Una noia i un soldat (Una chica y un soldado)
Esta obra se inscribe en dos ámbitos temáticos que son significativamente propios de la evolución del discurso pictórico de Antoni Miró: la denuncia político-social y el erotismo. Se enmarca en la serie denominada como “El Dòlar”, a través de la cual el autor canaliza una feroz y mordaz crítica contra el capitalismo y el imperialismo norteamericano, en la primera mitad de los años setenta, durante la crisis del petróleo y la última parte de la guerra del Vietnam.
Los gritos de denuncia jalonan este periodo de su carrera. Si bien adoptan algunos usos del pop art (“no americano”, como especificaba Blasco Carrascosa), se abordan desde las estrategias plásticas que son propias de los medios de comunicación de masas para proceder con una específica crónica de la realidad. Las operaciones de selección e individuación de los elementos portadores del mensaje se complementan con la dotación de una expresividad acentuada de la mano de la interpretación de los nuevos procedimientos tecnológicos de los que comenzaba a disfrutar la industria gráfica del momento.
Así, sobre un fondo neutro que alude a una especie de papel arrugado que otorga una cierta profundidad de campo y sirve para articular los límites internos, se divide el lienzo en cuatro cuadrantes que acogen sendas imágenes en blanco y negro. Esta diversidad no quiebra, en absoluto, la unidad de estilo, que queda garantizada mediante el empleo de los mismos recursos gestuales, la economía representativa y, especialmente, la condición de temporalidad.
Este último factor se incorpora claramente a este peculiar políptico, por lo que se puede apreciar, en cierta manera, fílmicamente. Y es que se captan diversos instantes en su fugacidad para luego yuxtaponerse, posibilitando la reconstrucción de una secuencia que es, en sí misma, el vehículo al que se alude como portador de significado.
La intencionalidad comunicativa consiste, por una parte, en una denuncia del consumismo, en general, y, particularmente, del uso de la prostitución como medio de evasión de las tropas militares estadounidenses en Vietnam, contribuyendo a la prolongación de la barbarie. Sin embargo, por otro lado, subyace una especie de canto a la sensualidad femenina. Es nuclear esa contradicción que se establece entre el mero acto de explotación sexual y la belleza y el goce de la mujer.
La importancia del cuadrante inferior izquierdo, que es aquel en el que se sintetiza la alusión a la prostitución, es evidente. Solo en él aparecen explícitamente los dos personajes, ya que el soldado quedará referido mediante un procedimiento de elipsis en los otros tres. Es en él también donde se da cuenta de la transacción económica, con la presencia del dólar mediatizando la operación de deseo. El soldado no aparece desprovisto del casco, redundando en la eficiencia comunicativa y apartándose, al tiempo, del realismo.
Los otros tres cuadrantes se centran en el cuerpo femenino y en la expresión del disfrute. En ellos, el dibujo asiste a la pintura. Una línea negra muy nítida perfila los volúmenes que se ven modelados tanto con leves gradaciones de oscuridad como por manchas que provocan discontinuidades violentas. Además, ha de notarse la tensión excéntrica que inducen las miradas de la protagonista en estas tres alas, en oposición a la concentración en el interior de la composición que se produce en la otra.
Santiago Pastor Vila