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Personajes de Antoni Miró

Wences Rambla

Las artes plásticas representan objetos del mundo, pero hablando con propiedad lo que hacen es presentar ante nuestros ojos líneas, colores, texturas, píxeles -que apreciamos con los ojos o palpamos con las manos-, y son estos elementos los que "conforman "aquellos objetos -motivos, cosas, ... -, lo que nos permite obtener así su representación, o sea que así, más o menos, quedan visualmente presentes en un cuadro, una litografía, una fotografía o una escultura.

Sin embargo, como bien puntualiza John Hospers  en Fundamentos de Estética, hay  cierta diferencia entre pintar un objeto y retratarlo. Y digo retratarlo porque esto lo tengo que llevar indefectiblemente a colación aquí, porque al hablar en este momento de la "colección de personajes" de Antoni Miró, estamos hablando de retratos. Ahora bien, ¿qué es o cómo funciona un "retrato"?, ¿qué intencionalidad tiene el artista cuando se pone a pintar un retrato?

Tomamos un personaje cualquiera de los que representa Miró en su magnífica colección   que ahora estamos mirando. Por ejemplo, el comandante Marcos. ¿Qué vemos en su imagen plasmada en un soporte, la que ha elaborado nuestro artista? ¿Para qué un individuo con el rostro cubierto por una braga o pasamontañas y con una gorra militar, concretamente un dibujo del tipo camuflaje bélico? Esta obra representa, por tanto, un sujeto cubierto, tapado, del rostro del cual sólo podemos ver los ojos. Ojos como otros ojos cualesquiera. Así que esta imagen no nos indica, así sin más, que se trata del comandante Marcos, para que así pueda representar otro guerrillero de otro país, de otro signo ideológico. De manera, por lo tanto (y en esto seguimos la línea argumentativa de Hospers), que lo que se ha representado en el cuadro, es decir, a lo que se refiere esa imagen pintada, no podemos deducirlo de su simple contemplación, sino de la misma (la imagen), junto con un cierto conocimiento del "mundo" en el que se suele, o solía, darse esta clase de individuos. Todos sabemos cómo van disfrazados los guerrilleros del siglo XX. No obstante, que esa imagen de guerrillero corresponda al comandante Marcos, que se identifique indefectiblemente con él, no depende de su representación, sino de que el artista nos lo diga: que nos lo haga saber. Lo que se ha retratado sólo puede inferirse generalmente del título que lo acompaña. Si el título cambiara, el sujeto retratado ya no sería el mismo (sería otro guerrillero), sino distinto; sin embargo, la pintura sí seguiría siendo la misma.

Si, pasando a otro caso, me fijo en el rostro del personaje tipificado (señalado) como Puig Antich (nacido como yo, por cierto, en 1948), aunque no me fije en el título que lo acompaña, sé que es su retrato y no sólo una imagen-pintura que lo representa. Ah!, ¿y eso por qué? Pues porque yo, en el año de su juicio, franquista plagado de irregularidades, estaba en una situación anímica en la que me preocupaba, como tantos jóvenes estudiantes  de entonces, por lo que estaba sucediendo en nuestro país. Y estaba al tanto de lo que políticamente acontecía en medio de las últimas angustias del franquismo. Y sabía quién era Salvador Puig Antich. Es decir, yo antes de ver el personaje representado en la colección de Antoni Miró ya sabía que esa imagen no podía ser de otro más que de Puig Antich, lo sabía sin necesidad de etiqueta ni de ninguna indicación. Pero seguramente una persona que hoy tenga veinte años, ante esta obra de Miró no lo sabe si no es porque éste se lo indica, le hace ver y tomar conciencia de ese joven luchador antifascista de final funesto.

En cambio, ante el personaje de Karl Marx, que, por supuesto, no es de mi generación, ni de la de Miró ni de nadie de los que visitan esta exposición, y que hace muchísimo tiempo que desapareció físicamente de la faz de la tierra, no por ello deja de estar "vivo" y su efigie es conocida por todos. Y lo mismo ocurre con la del Che Guevara, idolatrado en nuestra juventud y motivo de decoración en multitud de objetos por obra y gracia de la cultura pop y del capitalismo consumista. De manera que estas dos últimas imágenes sí han trascendido su mera representación y condición de retratos para convertirse en íconos, personajes-referentes icónicos que apuntan o aluden a otra cosa más universal, a una ideología, a un momento trascendental o significativo de la historia y todo lo que queramos añadir.

Así pues, en la galería mironiana de sus personajes podemos observar que hay una dinámica interna según su posicionamiento espacio-temporal, históricamente hablando, y artística debido a que hay un juego interesante y flexible entre "representación" y "presentación", entre "conocimiento previo o colateral" del personaje y "conocimiento a posteriori”, o mejor dicho, en simultaneidad con  su representación matérico-visual por parte del trabajo plástico del artista. Y encontrándonos en esta tesitura tampoco es fútil o intrascendente el "cómo" aparece (está dispuesto) el personaje: parecería que todo son rostros en la misma posición y encuadrados en sus marcos correspondientes; pero no. Sí, ciertamente, ocupan todos el mismo, más o menos, espacio asignado, pero la mirada del personaje, su semblante, la posición de perfil, en escorzo ... en que aparecen, las visual-lines que brotan de ellos -ninguna delante, ninguna arriba, de soslayo ... -, por no hablar de la gestualidad bucal -semi-abierta, sonriente, semi-sonriente, de labios apretados, entreabiertos ...- manifiestan o dan a entender una especie de vida dentro de esa especie de "pecera" que es aproximadamente el espacio rectangular en donde, como cuadros, Miró los ubica para su contemplación.

Bien. Al hablar de personajes y del hecho de  que éstos se muestren "representados" en retratos, aunque no sensu stricto ya que no posaron ex profeso para nuestro artista, sino que éste los plasma según el típico encuadre de los rostros retratados o, en términos cinematográficos, en primeros planos, nos encontramos con el término "personaje". Término del que, acertadamente, Santiago Pastor en su texto nos ofrece tres acepciones semánticas, y que es justamente la que denota admiración, la que Miró realmente maneja en su vocabulario plástico. Y así, nos encontramos ante un conjunto de personajes retratados, un conjunto coral, que constituyen objeto de admiración. Y en mi caso, perdónenme la inmodestia, también. Si no todos, la mayoría despierta mi admiración particular, porque todos ellos, he de subrayar (de eso no tengo ninguna duda), con sus vidas, con sus trabajos u ocupaciones, con sus afanes -cada uno desde su ámbito respectivo- manifiestan compromiso con valores sociales y éticos que, sin duda pienso, también comparten, en gran medida, todos los que seguimos la trayectoria artística y humana de Antoni Miró.

Por otra parte, hay que señalar que no son diez, doce o veinte los personajes que componen su colección, sino que realmente constituyen un conjunto numeroso que nos permite afirmar que es consustancial a ellos el hecho de ser contemplados en comunión entre sí. Es decir, como si no pudiéramos evitar que esta estrategia comunicativa o coral en la que Miró  acerca a todos los personajes -masculinos, femeninos, de diversas épocas, diferentes actividades: artísticas, literarias, políticas ...- inicien entre ellos, y bajo la mirada de quien pueda contemplarlos, un diálogo, o un conjunto cruzado de diálogos. No sería fascinante si pudiéramos entablar una conversación con gente de nuestro mismo "ramo", o sea de profesión, dedicación, mentalidad, posición ideológica..., pero de otra época, de otro lugar, de otros continentes. Y así, un profesor como yo, poder conversar con Sanchis Guarner, con Freud...; un economista actual hacerlo con Marx; un joven cantante de nuestros días poder cambiar impresiones con el malogrado Víctor Jara; un joven poeta de hoy con Miguel Hernández o un político de nuestro siglo -muchos de los cuales caminan bastante despistados, por cierto- conocer los pensamientos, objetivos, anhelos truncados de un Salvador Allende?

En definitiva, PERSONAJES de Antoni Miró constituye una crónica de la realidad; en verdad una auténtica crónica crítica de ella, para ser más exactos. Ellos nos abren una serie de posibilidades interpretativas en nuestro análisis de la realidad -también actual, por descontado-, sumergiéndonos en un mar de significaciones al que tan dispuesto está siempre el alcoyano desde su postura abierta a lo realmente existente y valioso (como "abierta" está la galería misma a nutrirse de nuevos personajes) con aquellos elementos sociales, culturales, artísticos, etc., a los que su compromiso ético y su lucha por los valores  incorporados de todos esos ámbitos, permiten una vez más constatar cómo Antoni Miró, cualquiera que sea el asunto, el contexto, el aspecto de la vida que aborda, nunca lo hace de forma gratuita, sino con una intencionalidad tendiente a liarnos, a todos los que acudimos a degustar sus obras, haciéndonos partícipes de su contenido. Pero no porque lo admitimos sin más, no; sino porque nosotros mismos confrontamos nuestros propios posicionamientos con lo que él nos plantea. Podríamos afirmar, pues, que así como dichos Personajes se encuentran en una situación de estar dispuestos a tejer una red de relaciones dialógicas, así también a través de estos rostros, nosotros mismos -los espectadores de estas imágenes- lo hacemos con el propio Miró. Una vez más su trabajo, cualesquiera que sean las obras y series que plantea, es para estimular nuestra reflexión. No es una estética gratuita y esteticista la suya, sino un arte para el pensamiento.