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Desde el empirismo de John Locke al valor de la experiencia en Antoni Miró

Cuando Locke (1632-1704) estudia el origen de nuestro conocimiento, y trabaja su pensamiento en torno a la teoría de «las ideas innatas», concluye con la tesis de que no existen las ideas innatas en nuestra mente, ni dentro el orden teorético ni en el orden práctico (moral). En la demostración de esta tesis consagra el primer libro de su Assaig sobre l’enteniment humà (Ensayo sobre el entendimiento humano). En él, Locke se decantará, muy especialmente, por el valor del principio: «tamquam tabula rasa», o sea, nuestra mente es como una especie de papel en blanco donde, poco a poco, se inscribe el conjunto de nuestro conocimiento.

Del mismo modo que Locke, el artista Antoni Miró, al cual culpa en buena medida su quehacer constructivo a partir de la experiencia, resuelve de manera esencial la alquimia de su producción pictórica y creativa. Y, además, lo hará en una doble dirección: la experiencia que se logra a través de los sentidos, por tanto, de manera externa, y aquella que se produce mediante la auto-percepción, es decir la reflexión. Así pues, sensaciones y reflexiones conviven fehacientemente dentro del universo filosófico que abarca la obra del pensador inglés, aunque de modo muy principal se ajustan estos dos valores dentro de la obra plástica del pintor Antoni Miró. A partir de las sensaciones (conocimiento externo), se construye el vasto territorio del pensamiento propio (auto-percepción) exaltando de forma clara el innegable valor de la experiencia como herramienta eficaz en la búsqueda de contenidos que vestirán la facultad de consideración por la vida refiriéndose a ella mediante la labor artística.

Josep Sou

ACTRIU DE MITJA NIT, 1979. (Dibuix, 54x40) Antoni Miro