Bici-Bou-Blau
Una de las razones de ser fundamentales de la serie “Vivace” la constituye el ejercicio de reflexión sobre la relación entre el hombre y la naturaleza. El fondo claramente crítico con nuestra acción sobre el entorno se combina con unos planteamientos que revisten cierto optimismo. Las bicicletas se consideran por parte de Antoni Miró como unos artefactos paradigmáticamente ecológicos. Su estructura simple y lineal, casi transparente, diáfana, que se compone de una poca cantidad de elementos y materiales, permite que se conviertan en un objeto ejemplarmente sostenible.
Morfológicamente una bicicleta comparte algunos rasgos con un toro. Es especialmente relevante en ese sentido la configuración de algunos manillares que se prolongan hacia el frente como si fueran astas. Si un toro puede quedar referido por la parte más característica de su forma significante, los cuernos, no ha de extrañar que al trasladarlos a una bicicleta se le esté otorgando esa doble condición. Pero, además, se altera la forma del marco estructural, curvando sus elementos y acercando el aspecto del conjunto al volumen aparente del animal bovino. Es como si se depurara un carretón como el que utilizan los toreros inexpertos para aprender.
Así, aquí, una bici-toro, o un carretón sofisticado, como decíamos, se antepone al paisaje esquemático de una copa de árbol vacía, más que por estar atravesando un periodo otoñal, por haber cruzado las puertas de la muerte. El frío azul del fondo se coordina con el azul que reviste las partes metálicas de la bicicleta. También se emplea el negro para los otros elementos fundamentales, las ruedas y el sillín, que comparten de esta manera pátina con el toro. Y se reserva el uso puntual de otros dos colores, rojo y amarillo, para algunos remates. De esta guisa, la predominancia azul se compensa solo con esos breves contrapuntos de sus homólogos primarios.
Esta bici-toro, etérea como induce a pensar el color con el que se recubre, suplanta intencionadamente en la escena a la naturaleza, insistiendo en su fragilidad, pero también en su bravura, Antoni Miró prosigue en ese ejercicio metafórico representando el castigo que inflige la sociedad contemporánea sobre ella, a través de la sugerencia del picado que una banderilla sin decorar con guirnaldas de papel produce sobre el peculiar lomo blando que es el sillín. Como en la lidia, el de banderillas no es más que una anticipación del tercio de muerte, al que precede. Un preludio del escenario de destrucción y de catástrofe natural, referido por la premonición del fondo sin vida (naturaleza muerta) y desvaído, que se cierne sobre nuestro horizonte.
Santiago Pastor Vila