A Antoni Miró
Maria Carvajal
Desde que estoy en el grupo, que oigo al Gaucho* de su amigo epistolar Miró. Cuando llegaban sus cartas nos deleitábamos hasta con los sobres llenos de estampillas, llenos de cosas hermosas, postales y folletos, novedades de sus exposiciones.
Era como cuando era chica y llegaban las cajas del tío Molina. Aún antes de abrirla, ya sabíamos que su contenido era mágico, que nos deleitaríamos, más allá de toda expectativa, y entonces ésta aumentaba.
Y ahí se detiene por un momento el tiempo, se arma una especie de espacio atemporal, donde todo sucede suavemente, hay un aroma propio como a incienso, muy suave, y cada cosa, cada papel, cada novedad se vive con sonido distorsionado, donde la sonrisa se instala en la cara, y allí se queda por un rato larguíiiiiiiisimo! Brilla la mirada, es una sensación de abrazo colectivo con palmada en la espalda.
Espero que Antoni pueda recuperar, recibir o retroalimentarse de la alegría del encuentro cada vez que nos llegan sus cosas, sus cartas, sus noticias.
Siempre es una especie de regalo de cumpleaños que llega al día siguiente, prolongando de esa manera el festejo.
El hecho de que sean cartas de verdad, concretas y no e-mails, aumenta la sensación de recuperar una parte de mi infancia. Porque con la llegada de la adultez, también llegó la tecnología, y si bien es cierto que disfruto muchísimo escribiendo en la PC, porque es más rápida, más prolija, me permite ir para atrás y adelante, interlinear, corregir expresiones, y toda la parafernalia, nada se compara con una carta manuscrita.
Cuando llega carta de Antoni, todos nos arracimamos, se genera una ambiente de misa de gallo, que para la generación de los 50 era la máxima expresión de alegría sagrada y el Gaucho actúa como oficiante.
Y esto de aumentar los afectos siempre es enriquecedor, una frazadita para el alma, porque que alguien te reconozca en la multitud te da tu lugar en el mundo.
Lo gracioso es que a veces a Antoni, se le escapan expresiones de su idioma, que no sé bien si es catalán, o algo así, porque él es de Alcoi, una región de España que me parece similar a la Santa, nuestra pequeña ciudad, donde casi nos conocemos todos aunque no todos nos reconozcan como Antoni.
Las mariposas, mis compañeras de toda la vida, tienen eso en común con sus cartas. Es como en esos sueños locos, donde se viven las cosas más inesperadas con total coherencia.
Porque cuando veo mariposas, ya sé que se viene algo bueno. Siempre es anuncio de algo especial, porque ellas están allí para que yo las vea, las note, las tome en cuenta, me traen un mensaje lleno de misterio, de magia. ¿Tal vez solo yo reconozco ese idioma?
¡Pero no!!! Reconozco en Antoni otro "loco de los tules" como me decían a mi cuando era chica, porque jugaba a envolverme en los tules de la cuna de mi hermano menor, y eso me transportaba a otra dimensión, donde era difícil alcanzarme, y según decía mi abuela, se me alucinaba la mirada, y se me instalaba en el rostro una expresión de paraíso perdido, ¡aunque el abuelo insistía en que debían ser lombrices!!!