Isop busca músics
En la serie “Pinteu Pintura” es habitual que Antoni Miró superponga di- versos fragmentos de obras que, si bien conforman en todo caso el canon de la historia del arte, pertenecen a periodos y estilos muy dispares. El contraste que resulta de esa acción proporciona nuevas vertientes interpretativas. La figura clásica suele ejercer el papel de base sobre la que superponer temas y creaciones más recientes, como ocurre en este caso.
Esta pintura objeto se compone de dos representaciones planas sobre madera del Esopo de Velázquez. Una de ellas, la que mantiene la orientación original, se representa mínimamente alterada. A la otra, como reflejada especularmente, se le antepone una de las dos versiones de Los tres músicos de Picasso. Esta obra se complementa, además, con otra similar representando a Menipo.
La primera figura se aísla del fondo y de los atributos secundarios: el cubo, la ropa y la corona. Se mantiene, en cambio, el libro de fábulas, que aparece en este caso menos ajado y con título rotulado. Y se le añade, además, un reloj, aludiendo a la temporalidad que es propia de la música y a la inevitable repetición de los ciclos, de la historia en definitiva, en los términos esperados. De hecho, no es otro el factor que permite la existencia de las moralejas que son propias del género literario fabulística.
En la fábula de los perros músicos, explica Esopo que “algunos perros, que son una raza de sinvergüenzas y entrometidos, aprendieron a hacer música, fueron practicándola hasta que se con- virtieron en hombres y siguieron con su afición”. El título del cuadro de Picasso deja claro que el perro que se esconde tras las piernas de los tres personajes no es músico, pero cabe la posibilidad, considerando la situación irónicamente, de que llegue a serlo. En cualquier caso, el fabulista griego busca este u otro músico que pueda complementar sonoramente sus textos. El perro se hace aún más invisible en el recorte que resulta del encuadre, lo que puede justificar que se busque.
Sin embargo, más allá de esta literalidad, la reflexión que se plantea con esta pieza tiene que ver con los estilos pictóricos. El realismo más figurativo, o el pop art más mediatizado, condicionan, como ocurre con el resto, el modo de articulación del mensaje. Las desvirtuaciones ópticas de un trampantojo o la dislocación significativa que el artista puede producir están en la base de la interpretación que se persigue obtener del espectador.
De hecho, como brillantemente apuntó Romá de la Calle, Antoni Miró aporta “los elementos morfológicos”, pero “oculta las claves de la sintaxis que los estructura y relaciona compositivamente”. Por eso, a juicio del profesor, se ve interpelada “la propia capacidad hermenéutica del espectador para que, a partir de esa combinatoria de elementos, ejecute libremente sus respectivas opciones de lectura”.
Santiago Pastor Vila