Tros de Cuba
El erotismo juega un papel muy notorio en la trayectoria artística de Antoni Miró, y esta obra es paradigmática en ese sentido. Forma parte de “Uns nus”, subserie de “Vivace” emprendida durante los últimos años del siglo XX, y en la que puede observarse, como bien indicó Blasco Carrascosa, que existe “un entendimiento natural y lúdico del placer”. La mirada del artista se dirige en este caso al bello cuerpo semidesnudo de una mujer de La Habana. Sola, bajo unos breves ropajes rojos que, unidos al azul ultramar del fondo y el blanco con que se definen las sombras, evocan a los colores de la bandera cubana.
De nuevo, Miró condensa en una parte el potencial de una entidad mayor: no es solo un cuerpo bello, sino que se refiere con él a la sensualidad de un país. La figura se emplaza ocupando una franja vertical ligeramente descentrada, para ser asediada con la mirada, como un claro objeto de deseo. Se enmarca dejando fuera de alcance la parte esencial de su rostro, la del arco de sus ojos. Así, con la ausencia de su mirada, el pintor evita que esta tenga que compartir protagonismo con las otras partes de su cuerpo que el artista pretende ensalzar.
El passe-partout forma parte también de la pieza, que no puede verse agredida en su esencialidad por un borde enmarcado próximo. Hace asemejarse la obra a la imagen que tenemos de una diapositiva, lo que incide en la dedicación de importancia a la selección del encuadre que es propia del artista. En sus obras, se trata en muchas ocasiones de visiones sesgadas, como es muy habitual en el cine o la fotografía, en las que las figuras no aparecen al completo en el interior de una escena, sino que se presentan directamente como son, aun solo dando a ver un fragmento lo suficientemente indicativo.
La figura está íntimamente unida a su sombra. Es precisamente el conjunto entre ambas lo que sí que se centra en el ancho de la tabla. El perfil plano en color blanco con el que se redefine su voluptuosidad es una parte también fundamental. Estos recursos potencian un cierto onirismo en el resultado, de modo que la carnalidad del personaje se reviste de rasgos mágicos.
El tratamiento pictórico se combina con algunos usos propios del dibujo. El modelado de los volúmenes no se resuelve solo mediante el recurso al oscurecimiento gradual de la mancha de color, sino que se apoya en un trabajo de rayado superpuesto que otorga una textura orientada que hace que se aleje de la realidad la representación y se incardine, por el contrario, en el campo de la idealización. Ocurre lo mismo con la iluminación del cabello, muy contrastada, con trazos blancos sobre un tono generalizado negro.
Sin embargo, estas acciones no impiden que, como es por otro lado habitual en el pintor, algunos detalles que pudieran haberse omitido se mantengan en la imagen definidos con minuciosidad, como puede ser el caso de la costura del culotte. La idea de contraste conceptual que está presente en muchas de sus obras es también, como aquí, visible en lo que respecta a los modos y grados de detalle de la representación.
Santiago Pastor Vila