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A propósito de la visión ecosocial que comporta “Vivace”

Wences Rambla

Si en ocasiones, o desde determinadas posiciones, se es proclive a idolatrar ciertos acontecimientos artísticos entendidos desde su historicidad, y en otros momentos, o desde otras posiciones, se tiende a desconfiar de los procesos socio-históricos para abandonarse a la marea de la originalidad extrema y un desaforado culto a las novedades. Si por un lado, se enfatiza en los conocimientos y procedimientos técnicos de las artes y, por otro, se piensa que estos no tienen tanta importancia, sino que es la creatividad comunicativa -fundamentada en valores vitales, conceptos críticos e ideas afines - con el plano de lo formal, más allá del pertinente examen comparativo, se puede caer en posiciones irreductibles -si no alimentarse las- y en todo caso, no muy adecuadas para una provechosa actitud hacia el hecho artístico.

Pues bien, Josep Lluís Peris, nos viene a advertir, al comienzo de su estudio sobre la serie “Vivace” de Antoni Miró, de estas y otras cuestiones adyacentes, en enmarcar su particular análisis sobre este segmento desde la producción artística del alcoyano a que últimamente se aplica. Así, el mismo pintor demuestra -lo hace desde hace tiempo, con el testimonio de su obra- que ni es bueno cualquier reduccionismo ni tampoco primar un enfoque exclusivo en frente de otros cuando, tanto el fenómeno artístico como poiesis, como noiesis, і como sujeto de valoración crítica y de apreciación estética, como lleva un entrecruzamiento de aspectos conceptuales, de ratificaciones técnico-constructivas y de coimplicación con una cultura que: por un lado, pone de relieve la riqueza que impregna la dimensión estética de la persona y, por otro, demostrar la complejidad que supone el hecho artístico que la activa y que, en gran medida, la hace posible desde la esfera en que, de su concreción -la de éste-, brotan muchos de los afanes a los que aquella dimensión es receptiva. Dimensión estética de la persona y riqueza de tantas como diversas obras y acciones artísticas se presentan a nuestra consideración que supone, en definitiva, una interacción no siempre fácil de definir, ya que influencias múltiples sobre el juicio del gusto, ruptura e innovación lingüística, activan continuamente y recíprocamente en medio de un flujo y reflujo en la experiencia del arte, las mezclas, rechazos, sobrevaloraciones y incriminaciones se desarrollan en una gran vorágine, especialmente desde la instauración de la modernidad y, sobre todo, a lo largo de las diversas propuestas plásticas que han desbordado este siglo, de controvertido alcance.

Más, fuera como fuese, el hecho es que Toni Miró -como bien subraya Peris- ha ido desde su receptibilidad cognoscitiva, sensibilidad de inmanencia creativa y singularidad de la construcción personal de su poética, todo un repertorio propio de formas al margen de modas, cantos de sirena, oportunismos mercantilistas y mediáticos, hasta dar consistencia a su particular quehacer pictórico y escultórico. Independencia, la que transpira este, que no significa ausencia de interés por lo que se hace y cómo lo hacen. Autonomía eidética que no olvido consciente o cínico de todo lo que le rodea, tanto artística como humanamente. De modo que su forma expresiva -estudiadas, creo, bastante a fondo en otro libro aparecido no hace mucho- no hace sino resumir y reforzar esa conjunción de valores sensoriales, vitales y formales que conforman la idiosincrasia de su plástica, en la que ruptura y recuperación, discursivamente y constructivamente combinadas, aportan o beben los aires renovadores de la modernidad con un grado de coherencia Consolidación y originalidad- que permite impulsar o facilitar la persuasión e incluso la complicidad en el espectador.

Pero estas reflexiones que desgrana el historiador y crítico de arte Josep Lluís Peris en su texto y algunos otros pensamientos, que por él navegan con el mismo acierto, nos conducen al su núcleo, como es la consideración de la serie “Vivace”. Aquí, Peris resalta, además de los ítems esenciales presentes en las diferentes series del artista -en un rápido recordatorio de las mismas- como pueden ser también las presencias provenientes de los hechos literarios, mediáticos o publicitarios potenciadores de la visión paradójica de ciertas actuales problemáticas medioambientales y ecológicas. Relación paradójica la que, en su iconografía, establece Antoni Miró entre varios objetos y el mismo medio, entre este y los seres animales, así como la instaura en conjunción-articulación icónica con la innegable trade mark a “Vivace” y que, aparte, o precisamente por eso también, no renuncia, especialmente a través de bellos ejemplares de fauna salvaje о la aparición de exuberantes mujeres, de sensual aspecto і puerto, a erigirse en exponente simbólico о metafórico de un mundo sensorial y paradisíaco lejano, apartado о inmune en cara a lo que conlleva el desarrollismo industrial -preñado de economicismo- este sí, salvaje (con perdón por la fauna homónima) de verdad.

Al igual que otras series, “Vivace” lanza un guiño al espectador para comprometer conceptualmente su actitud ante lo que, paradójicamente, sus atractivas y bellas imágenes apuntan. Y también la contraposición icónica parece una buena manera de atraer la voluntad del espectador hacia un conjunto de paradojas y situaciones colaterales contradictorias, como idónea figura retórica que oponer (resaltar) Miró, hic et nunc, los desmesurados intereses derivados de la razón tecnológica, representada por palas excavadoras, -depredadores-, contenedores de escombros -artefactos que acaban siendo ensuciadores- etc. Figuración tan alejada de aquel follaje, de aquella verdor, de aquellas caras y cuerpos que, como digo, imaginamos que residen en vírgenes paraísos terrenales, simbólica del deseo de preservación ambiental. Lo que, al mismo tiempo, resulta ser ya necesidad de supervivencia humana, mes de sueño de regreso а del edén perdido o abonado terreno propagandístico para políticos demagogos.

Por lo demás, aquella peculiar clase de inquietud de extrañamiento o atmósfera de extrañeza que en numerosas obras mironianas parece flotar, brotar, o inmiscuirse entre los diversos elementos -animados o no- que pululan (elementos escenográficos a los que, en determinantes casos, antropomorfiza), también ocurre (se siente) en muchas realizaciones de la presente serie “Vivace”. Y ocurre, tal carácter antropomorfista, con las bicicletas que, por un lado, se presentan como parámetro apto para conectar con el observador del cuadro, a modo de clan decodificadores. Y, por otro, como eficaz recurso dinamizador plástico de la misma composición, donde -como acertadamente remarca Peris- la presencia paisajística se constata pasiva como inerme se encuentra frente a las agresiones que sufre por parte humana. Y, por si fuera poco, todo ese muestrario de velocípedos erige, además, como pretexto para que el lúcido ingenio de Miró, recreando tales artefactos de mil y una formas cada una más fantasiosas, introduzca el ludismo y la ironía que tanto abundan en su obra y que refuerzan de singular manera, por cierto, la reflexividad a que sus propuestas pictoricista inducen. Al igual que, resalta Peris, las simpáticas bicicletas, se presentan como adecuado ejercicio de intertextualidad icónica. Algo que nos recuerda su citacionismo histórico (recuperación), que tan útil le era en la elaboración crítico-(innovación) de la también brillante serie anterior “Pintar pintura”.

La coherencia conceptual y técnico-expresiva como unidad en la variedad persiste, por tanto, a través del itinerario plástico de Miró. La intensificación de imágenes -recreación, ensamblaje, asociaciones nuevas, que no gratuitas- continúa creciendo hasta llegar a la que es hoy su último en serie, en la que, en sus pretéritos despliegues, posiblemente sea la que de una manera sutilmente vigorosa y nítidamente fuerte ha conseguido el artista una transmutación de los objetos verdaderamente poética y donde el pujante nivel de cosificación, que desde el quehacer cubista hasta la consagración duchampiana ya no pudo ser olvidado, concluyeron, en el alcoyano al su aire gracias a su forma de mirar, a su posicionamiento intencional y concepción estética, como bien refiere el autor de Antoni Miró. “Vivace” Una visió ecosocial.

Josep Lluís Peris i Gómez ha abordado, en suma, mediante un cuidadoso ejercicio de introspección sobre tal conjunto creativo, los fundamentales planes que convergen en la poética de Antoni Miró, interrelacionándolos con contundencia y permitiendo una comprensión de los vínculos precisamente por la fluidez con que Peris maneja términos, precisa conceptos y apunta hacia diversos niveles y registros teóricos de los que se vale tanto de la Estética como de la Crítica e Historia del Arte, además de otros de corte semiológico sin descuidar -hay que decirlo- la creatividad metalingüística de su propio discurso a la hora de emprender lo nuclear o el estudio en sí de “Vivace”.