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Antoni Miró: un maestro del País Valenciano

Ximo Company

Es todo un lujo para la plástica de nuestro país contar con una obra tan singular y atractiva como la del gran maestro y creador alcoyano Antoni Miró (Alcoi, 1944). Y digo lujo porque pocas veces se ha perfilado en nuestras tierras propuestas y líneas creativas de la rotunda madurez de Miró. Antoni Miró es, fundamentalmente, un maestro. Un pintor insólito, irrepetible, único. Su pintura encama (denuncia sin quizás él pretenderlo) la tragedia social y cultural de un País Valenciano cada vez más desnutrido y oscuro, a pesar que Miró no es sólo un pintor de denuncias, de toma de posición humana y social frente la miseria y la pobreza de los hombres y mujeres del primero, del segundo y del tercer mundo. Miró es, por encima de todo, un maestro de la mancha de color enganchada al cuerpo humano, a las aspiraciones y a las frustraciones de los seres humanos. O bien un maestro de los cuerpos, de las miradas, de los sufrimientos y posturas humanas sabiamente iluminadas por la luz y el color destilados por su portentosa retina. Antoni Miró es actualmente uno de los pintores más deliberadamente libres e incorregibles que conozco. No se ha postrado ante la fama, el reconocimiento o la gloria mundana al precio de genuflexiones institucionales. Antoni no podría vivir entre coronas de laurel untadas con mantequilla de ningún logo o anagrama institucional. Miró es un pintor libre. Antoni crea, se limita a crear, y crea bien por una necesidad vital que le es inherente desde que era un niño que rodaba por las calles alcoyanas. Es como acabado de decir, un maestro libre, desconcertante, inquieto, nada blando en absoluto, ni dócil. Parte de la realidad (o del Realismo como dirían los críticos) para entrar o construir el universo plástico de otra realidad. Una cruda y punzante realidad acrílica que Miró congela en sus lienzos (o en aguafuertes; o en tantos otros soportes; y recordad que también es escultor); y donde mujeres y hombres, soldados, u objetos, enseres, coches, bicicletas, edificios, carteles, maletas y papeleras, cobran nueva vida estética, plástica y colorista.

Insisto, Miró es un gran maestro. Nada neutral. Irónico, virulento y beligerante, épico como decía Joan Fuster, o personalísimo como señaló ya hace unos cuantos años aquel gran crítico que fue Alexandre Cirici. Yo, no obstante, hoy - y desde hace ya una larga temporada-, remarco- y os remarco- la plasticidad de su pintura, de su esteticidad. Es decir, el arte de su obra. Y basta.

Disfrutad Miró. Gozadlo. Miradlo. Estudiadlo. Y agradecedle que hoy esté entre todos nosotros. Y muchas gracias, Antoni, por destilar y dejamos en cada obra tuya un trozo de tu magia creativa, un trozo de tu propia vida.

SI YO TUVIERA UNA ESCOBA

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