La Odisea de Antoni Miró
Masha Yufa
Al considerar el arte de España, involuntariamente recordamos tanto los nombres de sus grandes pintores del pasado, El Greco, Velázquez, Goya, Zurbarán, Ribera, como los grandes pintores que han iniciado el siglo XX, Pablo Picasso, Salvador Dalí, Joan Miró, Antoni Gaudí, pero de lo que pasa en el arte español de hoy no se sabe nada en Karelia. Este es el problema que nos sugirió la idea de organizar en Petrozavodsk la exposición del famoso pintor español Antoni Miró, uno de los representantes más brillantes de la cultura española contemporánea.
El nombre del pintor es conocido fuera de los límites de su patria gracias a la enorme cantidad de exposiciones organizadas cada año en todo el mundo. Sus obras, que han merecido docenas de premios, se hallan en muchas colecciones públicas y en museos de España, los Estados Unidos, Italia, Gran Bretaña, Alemania, Polonia, Bélgica y otros países de Europa y América.
Antoni Miró nació en 1944, cuando todavía vivían y trabajaban "las vacas sagradas" de la avant-garde, Mark Shagal, Henri Matisse, René Magritte y otros clásicos que han conformado el cauce de la historia del arte moderno, descubriendo nuevos horizontes y destruyendo viejos estereotipos.
El arte del siglo XX ha llegado a ser el océano infinito de libertad de auto manifestación, abriendo posibilidades sin límites para los pintores. Son los vastos espacios por donde viaja en su obra creativa el pintor español Antoni, haciéndonos participar de sus vertiginosos viajes.
Telémaco
Antoni Miró nació en el País Valencia, al sur de Catalunya, en la ciudad de Alcoi. Ya en su infancia, sintiendo tempranamente su vocación, dedicaba todo su tiempo a su actividad favorita, la pintura. El trabajo en la herrería de su padre le ayudó a conocer la naturaleza de muchos materiales modernos y la cualidad de las pinturas. Recibió su educación artística gracias a su único maestro, el pintor Vicent Moya, bajo cuya dirección, Antoni perfeccionó la técnica de los géneros tradicionales del retrato, el paisaje y la naturaleza muerta. Su obra creativa inicial es en primer lugar la asimilación de la profesión, ligada a la influencia de la escuela francesa. Pero el mundo de Matisse y de Picasso, con su efectista belleza, teñida del aire de museo, era demasiado conocido y confortable para él, y muy pronto Antoni Miró, como Telémaco, investiga nuevos caminos, buscándose a sí mismo y a su Ítaca. Desarrollando sus habilidades en la pintura, en la gráfica y en la escultura, el joven pintor pasa al mismo tiempo por distintas tendencias artísticas: del fauvismo al expresionismo abstracto, al realismo social y al pop-art.
Hades
Con el tiempo se suaviza en sus obras el empuje del joven y la tensión inconformista de la lucha, inspirada por la revolución juvenil de la década anterior. Todo esto se acaba con las series tempranas "La Amèrica Negra", "El Dòlar" y "L’home avui", quedando invariables su mentalidad plástica moderna y muchos procedimientos y cualidades, hallados anteriormente, por ejemplo, el collage, las series, la conceptualidad. Lo más importante es la tendencia a crear y manipular figuras sígnicas. Al principio eran signos, formados bajo la influencia de la cultura pop. Los símbolos del mundo político, ideológico y ecológico. El signo del odio, el signo del poder, de la muerte, de la servitud, de la violencia. Al principio de 1980 los intereses de Antoni pasan completamente al mundo de la historia de las artes, al mundo de la pintura. El maestro empieza las series, que se convierten en un importante estrato de su vida creativa, que está continuando actualmente. "Pinteu Pintura", "La Pintura de la Pintura". Contemplando las obras de esta serie, inmediatamente uno se sumerge en el mundo entero de las imágenes, muchas de las cuales son bien conocidas a primera vista. Y al mismo tiempo se siente algo extraño. Extraña y caprichosa vecindad, el mosaico paradójico de los fragmentos del arte del pasado y del presente. Junto con esto las letras, los textos, el frío espacio metafísico de los interiores despoblados. La fantasía y el intelecto del pintor, su arbitrariedad y su carácter fortuito, la intuición y el sentido de la ironía, llevan el juego infinito con el espectador. En este juego se sintetizan nuevos sujetos -los textos-, donde las citas de las obras clásicas se usan como fraseologismos, signos estables en la historia de la cultura, que con caprichosa infinidad entablan relaciones, en la dramaturgia, que crean sentidos inesperados. Parece el teatro del absurdo o la lógica de los sueños. Tales fragmentos, los recuerdos de la historia del arte, son parte integrante de la realidad para el pintor contemporáneo, radicada en su conciencia. Antoni Miró no refleja esa realidad, en la que los personajes de Velázquez existen junto con los pedazos del periódico viejo. El, con osadía de documentalista, hace moldes de esa realidad, pruebas de cliché que disputan su autenticidad con el original vivo. En algún sentido su atención a la gráfica es bastante simbólica. Esto es la esencia de su método, imprimir, hacer una copia de la realidad viva. Esto no es la reflexión en el espejo, donde la realidad, aunque deformada por un velo romántico, respira, se mueve, vive. Como en las obras de Henri Matisse.
En las obras de Antoni, el espejo ha sido sustituido por la matriz, donde la reflexión ha hallado su último refugio. Su arte transforma la vida en otra dimensión. Es la existencia de los signos con su simbolismo y con su metamorfosis, dirigidos al intelecto del espectador. Se parece a Odiseo que, buscando su suerte, vagaba por el reino de Hades, haciendo hablar a las almas de los muertos. Allí se mezclaban el presente y el pasado y se veía el futuro. Pero nada tenía carne terrena.
Odiseo
Las series de Antoni sorprenden e hipnotizan por su amplitud y su infinidad. Cada una de ellas incluye centenares de obras con docenas de variantes. Se parecen a la fuente inagotable, a la comente de la vida interior del pintor, a la corriente de su conciencia. Desde este punto de vista, la obra próxima a la creación de Antoni es la novela de James Joyce "Ulises". Su mecánica desarticulación del mundo del arte en sus componentes es semejante a la preparación existencialista del hombre y su conciencia como Joyce lo hace. Esta concepción contiene el espíritu de nuestro tiempo, precisamente captado por el pintor, el tiempo razonador, ecléctico y absurdo en muchas cosas. Parece que la pintura o la gráfica de Antoni pudieran ser la parte orgánica de alguna edición del libro de Joyce que correspondiera más precisamente a la obra literaria que las ilustraciones de gran Matisse, creadas especialmente para la novela en 1934. Es interesante que Matisse hiciese las ilustraciones sin haber leído el texto de Joyce, sino por el contrario tomando como la base "La Odisea" de Homero. De este modo el maestro intuitivamente tendió un puente desde el arte del pasado al del tiempo más nuevo. Es el método que se hizo más importante en la obra creativa de Antoni Miró. Y si para Matisse este movimiento era casi ocasional, para el pintor español es el programa. Si empezamos a hablar sobre la creación de Homero, no podemos ignorar la semejanza evidente de las búsquedas creativas de Antoni Miró con las aventuras infinitas del propio Odiseo. El Vagabundo sin asilo en el océano del arte moderno, que evita con maestría a Escila y a Caribdis de los extremos artísticos de nuestro siglo, quedando siempre el positivista, el contemplador perspicaz e irónico. Y a veces el guerrero valiente y hábil que protesta contra el mal y la violencia.
Penélope
Una de las temáticas más importantes en la vasta obra creativa de Antoni es la erótica. Y sus motivos eróticos no son simplemente el cuerpo desnudo de mujer. Sus brillantes e ingeniosos collages y objetos están llenos de erotismo, que se siente en las combinaciones de colores, en la construcción de las formas, en la plástica de las líneas, en el juego de las facturas. Prácticamente en toda su pintura y gráfica. Es imposible comprender la obra creativa de Antoni si ignoramos esta cualidad esencial de su arte.
El maestro entra en contacto directo con el tema en algunas series, incluso en una serie de aguafuertes del año 1994, titulado "La Suite Erótica". Cómo el pintor resuelve aquí el tema eterno para el arte, alumbra claramente las cualidades de su modo de pensar artístico. Antoni se dirige a las fuentes originarias de la cultura europea, reproduciendo con celo de cronólogo las escenas eróticas de las pinturas de la cerámica griega.
Su cita de los antiguos conmueve por su documentación de archivo. A esta incursión al mundo íntimo de los griegos prácticamente le falta el elemento de emocionabilidad. La percepción del pintor es más intelectual que sensual, su posición es de apartamiento completo, se puede decir que de sosegado alejamiento extraterrestre. Este punto de vista de entomólogo que contempla la vida de los insectos es común en los pintores del siglo XX, que tratan de concebir la esencia de las cosas, renunciando a su transcendentalismo, a las pasiones humanas. Por eso es completamente lógico que Antoni descubra el tema de la erótica a través del prisma del arte de los griegos antiguos. La naturaleza arcaica de Eros, que tenía un carácter más misterioso, de juego, de ritual de culto, que de manifestación de sensualidad sexual, está cercana a Antoni, que subraya la autosuficiencia de los cuadros de signo, creados por los griegos, citándoles al pie de la letra y ocultando al máximo su propio yo con la astucia picara de Odiseo.
Ítaca
Contemplando la naturaleza de la obra creativa de Antoni, que viaja por el océano del tiempo sin límites, donde como las islas, existen diferentes épocas, nombres, direcciones artísticas y estéticas, diferentes aspectos sociales, históricos, políticos, uno comienza a preguntarse: ¿Cuál es el propósito final de estos viajes? ¿Dónde está el puerto natal para el pintor?
Percibiendo el mundo del arte como el material para el trabajo, el maestro, con abnegación, lo corta y lo combina, lo modifica según sus leyes, sintetizando nuevas variantes de sentido.
Así él se mueve del signo al signo en la barca de su propio yo, pero no por las olas de la realidad, sino por los laberintos de su conciencia donde no existen las combinaciones habituales como "sublime - vulgar", "vida - muerte", " hermoso - horrible".
Él nos hace echar una mirada al mundo con otros ojos, dejando a un lado los dogmas y los estereotipos. Nos ayuda a encontrar la libertad interna y la sensación planetaria de la existencia propia. Con sus viajes, Antoni Miró cumple su destino de pintor, la misión del guía en la historia de la civilización humana. Y este proceso por sí mismo, el proceso de movimiento, es su esencia.
Y nunca podrá llegar al fin, porque su Ítaca se oculta en sí mismo.