Lluita d'infants (Lucha de niños)
Dentro del conjunto de reivindicaciones que Antoni Miró plantea en relación con la defensa de las clases desfavorecidas se enmarca la serie “Amèrica Negra”. Allí se encuentra esta obra que versa sobre la marginalidad de los suburbios estadounidenses, la delincuencia juvenil y la lucha contra el racismo. Desde los años 60, la criminalidad fue aumentando de forma muy notoria en ese país. La falta de oportunidades conllevaba la inadaptación social de los niños y jóvenes, lo que desembocaba en un incremento de la violencia callejera.
En este cuadro es claramente perceptible el equilibrio antitético entre las dos dimensiones fundamentales a las que aludía Moreno Galván: las capacidades sintética y documental. Esta última, la “de compromiso”, es la que convierte al pintor, y correspondientemente a quienes observan sus obras, “a ser espectador no pasivo de algún drama del mundo, como por ejemplo el de la negritud en USA”.
La escena consiste en la presencia de un niño de color que adopta una posición de combate ante otros dos, que se encuentran dando la espalda al espectador. Estos le miran esperando a que se desencadene la pelea. No es difícil imaginar- se las arengas con las que lo jalean. El repudio que genera la violencia aumenta por el hecho de tratarse de niños.
La composición, de proporciones sensiblemente cuadradas, se ve domina- da por la presencia de mayor densidad en la mitad derecha, que incluye además color, y que contrasta con la parte izquierda, en la que, en blanco y negro, y de forma casi dibujada, se representa a uno de los personajes. Todo el conjunto se encuadra entre dos rotundas franjas laterales que contribuyen a poner el foco en la actitud que se persigue señalar.
Realizada con pintura acrílica sobre tabla, pueden reconocerse en esta obra tres planteamientos representacionales. El fondo, de un color gris claro, solo ve alterada su neutralidad a causa de unas leves franjas verticales grises que lo pautan. El primer plano, constituido por fragmentos de los niños que observan al protagonista, se resuelve superponiendo a las manchas de color una textura punteada que se asemeja al aspecto de las primeras tarjetas perforadas que se empiezan a utilizar por aquel entonces en la industria textil (cartones para la técnica Jacquard). Solo la figura del pequeño luchador desafiante se define de un modo más realista, llegando a insinuar, por ejemplo, el estampado vegetal de su camisa, y haciendo visible en un punto predominante el sello de plata que hace resaltar su puño.
El modelado de la figura del protagonista prescinde de cualquier tipo de delimitación lineal y se produce gracias a la disposición ordenada de manchas de color, graduadas en su tonalidad. Posicionado el personaje principal levemente ladeado hacia la derecha, dirige su mira- da hacia el campo que se le abre al lado opuesto. Esta situación se ve reforzada por la tensión generada ante el distinto peso visual de las dos mitades de la imagen.
Eusebi Sempere escribió un año después de la confección de esta obra unas bellas líneas respecto a la serie “Amèrica Negra” que cabe transcribir completamente ahora por su plena adecuación a este ejemplo concreto. “El mecanismo de comunicación de la pintura de Antoni Miró es rápido y directo y denuncia lacras de la sociedad actual de manera perenne, es decir, sin envejecer en un día, como ocurre con los reportajes fotográficos de la prensa. Traspone las imágenes agresivas y cotidianas enriqueciéndolas con colores que se alejan de la realidad, convirtiendo en mutación artística lo que era solo información. La técnica empleada por Miró es de hoy (como nos enseñaron Léger o Lichtenstein): superficies planas, sin modular, aceradas, tensas en sus contrastes donde predomina el negro, profundo como los abismos, como nuestro destino sin esperanza”.
Santiago Pastor Vila