A che Guevara
El ejército boliviano, asistido por la CIA, asesinó al Che tres años antes de que Antoni Miró pintase este cuadro. Los Estados Unidos pudieron acabar con quien pretendía extender la revolución a lo largo de latinoamérica. Ese hecho le facilitó abrir una década de apoyo a la instauración de numerosas dictaduras allí, con la finalidad de frenar la extensión del comunismo.
El artista narra ese suceso. El Che de la guerra de guerrillas se encuentra algo por encima del centro de la imagen, observado a través de una mirilla. El imperio yankee se dispone a aplastar simbólicamente lo que significa a través del disparo que conseguirá terminar con su vida, tras salir del cañón que se representa en la parte inferior. Muchos, simbólicamente a través de sus manos, hubieran intentado impedirlo.
Esta literalidad de la imagen se desarrolla a tres niveles de profundidad y definición distintos. El principal foco de atención, el retrato del Che, es el único elemento que se plasma con nitidez y empleando colores distintos de los grises que dominan el resto de la composición. El cañón constituye un elemento anterior, que sirve para posicionar relativamente al espectador, reforzando la dirección de la mirada hacia dicho punto neurálgico. Las manos abiertas, el pie visto de frente y el cañón se disponen, en cambio, en el espacio intermedio, y se ilustran con menor detalle.
Más allá de la reconstrucción de ese episodio, el significado que el pintor as- pira a trasladar está relacionado con elaborar un homenaje al personaje a modo de elegía a partir de los condicionantes que relacionaron el acontecimiento de su muerte. Pretende, como puso de manifiesto Cerdán Tato, que el hecho que ha quedado documentado se integre en las “categorías de permanencia pictórica”, trascendiendo por lo tanto el mero valor documental, con la consabida intención denunciadora.
Santiago Pastor Vila