Dòlar enforcat (Dólar ahorcado)
«¿Quieres ser rico? Pues no te anheles en aumentar tus bienes,
sino a disminuir tu codicia»
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Epicuro
Esta obra de Antoni Miró, Dòlar enforcat (Dólar ahorcado), fechada en 1974 y perteneciente a la Serie «El Dólar", constituye todo un símbolo del trabajo cuidadoso que el artista Antoni Miró construyó en este período de tiempo. Su medida es de 100x100 cm., y la técnica empleada ha sido acrílico sobre lienzo.
El objeto pictórico representa un dólar americano donde no se ve la figura del presidente George Washington, ya que el billete se presenta arrugado y constreñido en el centro, colgado de una cuerda que simboliza el castigo al que le somete el pintor, quien ha tomado parte determinada, y manifestando una posición encontrada. De la cuerda, también, como un motivo que parece ajeno, pende una pinza de tender, y que da un cierto peso en la escena del ahorcamiento. El billete está empotrado dentro de un ámbito que lo acoge, y que da la impresión de papel retorcido por el tratamiento que el artista resuelve de la luz y de las sombras. Hay como una especie de carnalidad que sirve de colchón a toda la escena que se nos presenta.
Como hemos apuntado, este billete significa un símbolo, y participa de una y mil maneras en tantas obras que el pintor ha consagrado a la crítica furiosa contra todo lo que sugiere la opresión, ahora protagonizada por el dólar americano. Los soldados que se revisten de dólar; los dólares que sobrevuelan las cabezas de los soldados; los dólares en las manos de los mendigos; los dólares que muestran su soberbia en los lugares donde se muestra la corrupción ..., el dólar, así pues, un símbolo y, también, una estrategia compositiva que deberá nutrir con enorme cantidad de lienzos donde la evidencia del poder es una constante. Antoni Miró toma la parte por el todo (una sinécdoque literaria, aquí pictórica), y pone de manifiesto su coraje y su necesidad de reducir a cenizas la esclavitud que significa el poder tan mal ejercido.
Esta pintura, Dòlar Enforcat” (Dólar ahorcado), va mucho más allá de un pop al uso, y más aún cuando se hermana con tantas obras como ¿han inspirado? al pintor Antoni Miró. La cruda realidad, y la fuerza de su utilitarismo, renuevan los votos del artista combativo y combatiente Antoni Miró. A veces, o casi siempre, en todas las propuestas hijas de esta motivada serie, la realidad se ve superada a través de la mirada que ejerce el pintor. El militarismo obsceno, el abuso constante de la fuerza (la bota que nos pisa siempre será una bota, dice B. Brecht), y la tortura por tanto empuje contracultural, son muestras evidentes en tantas y formidables propuestas del artista en esta serie. Y podemos hacer la referencia de un amplio muestrario de lo que decimos, consideradas todas ellas obras tan singulares de su producción artística: Varapalo (pintura objeto de 1976), Retorno medieval 1974, Hombre ligado 1974, Una chica y un soldado 1974 , The Maja-Today 1975, Esclavo y esclavizador 1973-74, Los incendiarios 1974, La gran masacre subvencionada 1974, Contra el futuro (metalgráfica, Chile) 73-76, Metamorfosis 1-6 (pintura objeto, Chile) 1975, y un largo etcétera que pone de manifiesto la preocupación, y también la asunción, para llevar a cabo una pintura testimonial, que abona Antoni Miró con su fuerte concienciación contra todo lo que signifique dolor, tiranía y falta de libertad como consecuencia lógica.
Y a qué cosa más hace referencia Antoni Miró, tanto en la obra Dòlar Enforcat, como en su serie El Dòlar, y también en El Dòlar (Chile)? Pues a un concepto fundamental: la explotación como símbolo del imperialismo norteamericano. Un montón de situaciones, de paradójicas escenas y de ventanas que se reflejan por doquier, apuestan de forma clara por la denuncia, y por la toma de posición inequívoca. El arte, así pues, se convierte en una herramienta de combate. De combate por las ideas y en favor de la vida en libertad. Arte como senda irreductible por donde transitar libremente, y en favor de los vientos libres de la historia: la pasada y la presente. El arte como instrumento para apoyar las causas propias y ajenas, y que, al fin, son siempre motivos colectivos. La sonoridad del arte, acaecida columna básica, para facilitar audiencia a todos aquellos que no tienen voz propia en los litigios de la vida. O el arte como denuncia de cualquier tipo de barbarie, o de brutalidad ejercida contra los débiles y oprimidos: «... el oro, toda vez que es el más puro de los metales, es el mayor de los corruptores», contribuye en esta dirección el escritor francés Joseph Sanial-Dubay. Esta paradoja, o esta afirmación de contrarios, determina, en buena medida, el alcance que en la denuncia, llena de reproches, experimenta toda la serie El Dòlar de Antoni Miró.
Al Dòlar enforcat hay una especie de rabia contenida, o de espuela silente, que facilita la lectura transversal de todo un mundo de dedicación y de trabajo minucioso. Las arrugas de este dólar rebajan la grandeza que se pretende con la fuerza de la divisa americana, y es que como asegura el filósofo Séneca: "... nadie ha conservado durante un largo tiempo un poder ejercido con violencia», o al menos ese es un deseo que ejercen, cuando las posibilidades reconocen la dimensión de la protesta, los hombres sometidos. Los mundos diferenciados dentro del mundo que retuerce, a duras penas y con extrema dificultad, la mano de aquellos que siempre ganan en la pelea: "... exagerar la propia fuerza significa descubrir la propia debilidad», apostilla, ahora, el periodista francés Émile Girardin, no muy falto de razón.
El Dòlar enforcat, en su laxo desprendimiento, captura la mirada por la tragedia que representa. Estamos ante un ajusticiado y detrás de una evidencia, pero nunca quedamos a un lado pontificando la ominosa neutralidad. Y por lo tanto el pintor Antoni Miró, que conecta con las preocupaciones de los ciudadanos, y con todos las deseos que los sustentan, toma partido, como lo hace siempre, por la causa de los malogrados. Su obra reside vecina del documentalismo, pero con un trasfondo de marcada esperanza: las cosas nunca pueden seguir de la misma manera. Vendrá el día, y el sol saldrá para todos. Habrá un tiempo en que el hombre dejará de someter a los hombres, y donde el acuerdo para la libertad será una ganancia común. Nunca más, pues, el hombre con sombrero de copa, y luego los hombres disfrazados de vasallos, porque ya no podremos decir, como anunciara Plauto en Asinaria: «Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit» (El hombre es un lobo para el hombre, cuando desconoce quién es el otro).
Y El Dólar, la serie que ejemplifica el horror, también, sin embargo, el error mayúsculo en el ejercicio de un colonialismo exacerbado, nos aporta luz, verdad y la autenticidad de aquel que habla con voz escasa, pero con actos de fuerza permanente. Antoni Miró dibuja una estrategia nada periférica, al contrario, de profundizada magnitud y de excelencia, y todo para narrar, la pintura es un buen ejercicio de escritura, la historia que cada día se cuela por los resquicios de la existencia común. No es su pintura un panegírico, es, cuando menos, una crónica repleta de frágiles instantes y que nos aperciben de la realidad.Josep Sou