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Rondalla del cuadro de la condesa duquesa del Lustre

Carles Llorca

Bocadillo virutense de madera moixentense hecho en Francia de pinos quemados de Serrella, pasado por la máquina diabólica dentuda y cortadora que hace vainita y lleva dedos de vez en cuando.

De frente al mostrador, medio sentado, torcido y alirroto, el medio demonio de hombre escarba, pinta, araña, limpia mientras proyecta fuego amarillo, rojo, verde, dientes apretados para no morder el bocadillo de madera.

La sutil maniobra hace parir una silueta de tronco de hembra tetuda y escabellonada de un negro rojizo, rojizo que quema a medida que la mala leche sangrienta sale de los botes de química plástica mediante los pinceles del demonio; demonio que es jodido de deseo, del imposible deseo de sacudirse una ñecla como Dios manda.

Y todo es porque la condesa desportezuela de malicia del alma de nuestro demonio; la condesa duquesa representa la propiedad absoluta de todo lo que alienta y lo que no alienta: alquerías, arrozales, marjales, sierras, conventos, jueces, médicos, escritores... Es ama de sudores, lágrimas, lechadas, zumos, babes, cornudos, culos, virutas de fraile, higos y esfínteres...

Esto hace que cada una de las pinceladas y hurgadas, cortados, huellas y escupiñadas llevan en su seno una carga verde y lechosa de contenida violencia.

¡Dios santo! ¡Si se volviera corpórea de pronto, a media noche, en media luna sobre el ambón de la noria y bajo el chopo cerca de la fuente vieja del Sopalmo!... La ñecla sería de trueno, de golpe y repique, de mete y haz bola para que no se perdiera de mala leche ni racimo.

¡Dios!... que no es otra cosa que bocadillo de madera virutense de pinos quemados de Serrella. La cólera del medio demonio la derrama por los ojos; se detiene, alienta, mira los ojos de la condesa y ve la mirada dominante, absoluta, irónica y la sonrisa insoportable...

Años de rematar los pezones espléndidos de la condesa, el medio demonio desenvaliza la pardela balear, acerca la cabeza, ahora un pezón, ahora el otro, orgasmo eyacula y desbasta a ambos lados... Después, cuando se rehace, el medio demonio moja el pincel delicadamente y cubre de satén bordado los pechos de la condesa...

La sonrisa de la hembra es, ahora, más abierta. Como si se sintiera más dueña...