Saltar al contenido principal

Gest de fam (Gesto de hambre)

«Nescit plebes ieiuna timere»
Luc. Phar. 3, 58

El hambre! Queda dicho en un solo momento de desazón. Pero el hambre verdadera que padecen hombres, mujeres y niños, es la tortura que abruma una buena parte, en términos cuantitativos, de la humanidad. Sin reservas. Y con este cuño, ya consustancial, se marca todo el rebaño, ahora presidido por la incuria de los fuertes. De los que se sienten bravos y astutos a la hora de ejercer el poder, o lo que es lo mismo, la brutalidad de la jerarquía que por doquier vincula estrategias miserables. Y todo funciona, aparentemente, sin muchos esfuerzos. ¡Todo marcha ok! como dirían los demás: “Hambriento! ¿Quién te alimentará...?” en la voz de B. Brecht esta pregunta siempre se escucha atronadora e imperativa. Nos pone en alerta permanente para prestar atención ante el riesgo de aquello que nos acosa por las esquinas oscuras de la vida.

Y Antoni Miró, como acostumbra ya desde hace tanto tiempo, hay que recordar sus cuadros dedicados a poner en valor el hecho del hambre rigurosa que se sufre en todas partes, sin domicilio concreto, como Crit, dejuni forçós (Grito, ayuno forzoso), o este otro Fam i tristesa (Hambre y tristeza) ambos de 1966, reescribe el ritmo de la historia elevando un posicionamiento de denuncia. Se inicia la dinámica que presidirá buena parte de su obra, rebosante de talento para el cultivo de la intimidad, y manifiesta su oposición abierta al dolor y al castigo inmerecido de tanta gente como sufre. Y lo hace porque sí. Porque la fidelidad a los principios, desde el principio, no entiende de diásporas del pensamiento, ni de renuncias, ni de trasuntos bíblicos, ni desfallecimientos para la sensibilidad en el rescate de los silenciados. Todo junto y todo a la vez.

Y entendemos plausible llevar a cabo la aproximación a su obra Gest de fam (Gesto de hambre), de 1972, construida en acrílico sobre tabla y que presenta 100x100 cm. en cuanto a las medidas, y perteneciente, finalmente, a la serie América Negra. El objeto pictórico, digámoslo así, muestra una madre, con la mano extendida, pidiendo cualquier tipo de apoyo que venga a curar tanta necesidad. La criatura en brazos de la madre, y con el vientre hinchado, tan característico de los niños hambrientos, contribuye a reafirmar los valores comunicativos de la propuesta: «... el estómago hambriento no tiene oídos», apostilla el poeta francés Jean de La Fontaine.

El rostro de la madre es el retrato del desamparo y de la desesperación. Falta, claramente, la esperanza, y no se adivina la llegada de la ayuda, pues no hay voces que lo anuncian. Estamos ante el retrato de la pura indigencia, y la cara del niño rezuma indiferencia: ni espera ni desespera: "... si solamente se dieran limosnas por piedad, todos los mendigos hubieran, ya, muerto de hambre», sentencia Nietzsche. Y es lo que nosotros comprobamos en este cuadro del artista Antoni Miró, no no existe la piedad, ni hay tampoco nada de proximidad; se evidencia, sin embargo, el rastro de la soledad.

En el cuadro “Gest de fam”, hay zonas emergidas de un fondo telúrico, donde el blanco y el negro confirman el valor de la tragedia vital de los protagonistas. También, con una especie de claroscuro, el color de la tierra ocupa toda la figura del niño. La realización, mediante el uso de manchas, teje los rostros de los personajes confiriéndoles un valor documental, como surgido de los mecanismos de la comunicación. Por un lado, el realismo desgarrador de los rostros y por el otro las geometrías que enmarcan toda la escena, se convierten en parte de una misma intención: la de poner en evidencia la dureza del hambre en este mundo ambivalente de lujos. El pop de Antoni Miró, lejos de magnificar lo gregario del comportamiento social, aprovecha la ocasión para decir en torno a los problemas que bandean a los hombres. Cobra distancia, Antoni Miró, tanto con la técnica como a la hora de incorporar mensajes ilustrados, respecto del pop tradicional, demasiadas veces ajeno a resaltar la dimensión social del arte. Baste poner de manifiesto la tensión de la mano pedigüeña de la protagonista del cuadro respecto de la ligereza, en tintas planas, de un bote de sopa Campbell’s.

Un gesto de hambre, como este del que nos hace traslado el artista Antoni Miró, sólo puede ser materializado desde el compromiso de mostrar lo iracundo de la condición humana. Los tópicos se formalizan en todos los medios de comunicación, revolviendo la realidad para que no nos haga demasiado daño. Un nudo en la garganta, a la hora de la comida cotidiana, no es vehículo adecuado para la buena digestión. A veces las moscas, oscureciendo el grueso de los labios de cualquier indigente, tornando ásperos los postres al final del almuerzo a mesa puesta, ya que: "... yo soy mi prójimo», como diría Terencio, el comediógrafo. Cada uno mira por lo suyo. No importa solamente que la acera esté llena de artefactos que nos dificulten la ida, pues la vuelta siempre será a resguardo seguro, pues conocemos el punto de partida y también el de llegada.

La insania de tanta maldad como se incorpora en el entorno de nuestra sociedad, incrementa su materia prima cuando hablamos, o dirigimos la mirada hacia América Negra. También la serie donde Antoni Miró resarce buena parte de su mensaje inquisitivo. Todo puede llegar a pasar en este clima de infortunios, de sometimiento y de rencores inconfesables. En este lugar del mundo las garras siempre están afiladas, y hieren duramente a los despavoridos. La lluvia torrencial de billetes nunca se harta en el deseo de tener más, y más, y un poco más aún, si puede ser. No importan los agravios que se puedan generar, ni a quienes puedan afectar, pues la esclavitud del hambre silencia, pero no siempre, los tristes personajes de la comedia de la vida. Y quién pagará la cuenta final de tanta maniquea situación:? "... nadie es culpable cuando todos han perdido el juicio», al final nos viene el pensamiento de Shakespeare. El  modo de no sentir nada, ni ningún ápice de culpabilidad ante tanta podredumbre, es levantar los hombros y seguir paseando por la orilla de un camino aliviado de piedras. O mejor el asfalto negro de la indolencia.

Y para finalizar nuestro comentario, y para abrir una vía de esperanza que nos reconforte, reproduciremos estos versos de León Felipe pertenecientes a su poema Revolución. Se trata de la segunda estrofa: «... y siempre habrá un sol también / un sol verdugo y amigo / que trueque en llanto la nieve / y en nube el agua del río.» Con la modestia de esta poética revolución, con el tenor de estas palabras esperanzadas, León Felipe abre un sendero para transitar la vida, siempre gratamente contaminada por la mano de otro hombre. Así vemos, pero también leemos, la pintura del artista Antoni Miró.

Josep Sou

GEST DE FAM, 1972 (Acrílic s/ taula, 100x100)Antoni Miro