25 de abril de 1707: arte de concienciación
Vicent Terol i Calabuig
La entrada a la ciudad de Gandía por Valencia presenta una agradable estampa que enfoca en línea recta la urbe y algunas referencias históricas que le dan entidad, como el campanario de la Seu. En este cruce y a modo de presentación, de localización, que sitúa el vecino y el recién llegado, el Ayuntamiento ha erigido una escultura del artista Toni Miró, que corona la nueva rotonda de entrada a la ciudad.
La elección del artista no ha sido estropeada. De Toni Miró ha hablado Justo Nieto diciendo que: “es un artista de los que salen uno en cada siglo: ecuménico, global, universal y a la vez sintetizado con todo esto: creativo, innovador, heterodoxo, polidoxo...” o Manuel Vicent, que de Toni Miró afirma: “esta sabiduría sólo se tiene cuando se es un buen artista. Sin duda, Antoni Miró tiene este talento”. José Luis Peris escribió que: “El lirismo, la poesía o la ironía devienen poderosos mecanismos discursivos de los que se sirve el artista para elaborar un conjunto de mensajes, claramente dirigidos a la consecución de una respuesta reflexiva, activa y crítica por parte del observador”. Joan Fuster dijo de él: “la gran pasión que emana de su obra es ésta: la de una tentativa de ser él entre sus, y él y sus proyectados en una afirmación absoluta”... y así podríamos seguir con profusos estudios y bellísimos textos sobre la figura y la obra de Toni Miró, que han hecho autores como Vicent Andrés Estellés, Miquel Martí i Pol, Isabel-Clara Simó, Román de la Calle, Wences Rambla, Klaus Groh, P. Kustermann, o el gandiense Gonçal Castelló, entre otros. Y, en y, su obra se encuentra expuesta en los museos más importantes de todo el mundo. Es decir, Gandía exhibe, con orgullo, la obra de un valenciano universal en uno de los lugares más visibles de la ciudad.
La obra, 25 de abril de 1707, erigida en esta nueva plaza llamada 2 de abril, parte de una serie de pinturas que el autor hizo a finales de la década de los setenta llamada “EL DÓLAR”, lo estaba constituida por varias subseries, entre ellas la de “LAS LANZAS”. Gonçal Castelló lo explica muy bien en el libro Vida y milagros de Antoni Miró: “La fecha del 25 de abril de 1707 es recordada como la derrota de Almansa, fecha desgraciada, donde la fuerza de las armas borbónicas va abrir las puertas a la pérdida de la autonomía política y la abolición, por Felipe V, de todas las instituciones forales valencianas, ‘por justo derecho de conquista que de ellos han hecho últimamente mis armas’”.
Por ello, Al Tall canta aquello de:
Lladres que entreu per Almansa
no sou lladres de saqueig,
que ens poseu la cova en casa
i des d’ella governeu.
Ladrones que entráis por Almansa
no sois ladrones de saqueo,
que nos ponga la cueva en casa
y desde ella gobiernan.
Este hecho histórico tiene una gran importancia en la obra de Antoni Miró, y la serie “LAS LANZAS” representa todos estos acontecimientos históricos y sus repercusiones en el pueblo valenciano.
El famoso cuadro de Velázquez La rendición de Breda da ocasión a nuestro pintor para recordarnos que “Quan el mal ve d’Almansa…” — “Cuando el mal viene de Almansa...” y hace una transposición de la batalla que se libró en Flandes, y la traslada a nuestro entorno; el duque de Alba recibe la humilde saludo del vencido, y Miró, con su arte, nos señala aquella fecha que hay que olvidar.
El tema de un general que recoge las claves que abren las puertas del País de manos de un valenciano, con la espalda doblegada y al fondo cientos de lanzas y de banderas caídas y marchitas, el repetirá en pinturas, grabados, esculturas, pinturas-objetos... Cuando hizo la primera exposición en Barcelona, D. Giralt-Miracle, el diario Hoy, da una fiel noticia del evento: “Antoni Miró es un alcoyano muy consciente de su catalanidad. Su obra plástica siempre ha sido entendida como un grito de denuncia, un clamor por la libertad”.
Sin entrar a hacer un análisis en profundidad de la obra desde el punto de vista estético, sí me gustaría resaltar la disposición que ha hecho el artista y la ubicación elegida, porque le da un dinamismo y una fuerza que nunca hubiéramos imaginado: si se accede a la plaza 25 de abril desde Valencia, la obra enmarca perfectamente la visión que siempre hemos tenido de esta entrada en Gandía, con el campanario de la Seo al fondo, visto por medio de la escultura. Si se viene por el sur, por la avenida Blasco Ibáñez, nos encontramos, de frente, la bandera, representada por cuatro grupos de cuatro lanzas cada uno de color rojo, con contraste con el color del hierro del resto de la escultura. Giramos en el sentido del tráfico y la obra se mueve, toma vida, ya tenemos los dos ejércitos: uno -el valenciano-, derrotado, y el otro –el español-, vencedor. Continuamos haciendo la vuelta y toma forma un bosque alineado de lanzas españolas, amenazantes, vigilantes. Y acabamos el círculo con una visión nueva de nuestra gente y con la bandera, que ha resistido el embate y se proyecta por encima de la derrota hacia el futuro. Todo es como una gran aspa en movimiento.
Y quiero finalizar con lo que más me interesa: el concepto, el significado de la obra. Decía Walter Benjamin que, cuando la política tiende a la estética, es necesario que el arte se politice. Han pasado 300 años y los valencianos seguimos aquí y sabemos que no formamos parte de España por una decisión voluntaria, sino por la fuerza de las armas. Somos valencianos y queremos seguir siendo valencianos, por eso no hemos abandonado nuestra lengua y nos resistimos a ser asimilados a otra cultura. Con esta escultura, Gandía entra en el entramado de ciudades valencianas orgullosas de su identidad, que conocen la iniquidad del evento histórico, la denuncian, y con autoestima trabajan por la justicia, que no puede ser otra que lo que los escoceses llaman devolution.