El melic
A modo de conclusión de la serie “Vivace”, Antoni Miró elabora una subserie denominada “Uns nus”, en la que retorna a la representación de la figura humana femenina. Estos desnudos se disponen sobre unos fondos intensamente azules. Las pinturas se elaboran recordando la apariencia de unos dibujos, mediante trazos lineales que permiten la reconstrucción volumétrica. De hecho, el artista esta´ emulando unos bellos apuntes del natural realizados al comienzo de su carrera.
Gracias al tratamiento de las líneas definitorias, largas y limpias, de un ancho constante y notable, generalmente en blanco, se reproducen de algún modo a mayor escala aquellos trabajos iniciales. A los bordes de las partes constituyentes de la figura, se unen algunos detalles interiores o posteriores, engarzados en el fondo, que se pintan de rojo. Son estos puntos singulares los que se utilizan para denominar los distintos cuadros.
Además, en todos ellos, el fondo se extiende indiscriminadamente sobre todo el lienzo. Es un azul con virado a púrpura que no es del todo liso, que manifiesta la factura de la pincelada en algunas áreas para aumentar el contraste. En ocasiones se complementa con áreas bañadas de pigmentos especiales o con metales oxidados.
Así, en este caso concreto, sobre un campo continuo azul, con una pincelada sinuosa de color blanco y un grosor considerable se contornea la figura femenina. Se moldean con nitidez sus volúmenes a partir del perímetro aparente, desde los muslos hasta la cabeza. La cara queda, sin embargo, oculta tras su mano derecha, como protegiéndose de la luz o intentando evitar cruzar la mirada de la protagonista con la del espectador.
Con dos destellos provocados por el contraste cromático se quiere destacar sendos elementos relevantes, coloreándolos en rojo: los labios y el ombligo. Este último, que da nombre al cuadro, consiste en la insinuación, con un breve trazo, de aquel punto de contacto con la madre original, del comienzo de todo, en definitiva.
La posición de la figura dentro del lienzo, con espacio libre por arriba, pero recortada por debajo y por los lados, denota la proximidad con la que quiere el artista que se sienta el espectador frente a la figura representada. No cabe mayor mediación en la apreciación de la obra que la sugerencia velada de un inminente o reciente contacto erótico con el que celebrar la vida.
Santiago Pastor Vila