Dolorosamente, también Chile

Vicente Romero

Antes de Chile, fue España. Si existe un país con una amarga experiencia de represión, sangre y castigo social, en la cual los centuriones chilenos puedan todavía aprender métodos para emplear el terror, ese es España. En nuestra historia reciente se puede ver a los chilenos: los centuriones, proyectando su propia imagen descarnada; la resistencia popular, contemplando las enseñanzas de la larga lucha de nuestros pueblos. Porque sufrimos el fascismo muchos años antes, y aprendimos a combatirlo con un precio elevado de sangre.

No son idénticos los regímenes de Franco y de Pinochet. Las circunstancias históricas son muy diferentes, y han respondido a dos procesos distintos. Pero el nacionalcatolicismo sindicalista español y el fascismo dependiente chileno tienen, trágicamente, muchos puntos en común; el atropello de los derechos, el aplastamiento de las libertades, el autoritarismo castrense, la explotación del hombre, la primacía del capital sobre cualquier valor humano, la ausencia de supuestos éticos, la más despistada brutalidad... e incluso una cierta fraseología dogmática, los venenos de ideales abstractos y un característico cinismo moral que presenta como «iluminados» a sus protagonistas.

Por eso, no es extraño que los ojos de Antoni Miró buscasen en la trágica realidad chilena imágenes que también están dentro de cada uno de nosotros. Y el esfuerzo de sus manos pintando temas chilenos va más allá de un acto de solidaridad e incluso de una obra artística; constituye una denuncia de la barbarie fascista allá donde se produce con mayor evidencia, y un gesto de lucha, la raíz de la cual hay que buscarla en nuestra propia tierra, y la razón última que está en el hombre.

Primero fue España; después, dolorosamente, también Chile. Pero el fascismo acabará hundiéndose para dejar de nuevo paso al hombre libre, tanto en Chile como aquí, derrotado por la voluntad popular.