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Nu de perfil (Desnudo de perfil)

«La belleza artística no consiste en representar una cosa bella,

sino en la bella representación de una cosa»
I. Kant 

Sin darnos cuenta de ello, a veces miramos, y traspasamos la frontera efímera de la realidad. Vamos un poco más allá, como si descubriésemos la plenitud favorable de un oráculo, instalándonos en la ribera de un grato sueño. La realidad no es ningún obstáculo, no interrumpe la química de la mirada, no apaga la necesidad de registrar los lugares de la curiosidad infinita. La realidad no ahuyenta el deseo de abrazar la belleza, y de comprender la pertenencia a la cultura que hace camino, cada día, por los senderos inagotables de la intimidad.

Belleza es belleza, y tantas cosas más: el reino absoluto que garantiza la vida en equilibrio permanente, la osadía de afrontar el riesgo y la metáfora, la voluntad de encontrarnos con el absoluto, la pervivencia de los días desde el primer instante ya fuera del caos, la neutralidad objetivable respecto de los puntos cardinales, la vocación de acuñar las monedas de la nueva civilización que nos deberá sustentar ..., tantas cosas como nos procura la belleza.

Pero también, cuando hablamos de la belleza, pensamos en ese mundo clásico que nos viste desde entonces. Pensamos en el magisterio ejercido por los maestros Policleto (y su canon), Fidias (quizá el más grande de los escultores griegos), Praxíteles, Escopas o Lisipo. Grandes maestros todos ellos entonces y, también tiempo después, significan un gran influjo para la cultura y el arte del mundo occidental: Renacimiento, Neoclasicismo... un ejemplo a seguir por el arte, y por los artistas que aprenden cada día en los talleres de la celebridad natural. El hombre como medida del universo. Y como exponente máximo y riguroso del quehacer creativo, la representación del cuerpo humano desnudo. No hay, sin embargo, un trabajo excesivamente realista, pues se acomoda en mayor medida a los secretos de la creación el punto idealista, con la representación, tal vez, fidedigna de la naturaleza. Y se incorpora la asociación de la belleza con la virtud; la ética y la estética vienen a curar diversas heridas nacidas en los primeros momentos de la representación humana mediante un cuidadoso ejercicio escultórico.

El artista Antoni Miró, con su “Nu de perfil”, presentado en acrílico sobre lienzo, y cuyas medidas son 162x114 cm., contribuye a la generación del mágico fluido de la belleza. Un hombre desnudo, sin rostro, rebasa los límites de la escultura para insertarse en el alma de un cuadro de Antoni Miró. La materia pictórica, y el objeto también, hibridan la sustancia creativa, y formulan un nuevo canon. La escultura ha transitado, en silencio discreto, los límites del mármol y ha devenido una imagen pictórica y escultural a la vez. Como la mística que vehicula el ansia de eternidades en oraciones interminables, así la pintura de este “Nu de perfil”, ejerce la voluntad de convertirse en canon helenístico a partir de la noble causa de la inspiración, casi divina: equilibrio, proporción y armonía suman para la transformación de esta tan bella obra en una realidad cosmopolita.

El Nu de perfil, ahora, nos muestra los rastros de un cuerpo noble, esculpido como si fuera una escultura clásica, y con tintes de intemporalidad: «Hi ha una dita entre els homes: -no amaguis/sota terra, en el silenci, la noble acció acomplerta.-/Es mereix un cant diví, mots joiosos. Au, doncs,/desvetllarem la flauta i la sonora lira, au!,/per la corona mateixa/dels certàmens eqüestres que en honra de Febos/Adrast instituí ran de les aigües de l’Asop./En faré memòria i celebraré l’heroi amb honors gloriosos.»1 Y así como Píndaro canta a los campeones de las hazañas olímpicas, y nos ofrece la grandeza de los héroes, convertidos en semidioses, y así como canta, también, la belleza y la joven altivez de los atletas, Antoni Miró trabaja la pintura de este “Nu de perfil” con las herramientas del poeta, y acrecienta las virtudes de la virilidad (la conformación de un pene perfecto y esbelto) en armonía plena con el instante de penumbra y sinuosa corporalidad. Los músculos del cuerpo atlético ahora, también son los atributos que la escultura clásica exhibe en la determinación de una constante reflexiva.

Escultura - pintura, o bien al revés, pintura que se ha convertido escultura después del trabajo cuidadoso del artista Antoni Miró, y que nos otorga la integración de un nuevo posible trasfondo acordado: el erotismo masculino en forma de cuerpo desnudo que se insinúa a través de las sombras umbrías y de una mirada que no está presente, pues la falta de rostro dificulta la visión. El erotismo necesario para vivir de acuerdo con los principios de la humana carnalidad: «[...Sin ti no hay placer de Venus / que la buena fama apruebe; / pero hay, si tú quieres./ Quién a compararlo se atrevería / con un dios como éste?]»2 Catulo, en sus Catulli Carmina, goza de muy buena información sobre los valores que aporta en las relaciones humanas la herramienta del placer. Y transforma su particular visión en una fuente de posibilidades que elevan el ánimo y, también, la vida. Existe la insinuación, no obstante, y la perspicacia voluptuosa dentro de los comportamientos desinhibidos de los hombres. Y Antoni Miró en este cuadro, pero también en muchos otros de esta misma serie, Nus i Nues, irrumpe con osadía en el cuarto de los amores para dibujar los perfiles del deseo en el rostro de los amantes; los rostros de todos aquellos que se ofrecen para ser, después del abrazo, bien queridos.

Y el cuerpo resplandeciente del atleta desnudo reclama la mirada, sin pudor, y con cierta impertinencia en su caso, pues los ojos se han hecho para mirar, y para registrar un poco en el interior de aquello que no se ve demasiado evidentemente. Antoni Miró reconoce, y esculpe, las bondades del cuerpo humano con mano de orfebre. Guarda las líneas del dibujo con singular maestría y abarca el volumen con el trazado de las sombras. Busca la pertinencia de la luz, y gana el espacio con el equilibrio de la fuga. Pero juega a los juegos del amor, de las miradas convergentes, de la ilusión que transita desde lo más profundo hacia la superficie, mientras el deseo acrece los colores en los rostros inmaculados de la juventud. Un mundo, o varios estadios de la condición humana: placeres que se vislumbran ágiles para las fantasías de la sangre: «Tan hermoso como tú lo recibiste, Zéfiro, el más suave de los vientos, / devuélveme al peregrino Eufrágoras / en no más allá de pocos meses: que el tiempo, incluso / breve, se le hace siglos al amante.»3

Escultura, pintura, arte al fin, en un ejercicio culto y arriesgado, como siempre lo hace el artista Antoni Miró. Conjuga lo mejor de ambas disciplinas creativas para anidar en las cuencas de nuestro mirar: juegos de manos, magias de luces y de sombras, cuerpos que cantan la desazón de los amantes, labios que se aprietan contenidos pero tan evidenciados, libertad de la carne sin matices... Y el artista que de tanto observar, conquista la fragilidad del éter con sus manos, o la sensibilidad regalada de aquel que pinta, pero que también es un amante.

 

1. Píndar, Epinicis (Odes triomfals de l’Olimpisme Clàssic), Obra Completa. Versió de Manuel Balasch i Recort, Edicions del Mall, Barcelona 1987. Nemea IX, Estrofa 2ª, p. 252.

2. Catulo, Poesía Completa (C. Valerii Catulli Carmina). Versión castellana y notas de Juan Manuel Rodríguez Tobal, Ed. Bilingüe, Ediciones Hiperión, Madrid 1998, p. 137.

3. Dioscórides, Retorno, (A.P. XII 171), en Antología de la Poesía Erótica de la Grecia Antigua, de Máximo Brioso Sánchez, Ediciones el Carro de la Nieve, Sevilla 1991, p. 234.

Josep Sou

NU DE PERFIL 2018/ P.V. (Acrílic s/ llenç, 162x114)Antoni Miro