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Litoral mediterrani

Como es propio de la serie “Vivace”, las preocupaciones de índole medioambiental se manifiestan de un modo aparentemente poco conflictivo, aunque se trate de críticas profundamente desconsoladas. La tensión existente entre la apreciación primaria de lo representado y lo que pretende connotarse con ello constituye la clave diferencial con sus denuncias de los años 70 en los que la dureza de la idea no se dulcificaba en el proceso de establecimiento de la metáfora pictórica.

Iglesias incidió precisamente en que es en la serie “Vivace” en la que “podemos admirar tal vez el grado más alto de la concepción estética del artista”. Pero más allá de la forma, las obras adquieren un cariz surrealista, puesto que, como apuntó Blasco Carrascosa, lo mecánico se “metamorfosea en un mundo ilógico, oscilante entre la realidad y la fantasía”.

Entre mediados de los años 80 y principios de los 90, se produjo un ciclo inmobiliario alcista. Aquella burbuja inmobiliaria se materializó en prácticamente todas las poblaciones de la costa mediterránea en un boom de la construcción muy intenso, durante el que numerosas urbanizaciones de viviendas unifamiliares adosadas plagaron los términos municipales.

Antoni Miró es un buen conocedor de nuestra geografía litoral, especialmente de la gerundense y la alicantina. Este desarrollo constructivo se dio no tanto en la primera, pero fue muy notorio en la segunda. Si durante el desarrollismo de los sesenta se había desvirtuado buena parte del entorno tradicional y natural de algunos pueblos de costa, en este segundo embate los resultados fueron generalizados y lamentablemente notables.

El asedio a la franja marítima de nuestro territorio era, por aquel entonces, continuo. En ello incide la imagen que constituye esta obra, que se explica por sí sola. Recurre para hacerlo a la imagen de una retroexcavadora, que es considerada por el artista como un ingenio de doble filo: “posible liberador de la esclavitud y potencial perpetrador de daños sobre la naturaleza”. Diríamos, conceptualmente y en los términos en los que es considerada en la serie “Vivace” por el artista, que esta máquina es el elemento antitético a la bicicleta, tan empleada en la misma.

Su elementalidad compositiva contribuye a la claridad del mensaje. El fondo se parte en dos mitades, una superior y otra inferior. El cielo y el mar, respectivamente, ocupan, a sangre como permiten sus enormes extensiones, estas áreas. Ante ellas, un fragmento de un brazo articulado de una retroexcavadora se dispone a roturar una naturaleza frágil.

Es evidente que el sometimiento del entorno precisa de la asistencia de la técnica. Por ello visualizamos esta máquina como metáfora de todos los medios de transformación y producción puestos a las órdenes del interés especulador.

Este acto de depredación, no obstante, se pretende mostrar en este cuadro irónicamente, con elegancia. El recurso protagonista se dispone compensadamente a lo largo y ancho del escenario. Allí se muestra, nuevo y limpio, de un color rojo vibrante. Este color le hace contrastar con el azul del mar y las nubes, en una oposición entre primarios de la tríada tradicional. El virado a ocres claros de base amarilla del cielo persigue también contribuir a ese equilibrio introduciendo la tercera tonalidad de la terna.

El brazo mecánico aparece quieto ante un mar con un oleaje tranquilo, pero continuo, y unas nubes que se elevan agitadas a lo lejos, sobre la línea del horizonte. Premeditadamente, como si de un collage se tratara, las dos partes que convergen en el horizonte parecen incompatibles, aun en la naturalidad de su unión decidida por el artista.

Santiago Pastor Vila

LITORAL MEDITERRANI, 1993 (Acrílic / taula, 98 × 98)Serie: VivaceAntoni Miro