Del escepticismo a la acción
Al igual que Montaigne, Antoni Miró supera el estado de escepticismo que la realidad sugiere, para dedicar toda su potencia creativa, a la acción. En ambos casos, el “hombre”se sitúa en el centro de la existencia (universo discursivo), atendiendo a un componente de claro signo renacentista. El hombre se regulará tanto por su naturaleza como por la “razón universal” la “recta ratio estoica”, y el saber alcanzará sus justos términos, pero nunca estará por encima de la moral. Incluso el desprendimiento de todo condicionante, y el nulo temor a la muerte, significarán para el hombre una liberación plena de las ataduras mundanas. Sugiere B. Groethuysen en su Philosophische Anthropologie, París, Gallimard, 1953 (revisión de la edición alemana de 1931): “Qui a appris à mourir, il a desappris à servir...le savoir mourir nous affranchit de toute subjection et contrainte.” (En Johannes Hirschberger, Historia de la Filosofía, V.I, pág. 510)
Al acercarnos a la obra, tan especial, de Antoni Miró, y haciendo como nos insinúa Robert Filliou que debe hacerse en todas y cada una de las piezas de los artistas “fluxus”, con la mirada limpia de los niños, y liberada de cualquier atisbo de recelo inquietante, el pintor nos alerta de todo cuanto significa una pintura de acción, repleta de tantos jirones como la vida misma, cáustica e indócil, y de cómo se va incorporando sobre la piel de los hombres. Pintura, ahora sí, como llamada de alerta después del toque de queda que avisa a los insumisos que transitan por las calles, todos los días.
Josep Sou