La música y Antoni Miró. Un refuerzo sensorial.
No sólo la metáfora del sonido de los pinceles rasgando la superficie territorial del cuadro, no. El Sopalmo: la casa, el paraíso, el museo, el ágora, la ciudad de los encuentros, y tantas cosas más, es un vislumbre de música clásica, de tenaz presencia y de complicidades sin término. El pintor, el artista, el creativo, escucha las músicas que se enhebran en la atmósfera de su estudio, y que le genera la cobertura ideal para dibujar mundos sin anclajes.
Y están, cómo no, las voces particulares que se corresponden con su fidelidad absoluta a la causa de sus querencias: Ovidi Montllor, María del Mar Bonet, Lluís Llach, Feliu Ventura, Raimon...la lengua, los deseos, la memoria, el largo aprendizaje de toda la vida, el orgullo de pertenencia.
Y así, los días con sus noches, desde la hondura del pensamiento, hacia la conquista del bien del trabajo sin descanso, aunque con el apremio considerable de la voluntad.
Josep Sou