Antoni Miró, implicación ética
Pasqual Patuel
Antoni Miró. (Alcoi, Alacant, 1944)1, antiguo miembro y alma mater del Grup Alcoiart2 -surgido en 1964- siempre ha mantenido una posición artística de carácter crítico frente a la sociedad que le rodea, desarrollando un arte de fuerte implicación ética, bajo los auspicios del lenguaje pop. Vinculado a la agrupación y luego en solitario, ha puesto su creatividad al servicio de un proceso de concienciación sobre los desequilibrios existentes en el seno de nuestra sociedad contemporánea.
El objetivo ha venido manteniendo a lo largo de su cañera artística se encuentra transido de este espíritu crítico frente a la cultura del momento, aportando pautas revisionistas que pudieran promover un cambio de enfoque hacia otras posibilidades. Para ello ha desarrollado toda una iconografía que va desde la ironía, el sarcasmo hasta la más sutil ternura. Su pintura no se mueve en un plano anodino y neutral sino que conlleva una fuerte provocación destinada a estimular en el espectador su capacidad de reflexión hacia el contexto en el que vive.
Con estos presupuestos la copiosa producción de Antoni Miró ha ido vertebrando, en una cadena de series3, todas sus propuestas con la intención manifiesta de poner de relieve aquellas situaciones de desequilibrio e injusticia que afectan al ser humano. Su análisis se imbrica en diversos acontecimientos cercanos y conocidos por todos que constituyen una especie de crónica crítica del acontecer histórico reciente. En este sentido señala Juan Ángel que Miró:
“Ha dejado constancia de la violación de los derechos humanos, de a vergüenza del racismo, de los horrores de la guerra, de la siempre problemática emancipación social, de la alienación derivada de los mitos, de las miserias individuales y colectivas, de la violencia provocada por la barbarie fascista, de la progresiva deshumanización del hombre contemporáneo, de los diversos y variados sistemas de manipulación, de los anhelos de independencia nacional y cultural, de los peligros del imperialismo bélico, de las dependencias derivadas de un capitalismo agresor, de la inmarcesible esperanza en un mundo más justo y libre4”.
La temática del paisaje ha sido un elemento escaso en la obre de Miró, desde que iniciara su trayectoria artística a principios de los años sesenta. El ser humano sometido a situaciones adversas ha polarizado de forma mayoritaria su interés y atención. Lo encontramos, en ocasiones como fondo de sus composiciones o en las citas que hace de otros pintores como Salvador Dalí o Joan Miró.
No obstante, esta tendencia se invierte en 1991 con el inicio de la serie que lleva por nombre genérico Vivace. Su mirada se dirige hacia el medio natural donde se verifica la vida humana, con un cariz eminente ecológico que pone de manifiesto los abusos que el hombre está llevando a cabo en este ámbito común a toda horma de vida. Los vertidos incontrolados, la deforestación, la contaminación del subsuelo, los residuos industriales, la explotación, en definitiva de la Tierra con fines especulativos acaparan la atención de esta serie donde el paisaje es el trasfondo de toda propuesta.
Sus paisajes, lejos de ser una simple recreación de la belleza natural, constituyen una voz de alarma sobre los abusos que se están cometiendo contra el medio ambiente, al tiempo que alientan hacia un tipo de vida más en armonía con la naturaleza, fuente de toda vida. Miró nos evoca un paraíso perdido a cuyo reencuentro la humanidad debe tender, donde el desarrollo no esté teñido con el mantenimiento del ecosistema. Sus obras -en ocasiones apocalípticas - son visiones de futuro sobre la situación que puede sobrevenir, con el fin de suscitar la reflexión y reconducción del comportamiento humano al cosmos.
El poder de destrucción humano contrasta fuertemente con el azul de sus paisajes. Hay, pues, en sus obras una componente eros-thanatos -vida-muerte- que viene dada por la forma concreta de acercarse al entorno, desde una dialéctica de contrarios que contempla la acción devastadora del hombre frente a la belleza inherente de la naturaleza. En este sentido, sus obras invitan tanto al deleite como a la reflexión acerca de la sociedad de consumo, con la idea de que se alumbre un nuevo planteamiento en las relaciones hombre-naturaleza. Como señala Josep Lluís Peris:
“La naturaleza aparece indefensa y despreciada por la arrogancia y también por la prepotencia de los artefactos creados por la razón tecnológica del hombre. Estos objetos adquieren un aspecto monstruoso que invierten delante del espectador su función mecánica lógica y transformadora del medio, de tal manera que una pala excavadora, unos conjuntos de residuos industriales o un contenedor de basura son tratados por la mano del pintor como auténticos exponentes emblemáticos de la intervención devastadora y antinatural del hombre contemporáneo sobre el entorno5”.
1. Wences Rambla, Forma i expressió en la plàstica d’Antoni Miró, Alacant, CAM, 1998.
2. Román de la Calle “Grup Alcoiart: 1965-1972”, en cat. exp. Art-Sud, Caja de Ahorros Provincial de Alicante, 1988.
3. La Fam (1966), Els bojos (1967), Vietnam (1968), L’home avui (1973), Amèrica Negra (1972), El dòlar (1973-1979), Pinteu pintura (1980-1989), Vivace (1991...).
4. Juan Ángel Blasco Carrascosa. De la introducción que encabeza el libro de Joan Guill, Temàtica i poètica en l’obra artística d’Antoni Miró (1965-1986), UPV- Ajuntament d’Alcoi, Valencia, 1988.
5. Josep Lluís Peris. “Vivace: una visión ecosocial”, en cat. exp. Antoni Miro, Castelló, Bancaixa, Centre d’Exposicions Sant Miquel Centre Cultura Casa Abadía, 1998.