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Grècia al british

Durante la primera década del siglo XXI, el artista pone de manifiesto un particular interés reflexivo por el papel que desempeñan los museos en las sociedades contemporáneas. Este se materializa en una serie de piezas en las que se representan de manera diversa muchos de los museos que hay repartidos por el mundo. En algunas ocasiones aparecen como artefactos arquitectónicos que caracterizan fuertemente con su presencia el entorno urbano en el que se asientan, en su faceta de continentes de arte que dominan la escena. En otras se destaca su función acogedora de parte esencial del patrimonio cultural, resultando un escenario interior que debe propiciar el ejercicio de apreciación de las obras de arte.

Indudablemente, se apela con ello al debate en torno a la orientación de estas instituciones a satisfacer únicamente los fines que le son primariamente propios respecto a las obras de arte (conservación, catalogación, divulgación, investigación...), o a la persecución también de otros objetivos, que o bien son en puridad inconexos con esas utilidades públicas originales (turísticos, inmobiliarios...), o bien son directamente de cuestionable legitimidad (apropiación indebida del bien, enfoque dedicado a la mercantilización del objeto artístico, generación interesada de tendencias...).

Subyace igualmente una preocupación por la creciente banalización del propio acto de aprendizaje, reflexión crítica y fruición que debería constituir el acto de experimentación estética que ha de darse en los museos, de acuerdo con aquel fin tan propio de la Ilustración con que fueron fundados del modo en el que aún hoy en día se entienden generalmente.

En este caso concreto, estamos ante la representación de una vista que bien pudiera ser fugazmente captada por cualquiera en el interior de la sala 18 del British Museum: diversos visitantes ante los mármoles de Lord Elgin. Allí se muestran algunas de las esculturas de bulto redondo que ornaban la parte izquierda del frontón del Partenón. La Grecia clásica, en un fragmento de su exponente paradigmático, yace, trasplantada en otro templo, esta vez de índole cultural y educativa, y también de afirmación de la hegemonía de una nación imperial.

No es opaco el ojo del artista, y llora, como Lord Byron expresaba que sería inevitable, ante el expolio realizado por el imperio británico en la Acrópolis de Atenas y en tantos otros yacimientos. Las ruinas, en su potente cualidad de medio material de identificación de los rasgos de una cultura, la clásica griega en este caso, quedaron desvirtuadas como contraprestación a la formidable acumulación que se producía en los museos desde el siglo XVIII. Como indica el título irónicamente, un todo, la idea que se ha construido sobre la Grecia clásica, queda a disposición de todos; pero, eso sí, a costa de haber quedado mutilada en su escenario verdadero.

En la escena se aprecia gente común observando hoy los extraordinarios logros de la antigüedad, doblemente maltrechos: por el paso del tiempo y por la descontextualización a la que nos referíamos más arriba. Tal vez, solo un personaje, la mujer vestida de azul, goza de cierto protagonismo; por la actitud que demuestra hacia el bien, por su posición privilegiada en la escena representada y porque, incluso, parece acaparar algunas miradas de los personajes de atrás. En cualquier caso, son las estatuas, realzadas sobre el inevitable pedestal, las que condensan nuestra atención y la de los observadores representados. Sin embargo, Antoni Miró nos brinda una oportunidad en este cuadro de la que no gozan los espectadores que visitan este museo: sustituye el fondo aplacado de piedra que yace tras dicho conjunto en la realidad por un fondo pintado de granate, como se supone que era en la antigüedad el lienzo murario al que se anteponían. Recuperamos así las trazas del pasado, siquiera en una trasposición de este tipo.

Santiago Pastor Vila

GRÈCIA AL BRITISH, 2002 / Londres (Acrílic i metall / llenç 81 × 116)Serie: Sense TítolAntoni Miro