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La ciudad, un acontecimiento

La vida en las ciudades tiene un carácter colegiado, así como ésta, la vida, puede ser un acontecimiento porque muchas de sus posibilidades convergen en el ámbito ciudadano. La existencia crece a cada paso y se manifiesta la potencia, o la pulsión, de la civilidad. La ciudad también es un gran acontecimiento porque se construye en cada momento histórico con la destreza que marca la modernidad. Y la ciudad que se abandona  a su suerte está condenada al fracaso, pues quien hace  de sus obligaciones un abandono sucumbe a los imperativos del futuro.

Y es un verdadero acontecimiento que cada ciudadano, más o menos comprometido con su “comunidad”, pueda desarrollar su trabajo, y que el mismo sea útil a los demás. Y por extensión el creativo, en estado puro, tiene la misión de interpretar la realidad, y de servirla con los perfiles justos para el crecimiento crítico de la conciencia colectiva. Y la ciudad es un acontecimiento porque es el marco de referencia de la lucha de los hombres por nutrirse de la esencia de humanidad. La calle es también un acontecimiento de color, de música, de transacción económica, de ritmo y de velocidad, de prisas y, tal vez, de cultura de combate.

Ahora, el artista, desde su subjetividad, desde su peculiar manera de mirar el mundo y las cosas, nos induce a la reflexión para que efectuemos nuestra lectura en libertad. No será necesario, así pues, dar respuestas a lo desconocido. Nada más la reflexión y la proximidad. El artista, en el intervalo urbano, dialoga con la materia y con el espacio, abriéndonos las puertas del sueño o, tal vez, del horizonte de un mundo ideal. Y el arte moderno, con un nuevo discurso, que rehúye el reduccionismo del manierismo representativo, coopera con la necesidad de abrazar la belleza.

Josep Sou

Necròpolis (dia i nit), 2010 Nova York (Acrílic s/llenç 162 x 228-Díptic) Antoni Miro