Suport viaducte
Antoni Miró, en su subserie “Costeres i Ponts”, articula un homenaje a la ciudad de Alcoi como constructo material propio de una sociedad con una larga tradición de entrega al trabajo y apuesta por la cultura. Se ha tenido que bregar duramente con la orografía para que se pudiera proceder al crecimiento urbanístico que demandaba el fuerte incremento demográfico que imprimía el avance de la industria. Las construcciones de los distintos puentes que se han realizado a lo largo de la historia allí han de ser tomados como proezas, dada la dificultad y magnitud de las obras.
Algunos dicen que los alcoyanos perdieron la oportunidad de contar con un viaducto formado por un arco metálico de gran luz, que fue la primera propuesta que elaboró para este puente el ingeniero Lafarga. Sin embargo, la solución que se adoptó era, en su rotundidad y racionalidad técnica, muy moderna. El canon de puente metálico ferroviario del siglo XIX iba a ser acomodado a un puente urbano de gran trascendencia para la ciudad.
La relevancia tipológica de este puente es suficiente motivo para justificar el interés de su representación. En cualquier caso, para el artista se trata de un artefacto que es impactante en su configuración y escala, y que forma parte de su imaginario personal y del de las gentes de su entorno. Se recurre en este caso a una escena en contrapicado, en la que la viga metálica, una celosía en cajón, y el tablero se materializan sobre una diagonal del lienzo y la pila queda bajo ellos, orientada casi según la otra.
El soporte se pinta con detalle, incluyendo nimiedades como cables y alguna caja eléctrica, o la propia pátina que envejece los sillares. En cambio, aunque el fuste se represente de forma hiperrealista, el dintel es una idealización del que existe realmente.
De nuevo, como en otras de las propuestas de Miró, en este cuadro existe una mixtura entre la mayor fidelidad que se guarda a la realidad en algunas partes y la transformación intencionada de otros elementos, alejándolos de su estado real. En ocasiones, esto es así para evitar situaciones contraproducentes, como restar presencia al elemento que se pretende resaltar. En otras, y este es el caso, se completa la imagen de la pieza protagonista con otra idealizada, mejorada. La escena resultante, sin ser la existente, la refiere con mayor dignidad.
Veamos en qué consiste esta recualificación. La estructura metálica se pinta sola, sin los otros componentes del borde de hormigón armado que le restan levedad. Se la dota de unas tonalidades más próximas al rojo de las que realmente muestra. Se eliminan algunas barras que distorsionarían el ejercicio perceptivo, por solaparse a otras, y se trazan dos líneas de color, una amarilla y otra azul, a modo de conducciones bien alineadas que no existen en la realidad y son bien distintas de las canalizaciones que sí hay.
Ya estamos advertidos de que toda pintura referida a un original no es, en sí, aquel, sino una reproducción mediada del mismo. Cabe además la opción de que la figuración sea realista en mayor o menor grado. Por ello, esta estructura, que no es la que se ejecutó en un principio, se hace aparecer mejorada. Constituye de ese modo una mezcla entre lo que debería haber sido y aquello en lo que puede terminar convirtiéndose.
Santiago Pastor Vila