alterada y, por ello, comunicativa desde la novedad de sus planteamientos. Y todo, absolutamente todo, de lectura abierta, como un coloquio en el ágora filosófica, y con la voluntad, desde el reconocimiento de las libertades, la propia y la ajena, de acercar los trazos irresistibles de la interpretación de la pluralidad: “Sólo el hombre que sabe es libre, y más libre el que más sabe...”, apunta Miguel de Unamuno en su discurso filosófico, y nosotros con él.
Josep Sou