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Retrat eqüestre

Esta es una de las obras más singularmente representativas de la serie “Pinteu Pintura”. A través de este conjunto de obras, a lo largo de los ochenta, Antoni Miró desplegó diversas críticas de tipo político mediante operaciones de transformación pictórica partiendo de obras señeras de la historia del arte, combinando estos iconos con usos y piezas de la cultura visual del momento.

En este díptico, sobre un fondo muy cuidadosamente trabajado que representa un papel o una tela arrugados que terminan generando una textura de alineaciones de claroscuros diagonales, se dispone una figura recortable consistente en una revisión del retrato de Gaspar de Guzmán pintado por Velázquez en 1636.

El extraordinario nivel de poder que el conde-duque de Olivares detentó como valido de Felipe IV hizo que su figura encarnara un verdadero símbolo de dominación en la cultura posterior. Su reforma administrativa dedicada a incrementar la unidad de la monarquía hispánica por efecto de la castellanización de los territorios de la Corona de Aragón y del Reino de Portugal se considera un precedente del centralismo borbónico que menos de un siglo más tarde promulgaría los diversos Decretos de Nueva Planta. Antoni Miró ha denunciado en numerosas ocasiones la pérdida de autonomía y la destrucción de los derechos propios que se produjeron en los ámbitos catalán, valenciano y balear.

El tema del cuadro puede considerarse la evidenciación de un reproche hacia la dominación política y el mercantilismo. A juicio del artista, la sociedad contemporánea se encuentra doblemente subyugada por el Estado y el consumismo. Así, pinta un símbolo del poder político español galopando a lomos del imperio económico de las multinacionales.

Junto a la cabeza del jinete aparecen los símbolos de la maldad. La presencia, discreta en términos visuales pero poderosamente simbólica, de un trozo de cuervo como parte del sombrero así lo atestigua. De forma similar ocurre con el parche que tapa uno de sus ojos. Un ci- garrillo a medias sostenido en los labios acerca irónicamente el personaje representado a nuestros tiempos, a la vez que le otorga un tono chulesco. Un naipe del as de bastos se convierte en el factor indicativo del control férreo.

En la parte trasera del caballo se reproducen los logotipos de diversas marcas de grandes empresas, mayoritariamente fabricantes de automóviles, aunque también de tabaco, bebida o fotografía. Todas ellas parten de una cincha de los colores de la bandera española. Como acertadamente explicaba Romá de la Calle, la “extraña obsesión de Pinteu Pintura concita así —en su entorno— la historia y lo cotidiano, la herencia que acompaña a nuestra mirada y la memoria que justifica nuestras raíces, pero lo hace precisamente desde el plano de la experiencia estética, no solo como vehículo sino como valor aglutinador de toda esa diversidad de niveles”.

Y es que al posicionamiento crítico sobre el que se basa la imagen, se une claramente otro de carácter esteticista. El aprecio por la obra del maestro sevillano hace que se pinten con todo lujo de detalles los distintos elementos. Las riendas, la espuela, la coraza, la espada, la banda de tela anudada... quedan delineadas con una contrastada definición, modificando el lenguaje de expresión propio del referente.

Otras alteraciones, como la cola de caballo enriquecida cromáticamente o la sustitución del bastón de general por una larga lanza que trasciende los límites del lienzo, persiguen otros efectos. Con lo primero se busca compensar la vibración que generan las enseñas de las marcas. Con lo segundo se refuerza la diagonalidad de la composición que induce la posición rampante del caballo, como también se buscaba con la direccionalidad del fondo elegido.

Santiago Pastor Vila

RETRAT EQÜESTRE, 1982-84 (Acrílic / llenç, 200 × 200 (Díptic))Serie: Pinteu pinturaAntoni Miro