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La nebulosa persistente

Antonio Malmo

Las densas nieblas que espesan el actual escenario internacional de las artes figurativas ofuscan, y no poco, las mentes, la creatividad de los artistas, que viven momentos de profunda reflexión sobre las estrategias, sobre los posibles caminos a emprender para salir del impasse y proseguir por el camino que conduzca sus espíritus selectos hacia la formulación de propuestas concretas, necesarias para la manifestación de sus ideas de renovación artísticocultural.

Obviamente, un mínimo de análisis a través de la profundización de las concausas que han generado el caos observable en todas las latitudes me parece al menos oportuno. Es indiscutible que son de orden socio-político-cultural y ambiental. En efecto, la mitificación de las vanguardias históricas ha dejado un signo imborrable en las tantas revisiones de los monstruos sagrados de la pintura y de la escultura mundial. A la larga, la repetición de las motivaciones, de las problemáticas y de las atmósferas desarrolladas a su alrededor en el pasado, ha hecho que la creatividad, la inspiración y la fantasía de muchos Artistas lo hayan sufrido y se sientan, cuanto menos, debilitados.

En tal marasmo de vivida luz brilla la estrella del artista español Antoni Miró, cuya personalidad se nos manifiesta compuesta y compleja por la variedad de las temáticas y de las problemáticas abarcadas en sus obras, pero sobre todo se eleva por la originalidad de sus soluciones, por su compromiso social, por la profundidad de su investigación y por su búsqueda continúa de nuevos estilemas desde un punto de vista exquisitamente estético.

Desde el inicio de su actividad, Antoni Miró ha abandonado las modas o corrientes del pasado, deteniéndose en las cambiantes condiciones socio-políticas que en las diversas partes del mundo exigían soluciones, a veces radicales, para la afirmación de algunos principios fundamentales relativos al hombre contemporáneo, entre los que están la libertad individual y la igualdad entre los pueblos, por no hablar de su lucha por la solidaridad hacia los pueblos menos “avanzados”. Coraje, iniciativa, también contra la propia impopularidad están en la base de su hacer Arte.

Su carisma, su expresividad le han consagrado, con el tiempo, entre los artistas más válidos y coherentes, en el panorama mundial. Sin dejarse nunca enredar por las fáciles promesas de un sistema dominante gélido y arrogante, Antoni Miró ha ido hasta el final en sus batallas contra los abusos, los atropellos, la “socarrona escalada” del consumismo, del arribismo y del poder en general. Con su arte estaba presente allí donde un pueblo en lucha reclamaba sus derechos por una existencia más acorde con el final del 2000.

Lo ha hecho con sinceridad, con participación emotiva, sirviéndose de diversos registros expresivos entre lo chistoso, lo irónico o lo sarcástico según las circunstancias o su estado de ánimo.

Tenaz, voluntarioso, terco, obstinado, no encuentra obstáculos en las mil dificultades que se le presentan en el vivir cotidiano como hombre y como artista. Siempre ha dejado espacio a su libertad expresiva para propugnar a través del signo y del color sus más secretos valores espirituales.

Sus ventanas abiertas al mundo le han permitido captar, o mejor prever, situaciones, atmósferas de crudo realismo en la parte de la sociedad más olvidada y humillada por la ferocidad del sistema o por la barbarie de la guerra.

Su acto acusatorio, su “j’accuse” era quizás un grito desesperado en el corazón del desierto, pero que seguro que ha tenido su importancia en el reconocimiento de los derechos del hombre.

Hombre de vasta cultura, propenso a la profundización en las “leyes” y en las “reglas” que han guiado y guían la Humanidad en curso de los siglos, Antoni Miró recoge la diversidad de las cambiantes exigencias, la evolución socio-política de una realidad que quiere “vivir” en la “armonía” de lo Creado, en paz, en la serenidad del Espíritu.

A estos “valores” eternos, insustituibles e insuprimibles ha dedicado obras que tienen el sabor de testimonio histórico sobre los desvíos del espíritu humano maleado por la sed del poder. Siempre se ha situado, con coherencia, de la parte de los débiles, de los desamparados. No sin peligros, a través de su expresividad, los ha ayudado a reencontrar su propio papel, su propia identidad.

Lo que ha hecho, decía, con espontaneidad, sin compromisos, consiguiendo expresar sus convicciones, sus propósitos, las aspiraciones, muy válidas, de hombre del siglo XX.

En algunas de sus obras se pueden apreciar matices ligados al expresionismo simbólico, pero sólo difusos, porque el espíritu que los anima es muy diferente de los presupuestos ideológicos de esta corriente, ya de lejana memoria histórica.

La suya es una fuga necesaria de la hipocresía, de la violencia del hombre sobre el hombre y sobre el ambiente, una “tomadura de pelo” del bienestar económico a toda costa, una ironía de los mil subterfugios o compromisos para ayudarse a “hacer carrera”, a entrar en el falso mundo de los que son importantes.

Su visión de la vida humana está basada en la fraternidad, en la solidaridad, en el amor. Su credo anuncia la lucha por la vida, sin demoras, compromiso por mejorar espiritualmente, por crecer en el ámbito de la familia, por el bienestar de la nación, de la Humanidad.

Valores, valencias, de gran consistencia social. Nada es sofisticado o dictado por fantasmas externos que le puedan garantizar el éxito fácil. Es en su “linfa” expresiva, en su fuerza creativa donde está el resorte que lo empuja hacia la meta, los programas y los objetivos a alcanzar.

Antoni Miró no oculta ningún misterio. Induce hasta el crudo descubrimiento de las falsas verdades sobre las que se basa el poder del sistema.

Su vida fluye por los caminos de la no-hipocresía, de la lealtad para con los otros y para consigo mismo.

Nada parece ahora afectarle en materia de favores ni de compromisos.

Ha construido, piedra sobre piedra, su “castillo”, hecho de fe y de esperanza en el camino de los pueblos hacia el PROGRESO. Tiene en sí mismo una variedad de códigos y de símbolos expresivos, muy válidos, que le permiten codificar situaciones, personajes e “historias” de otro modo imposibles de proponer desde el punto de vista artístico. También en la “creación” de sus esculturas usa un lenguaje empapado de bondadosa ironía, de gélido sarcasmo para evidenciar mejor “la idea” de su operatividad.

Desde el punto de vista puramente estético, en tantos años de experiencia artística, Antoni Miró ha adquirido un dominio técnico-formal de primerísima calidad. Lo sabe todo sobre la escala cromática, sobre la división de los planos, sobre la representación de la profundidad. Usa los soportes más variados con maestría excepcional. La cualidad de sus estilemas es, sin duda, muy interesante. Por la variedad de las temáticas que constituyen el objeto de su investigación en el mundo del arte, su paleta es, como nunca, viva y variada. En cada obra suya, ningún signo, ningún símbolo, ningún código sígnico-cromático está allí por casualidad, sino para testimoniar la riqueza interior que lo caracteriza. El análisis de su pintura y de su escultura se hacen, para mí, necesarios para profundizar, sobretodo, en la calidad de sus mensajes y para evidenciar los excepcionales estilemas que Antoni Miró ha querido constantemente perfeccionar a través de la investigación continua durante sus muchísimos años de actividad.

Quisiera poder citar todas sus obras, pero, evidentemente, me es imposible. Citaré tan sólo unas pocas al azar: “Cercle vital”, “Zebres escàpols”, “Parc natural”, “Costa Blanca”, “Poema d’amor”, “Bici antinuclear”, “A Che Guevara”, “Interludi”, “No és una paleta”. “Volem l’impossible”, “Mall i enclusa”, “Athena three, Héracles, Afrodita, Zeus. Safo i altres”, “A cops”, "Ull per a mirar-se” “Crit, dejuni forçós”, “Psicoanàlisi de la pintura”, “Metamorfosi”, que representan la admirable síntesis de su concepción del ARTE. En definitiva, a mi juicio, el artista ha conquistado merecidamente un lugar de primera importancia en el campo de las artes figurativas.

AD MELIORA!!!

Con estima.