Incluso en las contradicciones
La realidad de una arquitectura fabril se transciende en la pintura de Antoni Miró. En sus orígenes, cuando el óleo impregnaba las telas del pintor, las chimeneas de las fábricas apuntaban sus cañones hacia un cielo rojo, ensangrentado quizás, y recogido todo en la mirada interesada de su arquitecto. Mirada, como resumen de un estado de la cuestión, y de garantía para la continuidad del mundo del trabajo. Pintura, ésta, que presagia la conducta creativa de su artífice, inscribiendo como arquetipo la substancia formal de su labor poética. Una forma de mirar, la del pintor Antoni Miró, que nunca se confunde, incluso en las contradicciones profundas de la sociedad a la cual pertenece. Tal vez la fábrica, o el paisaje lírico de las fábricas, son utilizados por el artista con un propósito de ahondar en la persuasión como método constructivo de un lenguaje social propio. Ya, desde los primeros instantes en que la decisión de escrutar la realidad inmediata se resuelve estilo de vida, la intuición dicta el camino a seguir. Y se cumple el designio. Las ideas, siempre las ideas, juegan un papel primordial en el quehacer creativo del pintor, y todo lo cobija la misma roca, como en el caso de Horacio (el gran poeta latino) cuando invoca: “Al hombre justo y tenaz en sus propósitos ni el furor de ciudadanos poderosos ni el rostro fiero de un tirano amenazador lograrán hacer que altere su firme pensamiento.” La prioridad de las ideas es un signo inalterable en la construcción del universo creativo del pintor.
Josep Sou