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Herculusa y Daviet

En esta obra, Antoni Miró introduce la representación de dos visiones de las estatuas que jalonan el acceso al Palacio Viejo en Florencia: una réplica del David de Miguel Ángel y Hércules y Caco, de Bandinelli. Recurre así al referente de la mitología clásica, pero lo hace indirectamente, mediante el filtro de la historia del arte, a través de estas dos obras manieristas que condensan la rivalidad entre sus autores y demuestran la diferente calidad artística de ambos.

Pintar esculturas que integran el canon clásico con la finalidad de elaborar un discurso intencionadamente distinto constituye un acto de homenaje a referentes artísticos similar al que cultivará extensamente el artista en la década posterior, con la serie “Pinteu Pintura”. Además, la utilización de los mismos se produce de la mano de la ironía y la descontextualización, como demuestra el hecho de tratar a Hércules como una especie de Goliat que aspira a que sea finalmente vencido.

El fondo, sin embargo, es plenamente político, como es propio de las obras del autor durante la segunda mitad de la década de los sesenta y durante la de los setenta. Pretende escenificar el conflicto entre el fuerte y los débiles, otorgando apoyo a estos últimos. El imperio dominante, considerado como la primera potencia, se personifica en el poderoso Hércules, y se feminiza para no dejar lugar a dudas sobre la referencia a Amé- rica. DaVIET encarna a la constelación de Estados oprimidos. Busca simbolizar la esperanza en la posibilidad de que la victoria de estos últimos se alcance algún día. El paso del tiempo se simboliza mediante un sol agujereado en el lienzo, del que podemos intuir su movimiento. Se quiere demostrar también que el garrote que sostiene Hércules es un atributo dominador inútil si no se está cerca.

Existe una clara oposición entre el primer plano, ocupado por HerculUSA, visto desde atrás, y la posición de DaVIET, más alejado y elevado sobre un montículo en el campo perspectivo. El enfoque en contrapicado acentúa la extraordinaria magnitud del primer personaje. Se incrementa además la potencia de su presencia mediante la utilización de unos tonos grises muy oscuros en la definición del volumen. En cambio, DaVIET aparece representado empleando una gama de menor intensidad, más próxima al blanco original.

El encuadre se refuerza con la presencia de un marco dibujado que en- vuelve los cuatro elementos cargados de significado en la imagen: el garrote dominador, la postura desafiante de DaVIET, ante el sol en el horizonte, provocado en la acción de su defensa y el objetivo fija- do para un nuevo lanzamiento arriba a la derecha, lo que da idea de la recurrencia de la misma.

Las dos figuras aparecen sobre un fondo neutro, en grises, a modo de un papel arrugado, como ajado por el paso del tiempo, dotando de historicidad al proceso al que se está aludiendo. Es claro el mensaje que plantea emitir el artista en relación al imperialismo: ansia de liberación. Blasco Carrascosa ha incidido en que “Antoni Miró pinta para ser libre..., y para que seamos libres”, insistiendo en esa doble dimensión, individual y colectiva, que atañe a la “realización de una necesidad: la liberación «frente a» algo o «para» algo”. Tal y como expuso Iglesias, contribuye a que sea bien comprendido el hecho de que las obras formen parte del “inconsciente colectivo cultural”, pero, sobre todo, es de la mano del la “utilización irónica y, en ocasiones, hasta sarcástica” como se consigue la eficacia comunicativa que es característica de este autor.

Santiago Pastor Vila

HERCULUSA I DAVIET, 1973 (Acrílic / llenç, 150 × 150)Serie: L’Home AvuiAntoni Miro