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L’estadi nacional. “Homenatge a les víctimes de Pinochet”

La subserie “Xile”, 30 años anterior a la realización de este cuadro, es, en cierto modo, su origen. Si bien es cierto que el de Antoni Miró siempre ha sido un “arte político”, las obras de principios del siglo XXI encierran una denuncia, si cabe caracterizarla de este modo, más reflexiva que tres décadas antes. El factor de la revisión de la memoria personal y el interés de hacer recordar a la sociedad hechos luctuosos de nuestra historia hacen menos explícitos estos trabajos que los de sus comienzos. Actúa el artista, además, desde un prisma amplificador, que utiliza una crítica concreta para alcanzar un cuestionamiento general que tenga efectos, paradójicamente, en su entorno próximo. De esta manera aclaraba Romero con motivo del décimo aniversario de aquella serie su procedencia: “Pintando temas chilenos va más allá de un acto de solidaridad y hasta de una obra artística: constituye una denuncia de la barbarie fascista (...) cuya raíz hay que buscar en nuestra propia tierra, y cuya última razón está en el hombre”.

Así, el sentido de esta obra reside en una operación reflexiva en torno a la memoria histórica. Treinta años después del golpe de estado de Pinochet, el año anterior al de la producción de esta obra, se declaró monumento histórico un sector del Estadio Nacional de Santiago de Chile. Esta protección iba a asegurar que se siguiera manteniendo intacta una parte de este espacio de encarcelamiento y tortura que estuvo operativo los primeros años de la dictadura. Cuando la multitud abarrota este campo de fútbol, una porción permanece vacía, a modo de callado homenaje a las víctimas.

El artista se refiere a aquel estadio que funcionó como cárcel, representándolo como fue entonces, un lugar en el que se perpetraron atrocidades. Los bancos de madera, las vallas, los vomitorios, las barreras y los muros que se construyeron o dispusieron para disfrutar del deporte convivieron con el terrible miedo de los presos y la arbitrariedad de los militares que ejercían de controladores, torturadores o verdugos.

Constituyendo un cuadro a partir de aquel lamentable episodio de la historia chilena, Antoni Miró amplía el depósito de la memoria del sufrimiento. Paradójicamente, se hacen presentes las víctimas en el recuerdo por medio de la evocación de su ausencia. Si los documentos fotográficos dejaban entrever, tras las personas, este edificio como fondo, ahora surgen ellas en nuestra mente directamente al apreciar el escenario vacío.

La representación se idealiza intencionadamente. Se ciñe a mostrar con una decidida claridad formal la apariencia de este estadio en aquel momento, eliminando, además de toda presencia humana, cualquier rasgo que informara de contenido accesorio.

Tres elementos estructuran la composición y se diferencian del resto mediante un contraste cromático figurado. Son la torre de iluminación, el muro de coronación y otro intermedio que delimita inferiormente los sectores de gradas representados. Se marca así, por un lado, la curva que adopta en planta el edificio alrededor de una de las esquinas del campo de juego, y, por otro, se centra todo el fragmento escogido en el eje vertical de la imagen. Se genera así una tensión visual mediante la contraposición entre la gracilidad de las filas de asientos y la rotundidad del hito vertical central.

En definitiva, se persigue, aunque sea de otro modo, el mismo efecto que se deduce de la frase que esta´ escrita sobre la salida 8: “Un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro”.

Santiago Pastor Vila

L’ESTADI NACIONAL. “HOMENATGE A LES VÍCTIMES DE PINOCHET”, 2004 / Xile (Acrílic / llenç, 116 × 81)Serie: Sense TítolSubserie: ViatgesAntoni Miro