A Antoni Miró
Vicente Romero
“Si pintas los problemas de la clase obrera,
son las patronos los que acaban comprando
la obra para colgarla en el comedor...”
Antoni Miró en una entrevista con V. Romero, Criba, 1972.
La pintura, el teatro, la letra impresa aparecen sujetos a un mercado. El arte, la comunicación, la expresión están limitados (entre otras censuras y coerciones menos sutiles) por el comercio. Cuando lo mejor y más necesario del hombre quiere hacerse público, el hombre cae bajo el control del mercado, inexorablemente, dentro de la sociedad capitalista; el mercado condiciona la posibilidad de difusión y la dificultad de recepción de los mensajes del hombre. Pero que la cultura pase a ser un “producto comercial” a partir de un determinado momento no significa que el artista renuncie a posiciones éticas desde su obra. El cuadro, el texto, el espectáculo debe reivindicar la independencia de su origen y su finalidad respecto a los condicionantes de la utilización del medio difusor. Pintas o escribes, sometes las cosas a un criterio ético dentro del proceso estético de la creación, y la obra queda ahí, independizada, esencialmente inmune a las utilizaciones, aunque dañada temporalmente, externamente, como en espera de un tiempo distinto se cuelguen o publiquen donde sea, porque, por ahora, a penas si hay donde elegir, y lo más importante es que alcance alguna difusión. Después vienen las etiquetas… en función de conceptos igualmente condicionados por nuestro esquema social capitalista por el enrarecido medio carente de libertades formales en que agoniza la cultura española. Pero aquí están, como un grito plástico, las obras surgidas en medio de la contradicción externa, como síntoma de la profunda determinación y seguridad que tenemos en lo que hoy apenas puede decirse.