Almansa, a una escultura de Antoni Miró en Gandía
Josep Piera
¿Qué sentido tiene conmemorar las derrotas de la historia?
¿Sería más saludable borrar para siempre la memoria?
¿Nos liberaríamos así de tanta desgracia acumulada?
Hay quien recuerda alegrías, sin nostalgias ni recelos,
y dice que es feliz. El feliz recuerda victorias.
Hay quien arrincona en el cajón del olvido las desgracias
y se cree igualmente feliz. No recuerda.
Hay quien borra el tiempo. Hay quien recuerda guerras.
Recordar es la victoria de los vencidos
como las derrotas merecen la relectura del tiempo.
Del pasado perdido, se aprende la lección, se hace fantasía o arte.
Porque el arte -todo arte- se alimenta de memorias.
De derrotas, de dramas, de ilusiones y de gozos.
Repito: ¿tiene sentido recordar derrotas?
Lo veo como la épica del superviviente, el grito mudo
de quien, consciente de que proviene de una tradición vencida
-la Germania, Almansa, la República-,
tiene la hermosa ironía -decir santa sería demasiado-
de recordar que, a pesar de las pérdidas,
quien hace arte se siente victorioso mientras trabaja. Y vive
la vida plena. También quien escribe recuerda
todo y hacerlo en una lengua callada.
Quien escribe llena el silencio de palabras.
Quien pinta regala colores al silencio.
Escribimos, memoremos, celebremos, cantemos.
La derrota es un poema. Almansa un muro de hierro.
Un mundo de gestos y de palabras que nos permiten
decir duelos y deleites, pasiones y dolores, lamentos y fiestas,
sabiendo que a todos nos alcanzará Almansa.
¿Somos un pueblo acostumbrado a perder?
Quien recuerda está vivo, no importa
si con victorias o derrotas. Recuerda.
Recordar es imaginar el tiempo perdido,
rehacer la memoria personal y colectiva.
Para vencer la tradición de olvidos que nos quiere amnésicos.
No me gusta conmemorar derrotas.
Sin embargo, Almansa.