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Sueco-Noruec

La memoria permite reunir fragmentos de la historia acontecida, especialmente si ha existido experiencia directa, que interpretamos como valiosos y que nos son en cierto modo próximos por distintas razones. No siempre forman parte del patrimonio cultural que compartimos como sociedad, aunque no por ello dejan de nutrir un legado colectivo de primer orden. Antoni Miró pretende en esta obra destacar los esfuerzos solidarios de algunos países escandinavos para con la Segunda República durante la Guerra Civil española.

La contienda provocó un cambio en el uso previsto para este edificio alcoyano, que ocupa una manzana completa del barrio del Tossal y cuyas obras comenzaron en 1923. Poco antes de ser inaugurado, dio comienzo el conflicto bélico y las futuras instalaciones de la Escuela Industrial tuvieron que esperar para convertirse en hospital de sangre a mediados de 1937. La ministra Federica Montseny aprovechó para poder implantarlo la existencia de un edificio público de gran tamaño que aún no había entrado en uso y que estaba situado en una ciudad de mediana importancia, pero con cierto nivel de capacidad industrial, alejada del frente.

El pintor plantea con esta obra reconocer la importancia de esta acción solidaria y lo hace reproduciendo una vista actual del edificio, que en poco difiere de la que tuvo en aquel momento, a pesar de haber pasado ocho décadas. Bajo un cielo despejado de un azul intenso se muestra, desde el parque al que da frente, una de las cuatro esquinas redondeadas del inmueble.

La permanencia del edificio, que se denota por el hecho de su inalterabilidad, convive en la representación con el resto de elementos presentes en la calle, de reciente realización, con señales y trazados de cables incluidos. Los coches aparcados contribuyen a hacer presente la actualidad. Dado que ha perdurado el edificio, pero no la Segunda República, el artista remite a aquel periodo tiñendo con los colores de su bandera tricolor, a modo de homenaje, el buzón de correos existente en la calle junto al edificio.

El detalle con que se configura la representación es extremadamente minucioso. Las texturas de los materiales y elementos con los que se compone la fachada se ven enriquecidos, además, por el efecto que la luz natural y las sombras ejercen sobre ellos. Los reflejos que muestran los paños lisos vidriados contrastan con la apariencia rugosa de los almohadillados de piedra y con el tramado de las fábricas de ladrillo caravista.

La perspectiva que reproduce el volumen del edificio ocupa prácticamente todo el ancho del lienzo y la dirección de la visual desde el foco queda alineada con la diagonal de la manzana. Cromáticamente, se produce una cierta equivalencia entre los colores de la bandera republicana y los que se forman conjuntamente entre la fachada, de ladrillo en la parte superior y de piedra caliza en la inferior, y la calle de un color oscuro que combina distintos grises azulados.

En definitiva, lo que Antoni Miró pretende es recuperar un pedazo de nuestra memoria colectiva que corre unido a los mejores ideales de relación entre naciones durante las peores épocas, que no son otras que las de las guerras. Lo hace representando lo que ha quedado en términos materiales, aunque, como decimos, la importancia recae en las funciones de servicio social que allí se produjeron y las causas que las facilitaron. La cotidianidad y el paso del tiempo van borrando injustamente estos testigos que dan cuenta de proezas admirables. Por eso se hace necesaria una mirada que alimente la memoria con episodios loables de la historia, como este.

Santiago Pastor Vila

SUECO-NORUEC, 2015 / Alcoi (Acrílic / llenç, 116 × 162)Serie: Sense SèrieSubserie: Costeres i pontsAntoni Miro